Este es el Diario de a Bordo de Mar Solana (Mar Cano Montil), psicóloga, escritora y cuentista... Aquí encontrarás mi «Cuaderno de Impresiones, Cuentos, Relatos, Poemas, Reflexiones y otras Historias», una especie de lenitivo para mitigar las heridas que nos inflige este mundo punzante y rasposo... Escribí mi primer cuento con once años, lo inventé en un pequeño aseo donde me gustaba jugar. Con quince decidí que quería aprender el arte de «Domar Caballos Salvajes» (léase Emociones que necesitan volver a coger sus riendas). Por eso llevo un cuarto de siglo, con sus amaneceres y sus lunas, ejerciendo la Psicología... Mis raíces son "abu-leñas" y nací en la capital, pero a mi alma le dio por asentarse a orillas del Guadarrama... Hace algo más de una década regresé a mi pequeño Taller de Letras. Y ahora soy «Psicolotora» especializada en Literalogía o «Escritóloga»en Psicoratura. Me chifla inventar palabras, tender historias de Letras en las cuerdas del olvido y airear mis impresiones al barlovento del papel... Curiosa insaciable del aspecto más espiritual de la existencia, soy como el Caracol, peregrina de un camino infinito de crecimiento y aprendizaje...
ESTE ES "MI CUADERNO DE IMPRESIONES, CUENTOS, RELATOS, MICROCUENTOS, POESÍAS Y OTRAS HISTORIAS..."
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
«Estamos viviendo un año radicalmente distinto. Desde que el gobierno anunció el estado de alarma y el obligatorio confinamiento, nuestra realidad ha cambiado a un escenario donde debemos mantener unas medidas de higiene y prevención. Y en toda experiencia humana se hace necesario elaborar una praxis que nos vincule con todo lo que hemos aprendido, y digo todo, porque las vivencias difíciles van más allá de lo bueno-malo, positivo-negativo… Por ejemplo, la distancia de seguridad nos protege, nos une en la prevención de la enfermedad, pero marca una separación que nos enfría el corazón. Aún así, y más allá de esta constatación, se despliega para todos nosotros la genuina oportunidad de superación personal por confrontación con verdaderas dificultades. Ahora toca hacer balance de lo aprendido, porque la flexibilidad y elegir cambiar la perspectiva son cualidades que debemos cultivar para salir reforzados y resilientes de la adversidad.»
«Quizás una salutogénesis pospandemia debería incluir un autocuidado integral. Una atención que nos enseñara el valor de depender sólo de nosotros mismos a la hora de tomar decisiones que tengan como primera opción elegir la salud de nuestro ser integral: cuerpo, mente y corazón.»
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
Queridos Navegantes, familiares, amigos, colegas y compañeros:
Consciente de que estamos saturados de lecturas, vídeos, memes, en suma, coroinformatoxificados, hoy os traigo mis palabras, que cuando te nacen de muy adentro, quizás llegan para tender puentes y compartir inquietudes y responsabilidades. Y una les hace caso porque el grano siempre hace playa.
Estamos viviendo tiempos muy complicados, pero se imponen la cordura, la responsabilidad y el "buen hacer". En suma, la consciencia, el darse cuenta y hacerse cargo de esta compleja situación.
Nuestros padres y abuelos vivieron una guerra. Una guerra donde las amenazas eran las creencias y su mayor defensa, callar o mentir. El arma dañina, las bombas, fusiles y trabucos, eran visibles y a veces las veían venir. Ahora nuestra mayor amenaza se traduce en pocas defensas aumentadas con vitamina C, y el arma, microscópica e invisible, ¡la está liando parda!
Si nos paramos a pensar, no nos costará mucho llegar a la conclusión de que el escenario de nuestros padres y abuelos sí fue verdaderamente difícil. El pánico esperándolos a la vuelta de cualquier esquina, corriendo a los sótanos y refugios cuando escuchaban el rugido de los aviones. ¿Pueden imaginarlo? A su carestía real de alimentos se unía el verdadero peligro por sus vidas. A veces caían bombas sin avisar, o les "paseaban" con otros sólo con las heladas de la madrugada como testigo implacable de tantos finales injustos...
Nosotros hemos hecho vida normal hasta hace unos días. Pero el pánico se ha ido apoderando de la población a medida que los medios nos tiraban sus bombas informativas. No te matan, no. Pero te dejan maltrecho el pobre sistema nervioso, ya de por sí muy estresado por la aceleración con la que vivimos.
Y ahora ya no sirve eso de enfadarse con los "malos", con esos mamarrachos que te untan la tostada en un plis plas sin que te des cuenta, o peor, sin tú pedirlo o decidirlo. Especular con un simulacro de guerra biológica tampoco ayuda nada. Nada. Porque la rabia no soluciona lo que estamos viviendo. La impotencia es una emoción muy lícita, pero se hace parásita cuando se instala en nuestro ánimo y no nos permite avanzar, hacer lo que tenemos que hacer.
Y ahora nos toca hacer, o quizás "no hacer", y mantenerlo con calma, cariño y cordura, kilos de cordura y cuarto y mitad de intención. Sólo eso, llevar la intención y ampliarla más allá de la frontera de nuestro YO. La intención de extender un cordel invisible, cálido y acogedor, al que poder agarrarnos, sin distinción… todos.
Y uno encuentra sitio para agarrarse a ese cordel de humanidad compartida cuando compra víveres sólo y cuando lo necesita. Cuando coge exclusivamente aquello que va a consumir en breve, dando opción a que los productos de primera necesidad no se agoten y haya para todos.
Quizás ahora empaticemos con aquellos que nos piden asilo porque su país es una guadaña y sus fronteras un territorio comanche de impotencia y desesperación. Nosotros tenemos una casa para poder seguir las recomendaciones de los profesionales que están intentando salvarnos el culo a riesgo de perder el suyo.
Desde sus albores, la humanidad se ha enfrentado en más de una ocasión a contextos complicados que precisaban de hábiles “maniobras” para acoplar diferentes respuestas a nuevos requerimientos de supervivencia. Hace años vi una película, Interestellar. Traigo a mi memoria una de sus emblemáticas escenas cuando me encuentro envuelta en una situación difícil o de emergencia. Intento recrear la imponente música del órgano de fondo mientras visualizo la inmensa nave intentando acoplarse a la nave nodriza, en una maniobra desesperada y ultra precisa que les regalaría más vida en el espacio a los protagonistas de un mundo que agonizaba por el cambio climático. Cuando tengo delante un camino incierto y tupido por la maleza, imagino que soy esa nave tratando de acoplarme con sutileza a lo que ha vuelto del revés mi vida, cuidando de que todo encaje donde le corresponde para acallar las alarmas. Así me siento ahora. Y lo extiendo a todos los profesionales que están intentando pilotar esta delicada "Nave Humana", human ship, que un ser microscópico ha puesto patas arriba sin miramientos ni compasión alguna.
Desde aquí y desde ya, va mi aplauso y profundo agradecimiento a todos los profesionales de la salud, médicos, sanitarios y farmaceúticos, y uno muy especial a mi colectivo, todos mis colegas y compañeros psicólogos que trabajan en un segundo plano infundiendo calma a los que más lo necesitan. A todos los que están aguantando el miedo y la marabunta en las grandes superficies, y a los pequeños comerciantes, que luchan con la incertidumbre de "seguir a pie de cañón" o de "pies para que os quiero". A todos los centros de enseñanza y colegios, que van a ponerse del revés para ayudarnos a los que seguimos estudiando y para ayudar a nuestros hijos, aunque sea a distancia. A todos aquellos que están trabajando contrarreloj para que otros puedan hacerlo desde casa.
A todos vosotros, madrileños queridos, españoles, que cuando nos ponemos juntos sabemos como acoplarnos sin dejar ningún cabo suelto en esta Nave Humana.
Os dejo con el poema protagonista de Interestellar, de Dylan Thomas. Os recomiendo leerlo mientras veis cómo se acopla la nave, en el vídeo que os inserto más abajo...
NO ENTRES DÓCILMENTE EN ESA BUENA NOCHE
No entres dócilmente en esa buena noche, que al final del día debería la vejez arder y delirar; enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto, como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor, no entran dócilmente en esa buena noche.
Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola, por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía, se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares, y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían. No entran dócilmente en esa buena noche.
Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista que se apaga ven que esos ojos ciegos pudieron brillar como meteoros y ser alegres, se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.
Y tú, padre mío, allá en tu cima triste, maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego. No entres dócilmente en esa buena noche. Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
El mindfulness
(«mente en plenitud», «atención plena») es un moderno y frondoso árbol creciendo
con fuerza en Occidente, pero con sus Raíces en la meditación budista.
Constituye un conjunto de prácticas destinadas a «entrenar» nuestra mente para
permanecer serenos, conectados al aquí y
ahora.
Existen
un buen número de estudios científicos que prueban que, empleada de forma
correcta, la ejercitación en mindfulness puede ayudar a reducir
considerablemente el sufrimiento emocional. También resulta muy útil en la reducción del estrés y para aumentar las emociones positivas y el buen humor.
¿Y si el presente
fuera solo presente (el ahora, el momento) y ya está?, ¿y si la ilusión fuera
algo a conquistar cada día al levantarnos?, ¿y si viviéramos cada día como si
fuera una vida entera?
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
Humanizamos
los objetos, los dotamos de significado, los convertimos en fetiches. Son
pequeños flotadores que impiden que las aguas del tiempo arrasen con todo.
(...) Es un intento vano e inconsciente de detener el fluir de los años, que se
lo lleva todo. Nos aferramos a los objetos mientras la existencia se nos escapa
entre los dedos como si fuera agua.
Rosa Montero
Yo he visto cosas que vosotros…
Bengalas destellando en la oscuridad de una
habitación repleta de deseos de almendras y chocolate… Velas conteniendo en su
estela diminutas burbujas de ilusión… Cientos de películas, series o festivales
que nos reunían alrededor de esa pecera mágicaque nos exprimía las más hondas emociones… Niñas y niños corriendo por
el mismo pasillo “interminable”, tiznado de suelas inquietas y sueños de
espuma… He visto la excitación de pequeños dedos rompiendo la envoltura de sus
regalos en los amaneceres que olían a roscón y a luces de Cabalgatas… Un pañuelo
empapado en colonia familiar para aplacar las calenturas de la fiebre. He visto
corazones dibujados en nuestras barrigas… El tibio abrazo de mi madre cuando se
truncó mi primer amor. He visto un patio que sabía a fritura y olía a voces
desaliñadas, contenidas, desatadas… Tardes de fin de curso aliviadas por un
balcón que refrescaba nuestros sueños de verano… He visto muchos exámenes,
esfuerzos, los primeros trabajos mal pagados y peor agradecidos… Las
concentradas y silenciosas lecturas de mi padre… He visto novias radiantes
cruzar el umbral sintiendo que aún quedaban flecos a los que asirse… He visto
pérdidas, enfermedad, dolor y más llanto desperdigado por los cimientos… El
entusiasmo de mi padre bailando al son de sus palillos de madera… He visto
girar millares de veces una llave que abría mi pasado y mi presente, dando
vueltas en el pitorro de una olla de lentejas y un suelo recién fregado e
inundado de hojas de periódico para preservar el brillo y el esfuerzo de las
rodillas de mi madre…
Y todos esos momentos se perderán en el tiempo…
como lágrimas en la lluvia… y sobre cuatro paredes que ahora van a resetear sus
recuerdos…
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
«Para que triunfe el mal, basta con que los
hombres de bien no hagan nada.»Edmund
Burke
A todos aquellos niños y jóvenes que, por desgracia, se han topado con la
Bestia… Algunas son tan despiadadas y atroces que dejan a sus víctimas sin
posibilidad de sepultura, y a sus familiares sumidos en un agónico e injusto
sufrimiento de por vida. Sólo nos queda desear que sus hijos estén descansando
en paz entre ángeles e insuflen a sus padres todo el coraje que necesitarán
para cargar con la terrible cruz de su ausencia…
Gabriel, el Pescaíto, tenía ocho años y quería ser
de mayor biólogo marino. Se lo había dicho este verano muy bajito, casi en un
susurro, a Dory y a Nemo que compartieron ola y risas con él. Pero una Bruja
Mala, de esas que jamás usan la magia para curar sueños rotos o taponar llantos,
una Bruja Mala de hacha en lugar de escoba y el alma infestada de verrugas, ha
estrangulado su entusiasmo dejando un luto inolvidable por tierra y mar.
Naiara Abigail
tenía casi nueve años cuando un Monstruo la torturó hasta su muerte el pasado
verano. Le quedaban tres meses para cumplir nueve y nadie habló de sus sueños.
No fue un caso tan mediático como el del Pescaíto.
Naiara tampoco tuvo un alias, era «la niña indefensa de Sabiñánigo maltratada
hasta morir.» Pero es muy probable que ya hubiera imaginado el regalo de su
próximo cumpleaños: una Tablet con
juegos o quizás una camiseta súper chuli con Dory y Nemo estampados en su
pecho, cerquita del corazón…
Y a uno, con
independencia de lo mediáticos que se quieran hacer los casos de Brujas,
Monstruos y demás seres mefíticos y mefistofélicos, se le encoge el alma y
enlentece el corazón, pump…, pump…, y
luego tenemos que achicar el dolor ytoda
la inundación de emociones para no quedarnos a la deriva o varados al albur de
una apatía indecente y rastrera.
Y van ya unos
cuantos sumarios de ilusiones tronchadas igual que un hatajo de búfalos por campos
de Girasoles… Sandra Palo fue una rosa pisoteada y quebrada por una manada de
elefantes endemoniados. Y la aún desaparecida Marta del Castillo, que me inspiró
«El Armario de los Sueños»
La lista es
larga y se despliega a través de un sufrimiento tan interminable como
innecesario. Desirée, Miriam y Antonia, las tres niñas de Alcásser, devoradas
por dos Ogros… Olga Sangrador, Madeleine y Mari Luz, que confiaron en el Lobo
de garras afiladas. Los hermanos Ruth y José, que no tuvieron la suerte de
Hansel y Gretel. Asunta, que mordió la manzana de la retorcida y malvada
Madrastra…, o Diana Quer, la Princesa que se encontró con el Dragón
escuchimizado de aliento fétido…
Cuando este
verano me enteré de lo que le habían hecho a Naiara, aunque no la conocía, el
dolor me dejó sin palabras. Un poco después, esas palabras contenidas tomaron
forma en mi texto: «Escribir Cuentos de Miedo para Niños». Ahora, con el asesinato de Gabriel a manos de una Bruja desalmada y perversa,
he vuelto a pensar sobre la necesidad de inventar cuentos de miedo para ellos...
Desde luego las
historias deberían estar acordes o ir a la par con esta época. Los cuentos de
miedo cumplen una función importante dentro de la evolución del pequeño,
liberando la angustia y ansiedad a través de mecanismos proyectivos con los
personajes. Sin embargo, quizás ahora debamos adquirir el compromiso y la
responsabilidad de inventar nuevos monstruos, brujas, ogros, dragones, duendes,
hadas, elfos y príncipes. Y cambiar la Moraleja de las historias por una
advertencia, como en los medicamentos, o unas pequeñas instrucciones que les
ayuden a reconocer cuando tienen cerca una Bestia.
«Con razón los
pobres superhéroes ya no quieren salir de los cómics. Dicen que allí está todo mucho
más controlado y organizado, y los rescates siempre acaban con un beso
romántico o, sencillamente, acaban bien… Dicen que en nuestro mundo la magia ha
comenzado a expeler cierto tufillo raro…» Y los superhéroes son muy intuitivos,
no suelen equivocarse.
¿Y saben lo peor
de todo? Que los niños que «inventé» para mi texto: «Escribir Cuentos de Miedo para Niños» no son pura ficción. Por desgracia hay muchas Sheilas, Quiques y Marionas;
y ya se cuentan por millares los Kaliq
que intentan sobrevivir en ciudades devastadas por las guerras.
Hoy, unos meses
después, y con el alma todavía encogida por el Pescaíto, creo con firmeza que debemos ir pensando en cuentos e
historias que les ayuden a encontrar un buen escondite que les ampare de las
Brujas y los Monstruos. Fábulas que les permitan sobrevivir a la oscura
densidad del alma de los adultos de esta época tan exageradamente materialista.
Todos
hemos venido a esta tierra con un propósito. Mis padres lo han cumplido con
creces y honores, marcando nuestras vidas con su Amor y las mejores enseñanzas.
Ahora viven en nuestro Corazón.
Mark
Twain dijo que ante una gran pérdida en nuestra vida, la mente solo tiene una
noción confusa de que «ese algo» ya no está. La mente y la memoria tardan meses enteros, años quizá, en recopilar
todos los detalles parallegar a
entender la pérdida y hacerse cargo de ella en toda su extensión.
Cuando leí esta
frase tan intensa y profunda, me sentí plenamente reconfortada. Y, gracias a la
sabiduría de Mark Twain, que supo expresar su dolor a través de nuestras
queridas Letras, volví a conectar de nuevo, aunque de forma muy breve, con la espina dorsal o leitmotiv de mi escritura que, pese a estar ensamblada en mi
corazón, se halla en un momento de agudo bloqueo. Y uno, cuando se encuentra
con las intenciones tan inflamadas que no puede ni sujetar la pluma…, lee.
Y en otra de mis lecturas-bálsamo descubrí un párrafo
extraordinario, en el Aleph de Paulo
Coelho. A través de la conocida metáfora de la vida con un tren, afirma que
nuestros seres queridos, en realidad, nunca mueren, solo están viajando en un
vagón distinto al nuestro. Y que eso de medir el tiempo es un convencionalismo
necesario para poder vivir en sociedad, nada más. El tiempo no pasa, es apenas
el momento presente, y creo que algunos escritores ya conocen este hecho.
Así, ante un inmenso
dolor, el alma se para, se queda quietita porque no puede más y necesita un
tiempo para recuperarse, para que la goma de las emociones, tan dada de sí,
pueda volver a su sitio y que las palabras comiencen a fluir por el caudal
acostumbrado.
En mis primeros
talleres de Escritura Creativa estudiábamos cómo los bloqueos de un escritor se
debían, la mayor parte de las veces, a causas de índole intelectual. Como si se
agotara la inspiración y la mente librara interminables batallas con el folio
en blanco, nuestro mayor rival.
Bueno, en todo esto
existe una parte de verdad; sin embargo, en el transcurrir de mi vida, he
descubierto que uno de los mayores enemigos del bloqueo de un escritor son sus
propias emociones. El miedo y un dolor intenso y arraigado pueden llegar a ser
más paralizantes que el mítico «quedarse en blanco» debido a una espantada momentánea
de las musas.
La falta de
inspiración constituye, quizá, una dificultad pasajera. Porque en algún momento
del día o de la noche, de repente, brotan las ideas como un sarpullido provocándonos
la imperiosa necesidad de rascar de forma compulsiva el folio irritado (que ya
no es blanco). Esta situación, por desgracia, no ocurre cuando la pena se
instala en tu rutina y trabajas solo para cumplir con el expediente del día a día.
Pero…, ¡qué no cunda el pánico!, si hemos aprendido a conducir, no vamos a
olvidarlo. Con la escritura pasa algo parecido: sólo es cuestión de volver a
ejercitarnos de forma disciplinada, nada más… el resto ya se encuentra conectado
con cada uno de nuestros latidos.
Salvo que vivamos de
la escritura —que eso sería otra historia bien distinta—, se impone relajarnos,
respirar hondo, alejar la culpa y el miedo todo los que podamos, y leer, leer
mucho. No conozco mayor consuelo que el refugio en las palabras de otros. Personas
que ya han pasado por lo mismo que tú estás viviendo y han desarrollado la
enorme sensibilidad de compartirlo con el mundo… Porque no siempre resulta
fácil encontrar palabras para «explicar» el dolor (si es que algo tan
intrínseco puede explicarse…)
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
Ciento setenta y cuatro días sin ti,
Mamá, sí, los he contado. Dos estaciones con sus mañanas plomizas y sus lunas
deshinchadas. Casi medio año, y parece una eternidad. Porque el tiempo, según
va corriendo, se vuelve algo pastoso, subjetivo; una maraña de datos
escapándose a nuestro control. Cuando era pequeña su suceder me parecía
ordenado, como los caballitos de un carrusel: las
horas, los días, las semanas, los meses, las estaciones…, los años. Todo pasaba
y giraba, y no pasaba nada, o las cosas sucedían dentro de un calendario
organizado y natural. Hasta que un día te das cuenta de que, en el fondo, el
tiempo es algo que pertenece al sentimiento de cada cual, y que nos hemos
inventado una forma de medirlo para moldear el caos de la existencia. Nada más…
Y nada menos, Mamá. Dentro
de una semana se cumplirán seis meses y me doy cuenta de que me toca volver a
dejar miguitas en el camino, como Pinocho, Hansel y Gretel, para saber por dónde
continuar, para encontrar un rumbo y un sentido a mis huellas de asfalto
descafeinado. Solo eso, Mamá: volver a casa… pero sin ti.
Te marchaste la pasada
primavera. Emprendiste tu vuelo una destemplada tarde de sábado. Mientras
algunas parejas entrelazaban sus manos en la oscuridad de una sala de cine,
nosotros nos desplomábamos bajo los fluorescentes del hospital… Todavía
recuerdo cómo las gotas de lluvia de aquella primavera se confundían conmis lágrimas y, cómo el viento de abril,
despiadado, inmisericorde, me las robaba. Y empecé a hablar contigo con esa tenue
brisa que nos va anunciando la cercanía del estío: siempre te encontraba en sus
suaves caricias. Y luego, las espadas solares del verano me ofrecieron una
especie de paréntesis que me impedía pensar, casi recordar, casi respirar…
Pero
el dolor es un marca páginas que siempre asoma. Aquí te quedaste, parece decir.
«Sólo hay dos
fuerzas en el mundo, la espada y el espíritu. A largo plazo, la espada siempre
será conquistada por el espíritu.» Napoleón Bonaparte.
«La violencia, la fuerza dominadora,
el maltrato físico o psíquico o la mala baba, ni se pueden justificar en modo
alguno, ni se puede permitir venga de donde venga. El “ahora que se jodan
ellos” no nos vale porque tanto las palabras como el sentimiento al que pueden
remitirnos sólo nos lleva a la parte más oscura de nosotros mismos.» Ana M.ª Tomás. Escritora y Articulista de "La Verdad".
«Ay qué ver, cómo cambia todo», decía mi
abuela. Y si levantara la cabeza vería que los cambios son condición sine qua non al giro terrestre, salvo
que hoy la velocidad es vertiginosa; eso sí ha cambiado. Y nuestra actitud. En
los tiempos de mi abuela «felicitar» era un verbo que casi siempre los conducía
al entusiasmo de celebrar sin contemplaciones. Ahora felicitas la Navidad y te
contestan con un gruñido. Y que no se te ocurra recordar la onomástica a
alguien que detesta cumplir años: te puedes llevar un buen zarpazo. Parece ser
que en esta época agresiva y mediática han prescrito algunos plácemes. Hasta
celebrar nos enfrenta. «Qué pena…», hubiera dicho mi abuela.
Esta semana me obsequiaron
con una buena arenga por felicitar a una compañera en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. «Que no. No me felicites
por ser mujer, que no estoy para fiestas…», así comenzaba la perorata de tinte sindicalista
que me dejó con un resabio parecido a cuando te explota una bomba fétida. Me
sentí como si me hubieran escupido en plena jeta a cambio de un gesto amable.
Menos mal que la mayoría de mis mujeres-amigas me devolvieron un corazón
latiendo.
Y es que una
felicita porque se siente orgullosa de tener una profesión unisex y además poder ejercerla con libertad. Mi abuela no tuvo esa
suerte. Era modista y, cuando se casó y comenzó a tener retoños, se acabó lo que
se daba; los pespuntes, la aguja y el hilo quedaron relegados a los remiendos
domésticos.
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
«El Amor es lo único que somos capaces de percibir que trasciende las
dimensiones del tiempo y del espacio.» De la película “Interestelar”
«Comparado con la complejidad del
universo, nuestro mundo parece el seso de una lombriz.»Haruki Murakami. "Escucha la canción del viento".
El espacio, la última frontera. Estos son los viajes de
la nave estelar Enterprise, que continúa su misión de exploración de mundos
desconocidos, descubrimiento de nuevas vidas y de nuevas civilizaciones; hasta
alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar...
La voz en off del capitán Jean-Luc Picard, oficial comandante de
la Nave USS Enterprise, se colaba por todos los resquicios de la salita donde
veíamos la tele. «¡Hija, que empieza!», y la de mi padre cruzaba
corriendo el pasillo hasta alcanzar la bandeja de la merienda en la cocina.
Café para él, té con leche para mí, y una fuente llena de galletas maría,
napolitanas y huesitos de chocolate. Todo me temblaba entre las manos hasta que
llegaba a la mesa. A veces, con el baile titilante de las tazas, se derramaba
un poco de líquido empapando algunas pastas que se habían salido del plato a
empujones. Y nosotros, mi padre y yo, las mojábamos en el entusiasmo (ahora inimaginable
e irrepetible) por un nuevo capítulo de una de nuestras series favoritas: «Star
Trek: La nueva generación», mito y fetiche.
Nos engullíamos (casi
sin respirar) la entrega e ilusión de todos los responsables de
aquella Nave a la busca y captura de mundos mejores. Y soñábamos, sobre todo
soñábamos, que siempre, aunque quedaran muy lejanos, existirían lugares
estimulantes y personas distintas, con dos corazones, uno en el pecho y otro en
la voluntad de seguir adelante.
Por aquella época, hace casi tres décadas —la serie conoció varias temporadas y duró un
septenio—, aún no había aprendido yo a mirar con perspectiva o a dejar de
zambullirme en todo lo que me rodeaba como un pez famélico.
Pero todo sigue su curso, lleva su tiempo y
requiere de un proceso…, y no hace mucho que he descubierto una verdadera tabla
de salvación en lo de «mirar con perspectiva». Cuando la tristeza tropieza con
mi compuerta y la anega con su necesidad fría y azul, resquebrajándola y
enredándome en sus tirabuzones de soledad y desamparo, ese pequeño refugio de
cordura me mantiene a flote; aunque a mi alrededor la ciénaga se desborde con
la indecencia y la rebeldía del que hace lo que le da la gana, sin pedir
permiso ni siquiera para eructar. Otras veces, y no lo puedo evitar, chapoteo
en el lodazal como si hubiera olvidado que sé nadar. Que existe esa tabla…
Mirar con perspectiva… alejarse,
tomar la suficiente distancia para observar la magia de una nuez en lugar de
un cerebro pudriéndose. Imposible ver el trasfondo de nada si nos acercamos
demasiado con nuestra irrazonable miopía.
«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
«... el Amor es una fuerza humilde, pero es el arma más poderosa de la que dispone un ser humano... Amor y verdad son las dos cosas de Dios. La verdad es el fin y el amor es el camino... La violencia es el miedo a los ideales de los demás.» Ghandi
No conocía a Antoine Leiris. Hoy,
desde la plenitud de mi corazón, me he acercado a la historia de este
periodista francés que perdió a su mujer el viernes, en la masacre terrorista.
Le he conocido por las redes sociales, pero no por el facebook, donde se ha hecho viral una carta que ha escrito.
Ayer me llegó por whatsapp una petición. No me gustan nada
las cadenas, pero lo que leí me pareció abordable, necesario y hermoso en un
mundo que ya casi camina a tientas entre las brumas de tanto sufrimiento y
maldad. Le di la credibilidad que se merecía porque además me lo enviaba una
persona que es muy especial en mi vida: mi maestra y mentora.
La
cadena-petición decía así:
«¿Quieres participar
en este experimento? Es apto para todos los públicos. Tan sólo consiste
en decir, pensar o sentir cada día, a las 12:00 am, la frase "LA PAZ YA
ESTÁ AQUÍ". Es suficiente con que lo repitas tres veces en tu interior
mientras envías una sonrisa de gratitud desde tu pecho al universo. Respira
hondo y confía.
Llámalo como
prefieras, mantra, plegaria, ley de la atracción.... da igual.
¿Fácil, no? Si pones
una alarma en el móvil cada día no se te olvidará ¡No perdemos nada por
intentarlo! ¿Hacemos una cadena? ¿Probamos durante un mes a ver qué pasa?»
Leído y hecho. Me
he puesto una alarma diaria en el móvil a las 12:00 a.m. Y hoy, por primera vez, lo he llevado a
cabo. Cuando ha sonado la musiquilla del teléfono estaba ordenando la ropa
de invierno de mi armario. He parado y me he situado frente a la ventana,
sintiendo en mis mejillas este cálido sol de noviembre. He cerrado los ojos y,
mientras repetía «la Paz ya está aquí», he visualizado unas trincheras. Alguien
gesticulaba con ambos brazos un «alto el fuego» y los soldados iban tirando las
armas a un foso. Una avioneta de guerra aterrizaba cerca de ellos y la gente comenzaba a fundirse en interminables abrazos…
Después he enviado
un whatsapp a la persona que me hizo partícipe de esta cadena y ella me ha
acercado a la trágica historia de Antoine, el periodista francés que ha
enviudado merced a los crueles atentados perpetrados en París el pasado
viernes.
Hélène y Antoine llevaban doce
años casados y tenían un bebé de diecisiete meses. Hélène fue asesinada en el
tiroteo de la sala de conciertos parisina Bataclan. Antoine esperó hasta
este lunes que su Hélène no estuviera entre las víctimas. Sin embargo, lo llamaron para identificar el
cuerpo. Y en la carta que Antoine ha
publicado en su muro personal de Facebook,
asegura a los asesinos de su mujer que no cuenten con su odio, porque sería
ceder a la misma ignorancia que les ha convertido a ellos en lo que son: almas muertas...
La emotiva carta
de este valiente periodista, compartida por más de ochenta mil personas, subraya
importantes cuestiones que Occidente pone ahora en duda y sobre las que los
políticos debaten.
Muchos de vosotros, Navegantes de Mar Adentro, ya habréis leído la carta, pero esta publicación no estaría
completa si no la transcribiera a continuación:
«El viernes me robasteis la vida de una
persona excepcional, el amor de mi vida, la madre de mi hijo. Pero no tendréis mi odio. No se
quiénes sois y no
quiero saberlo, sois almas muertas. No os haré ese regalo de
odiaros. No responderé con odio y cólera. No tendré miedo, no dudaré de mis conciudadanos, no sacrificare mi libertad
por la seguridad. Habéis perdido.
La he visto esta mañana, por fin,
después de noches de
espera. Estaba tan guapa como cuando se fue, el viernes, tan bella como cuando
me enamoré perdidamente de ella, hace más de doce años.
Por supuesto que estoy devastado por
el dolor. Os concedo esa pequeña victoria, pero dudará poco. Se
que ella nos acompañará todos los días y que nos encontraremos en el paraíso de las almas
libres al que nunca podréis acceder.
Somos dos, mi hijo y yo, pero somos más fuertes que
todos los ejércitos del mundo. Ya no tengo más tiempo para vosotros, tengo que despertar a Melvil de su
siesta. Sólo tiene 17 meses. Va a merendar, como todos los días, después jugaremos como
todos los días y toda su vida este niño luchará para ser feliz y libre. Tampoco tendréis su odio.»
Soy consciente de que existen otras muchas historias imbricadas en torno a la masacre de París. La del primer
policía que entró en la sala para reducir a los terroristas y habló de «el
infierno de Dante»… La de aquel superviviente solidario que, olvidando el terror unos segundos, tendió su mano a una mujer embarazada para evitar que
cayera al vacío desde una de las ventanas de la sala de conciertos, a la que se
había encaramado para intentar salvar su vida y la de su bebé… O la escalofriante vivencia de aquel hombre que se hizo el muerto mientras recibía varias patadas de uno de los terroristas para asegurarse de que no tenía que rematarlo... Y acabo de ver
en televisión a un padre que le dice a su hijo, de unos tres años de edad: «Ellos tienen armas pero nosotros tenemos
flores…»
Sin embargo, después de leer esta tarde la carta del joven periodista francés desde
el whastapp de mi amiga..., Mon Dieu, he llorado
con idéntico desconsuelo a cuando me enteré de cómo asesinaron a mi Tío, Juan
Cano Solana, en los prolegómenos de nuestra Guerra «In-civil». Con aquellas terribles imágenes de fondo tuve que meterme en su
piel y escribir su historia; quizás un sentimiento muy parecido al de Antoine cuando llama a los asesinos de su esposa «almas muertas». Este párrafo, que muchos ya habréis leído, fueron
las primeras palabras que prologaron el libro y las que reposan aún en mi alma
sobre un lecho mudo de sombra, dolor y desconcierto:
«Muchas veces me he preguntado sobre el por qué o el para
qué de la crueldad y el odio entre los seres humanos. Y casi siempre alcanzo la
misma conclusión: una persona capaz de poner fin a la vida de otra, de truncar
vilmente su destino y oportunidades de desarrollo y evolución como ser humano,
tan sólo es persona en cuerpo y apariencia..., su alma es la de un títere a
merced de oscuras fuerzas que, desde el principio de los tiempos, están
batallando en contra de la humanidad...» Ghandi descubrió en su propia carne cómo la
violencia era la forma de expresar el miedo hacia los ideales del prójimo, que
nada tienen que ver con fanatismos políticos o religiosos o con los prejuicios
morales, tan extendidos en la humanidad (por desgracia para nuestra estirpe).
El siguiente párrafo pertenece al Epílogo de «Un Poeta en Tiempos de
Guerra»:
«Los verdaderos ideales del ser humano se tejen en aquellas honduras del
alma donde reposan nuestros sentimientos más nobles y sirven para nuestro
provecho y enriquecimiento, no para matar o morir por ellos. Los auténticos y más
genuinos ideales no entienden de bandos políticos, sentires patrios o enarbolamientos
de bandera, pertenecen al Amor Universal.
Además las ideas son, por naturaleza, siempre libres. Aquellas que no lo
son, ya no son ideas, se convierten en creencias o ideologías. Y las creencias
no se propagan como los granos de polen sobre las alas de una abeja, se imponen
sobre las almas a culatazos de fusil.
«¡Los ideales son para vivir no para morir!», escuché como le decía un
padre a su hijo a la salida del cine, tras finalizar una película sobre nuestra
Guerra Civil.»
Los seres humanos somos poseedores de algo que fluctúa a lo largo y ancho
de nuestra condición, in sécula seculorum:
la DUALIDAD, ese pensamiento-emoción-realidad
por el que caminamos igual que sobre el filo de una navaja. Y mientras nuestras
mentes sean incapaces de integrar, y no dividir, seguiremos conviviendo con
nuestra suerte mezquina y rasposa que, sin embargo, también es capaz de portar
luz a raudales.
Desconozco el alcance que tendrá este mantra, meditación o plegaria en
cadena, todos los días a las 12.00 a.m. durante un mes. Sin embargo, sí estoy firmemente
convencida de la fuerza de nuestro Pensar
Vivo, cuando traspasa el umbral de nuestros corazones para alimentarse de
la Energía más poderosa que existe en el mundo: el Amor.
Hace medio siglo ya me gustaba llevar lectura al campo ☺️
Soy la niña que asoma por la esquinita de la ventana, la primera por la izquierda... 😃 GRACIAS, MÓNICA...
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¡Gracias, Mónica! Por tu trabajo y generosidad cada año :)
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¡Gracias, Mónica! Eres una artista :)
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¡Gracias Mónica! 🤗
ME GUSTARÍA SER DUEÑA DE UN INGENTE TESORO...
... EL TIEMPO DESGRANADO Y SIN PRESTEZAS PARA ESCRIBIR, ESCRIBIR, SÓLO ESCRIBIR...
«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».
¿Y leer? Me apasiona devorar libros. Es como visitar el hogar espiritual de mis escritores favoritos y paladear un delicioso vino de su mejor cosecha de Letras... Un buen libro es como una liana, te ayuda a desplazarte por la inmensa selva de tu imaginación... Leer también me facilita la tupida tarea de ir desbrozando esa maleza que se enreda entre la escasez de ideas y la falta de inspiración... ¡Nunca dejes de leer!
«Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca has hecho.»
JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte...
EL BESO QUE TE ADIVINA ...
... es la luz que te conduce a sacar de tí lo mejor, a crecer en la mirada de quien verdaderamente te ama. El verdadero amor te quiere libre y como ser expansivo. Nunca admite murallas para el alma que respira... Es descubrir tu segunda piel, la que te eleva a la capacidad de ser decididamente afectivo, humedeciendo con licor de alegría los desiertos emocionales ... CARLOS VILLARRUBIA.
VIVIMOS SIEMPRE JUNTOS...
Llenamos el caldero
de risas y salero, con trajes de caricias rellenamos el ropero.
Hicimos el aliño de sueños y de niños, pintamos en el cielo la bandera del cariño.
Las cosas se complican, si el afecto se limita a los momentos de pasión...
Subimos la montaña de riñas y batallas, vencimos al orgullo sopesando las palabras.
Pasamos por los puentes de celos y de historias, prohibimos a la mente confundirse con memorias.
Nadamos por las olas de la inercia y la rutina, con la ayuda del amor.
Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos, allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos. No te sueltes la mano que el viaje es infinito, y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo, y llegará el momento que las almas se confundan en un mismo corazón...
(Letra y música: Nacho Cano)
ESTA SEMANA, TE RECOMIENDO... COGE UNA DE MIS CARACOLAS Y PPPSSSHHH... ESCUCHA...