MANEJA ESTE TIMÓN DE LETRAS...

Bienvenido a esta Bitácora, Navegante...

Este es el Diario de a Bordo de Mar Solana (Mar Cano Montil), psicóloga, escritora y cuentista... Aquí encontrarás mi «Cuaderno de Impresiones, Cuentos, Relatos, Poemas, Reflexiones y otras Historias», una especie de lenitivo para mitigar las heridas que nos inflige este mundo punzante y rasposo... Escribí mi primer cuento con once años, lo inventé en un pequeño aseo donde me gustaba jugar. Con quince decidí que quería aprender el arte de «Domar Caballos Salvajes» (léase Emociones que necesitan volver a coger sus riendas). Por eso llevo un cuarto de siglo, con sus amaneceres y sus lunas, ejerciendo la Psicología... Mis raíces son "abu-leñas" y nací en la capital, pero a mi alma le dio por asentarse a orillas del Guadarrama... Hace algo más de una década regresé a mi pequeño Taller de Letras. Y ahora soy «Psicolotora» especializada en Literalogía o «Escritóloga» en Psicoratura. Me chifla inventar palabras, tender historias de Letras en las cuerdas del olvido y airear mis impresiones al barlovento del papel... Curiosa insaciable del aspecto más espiritual de la existencia, soy como el Caracol, peregrina de un camino infinito de crecimiento y aprendizaje...

Antic©py

Bucear Mar Adentro 🐚 🐠 🐋 🐬 🐳 🐠 🐚

ELIGE CÓMO LEERME...

LA MAGIA Y EL AMOR DE LAS LETRAS...


CON LA MAGIA DE LAS LETRAS Y EL AMOR DE SUS ENCUENTROS...

«La Novela es una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios». ©Milán Kundera.


«En esta comarca no existen reyes, aficionados o vasallos de las letras; sólo la magia de los artesanos de la palabra que intentan comunicar». ©Mar Solana.


«La verdadera novela es el arte que nace de la risa de Dios».

©Milán Kundera.

miércoles, 27 de mayo de 2009

EL MUNDO DE BRENDA



Me duele todo el cuerpo como si un millar de corrientes eléctricas lo estuvieran recorriendo palmo a palmo, centímetro a centímetro. El tacto áspero, rugoso y cortante del asfalto me quema la piel, sobre todo en aquellas partes de mi cuerpo que no están protegidas por la ropa. Detecto un inconfundible y penetrante olor a polvo, gravilla y alquitrán. Los olores son muy importantes para mí. A veces están indisolublemente entrelazados con el gusto y los sabores. De repente, me acuerdo de Marcos, un antiguo novio con el que salí hace algunos años. Una de las cosas que más nos gustaba hacer, entre nuestros juegos sexuales, era pasar nuestra lengua muy despacito a lo largo y ancho del cuerpo del otro porque así aprendíamos, o eso creíamos nosotros, a conocernos mejor. Cada rincón del cuerpo sabía y olía de una determinada manera. Detrás de sus orejas y en general, su cuello, me olía, me sabía, a roscón de Reyes con chocolate. Me hacía sentir tanta ternura, que por unos instantes, todo mi ser vibraba de intensa emoción y placer. Su ombligo y su vientre eran salados y olían a besos, risas y aperitivo en una terraza de un día de sol primaveral. Cuando Marcos me hablaba, siempre lo hacía acariciándome las mejillas y su voz me hacía sentir como cuando era niña y mis padres me llevaban a escuchar a la orquestina que venía a tocar a las fiestas del barrio, era tal mi entusiasmo y alegría, que me ponía de inmediato a bailar, consciente de que muchas veces me costaba seguir el ritmo, pero poco me importaba a mí eso en aquellos momentos de júbilo.
Así era como me sentía cuando Marcos me contaba cosas o me susurraba al oído (…)

Ruidos de pisadas y voces que se van acercando y aglomerando a mi alrededor. Cláxones impacientes, la sirena de una ambulancia y el reconocible y estruendoso ulular de un coche, a lo sumo, dos, de policía, inundan el lugar como viento de tormenta, rabioso y desaforado.
Una mano grande, cálida y con tacto de látex, coge con mimo y cuidado mi cabeza, la levanta brevemente y la vuelve a depositar, muy suave y lentamente, sobre una especie de almohada que siento fría e hinchada.
Trato de pensar, de situarme…
─ Señorita, ¿puede oírme?, ¿cómo se llama?─escucho una voz de hombre joven cerca de mi cara, de hecho creo que es la misma persona que ha puesto mi cabeza sobre esa especie de almohada─ ¿Señorita?, ¿cuál es su nombre?─ insiste. En el tono de su voz detecto un poco de compasión y algo parecido a preocupación.
Quiero hablar, pero mi garganta no colabora. Parece un sueño. Pero yo sé que no lo es. Lo último que recuerdo es que estaba cruzando la calle con mi perro, Trasgo, o más bien me cruzaba él a mí… “¡Dios mío, Trasgo!, ¿dónde está mi adorado Trasgo?, ¿qué me está pasando?” Un grito ahogado de angustia lacera mi alma y, de repente, levanto un poco la cabeza, siento como si me estallara en mil pedazos y con voz apenas audible, consigo balbucir ─: Bren…da, me llamo Brenda Mar…─ permito que mi cabeza, que pesa como plomo, vuelva a su sitio. Un intenso y punzante dolor recorre mis piernas. La boca me sabe a sangre seca, no consigo mover mis manos, “Dios mío, ¿será mi final?…”, y siento una inmensas ganas de orinar y de vomitar…

Me llamo Brenda Marviux y dentro de un mes cumpliré cuarenta y cinco años. Nací en España pero mis padres son americanos, procedentes de la mítica y tranviaria ciudad de San Francisco. Aún vivo con ellos, con mi perro Trasgo, un labrador que literalmente es el bendito niño de mis ojos y con Luna, una gata siamesa que cuando la cojo es como si me acariciasen cientos de dedos cálidos, enfundados en terciopelo.

Trabajo en la librería que regenta mi padre desde hace ya más de tres décadas, en la sección de Braille o libros para ciegos. Me quedé ciega apenas cumplidos los dos años de edad y la verdad, no guardo ningún recuerdo de ese breve tiempo de mi vida en el que según los informes médicos fui vidente. Mi sensación es que siempre he sido ciega.

Soy hija única y mis padres han dedicado todos sus esfuerzos y gran parte de su vida a intentar hacer la mía más práctica y asequible, pero la gran verdad es que soy una persona mutilada en un mundo que se rige por los colores y minusválida para una sociedad que necesita ser mirada cuando ella mira.

No tengo muchos amigos. Sin embargo, sí tengo una amiga del alma, se llama Marta y es vidente. Nos conocimos en el barrio cuando ambas teníamos seis años. Recuerdo haberle preguntado, cuando aún éramos dos alocadas y felices adolescentes, “qué por qué se acercó a mí para hablar cuando aún éramos unas niñas” y me contestó con esa firmeza, decisión y sinceridad que caracterizan a mi amiga, “
que por curiosidad, por un lado, porque mis padres eran de un país muy lejano y por ingenuidad infantil, por otro, porque yo era ciega y ella presumió que lo uno había llevado a lo otro o viceversa y se propuso averiguarlo.” (...)
─ ¡Eih, eih, eh…tranquila, Brenda, todo va a salir bien!, es mejor que se quede quieta, ¿ok?
─ ¿dónde está mi perro?, ¿dónde es… Trasgo? ─ consigo brevemente articular otra vez, pero esta vez no estoy segura de que aquel amable joven pueda oírme. Siento como mis mejillas se humedecen por mis lágrimas. Y vuelvo a acordarme de mi querida amiga, Marta.

Cuando Marta viene a casa a verme, puedo sentirla antes de que llame a la puerta. Su presencia es como un baile de flores y además, existe como una pequeña vibración en el ambiente que se hace mucho más perceptible cuando ella se acerca. El aire que rodea a Marta huele como la piel recién duchada, limpia, transparente, sin nada que camufle su verdadera esencia. Mi amiga es una mujer muy especial.
El timbre de su voz suena como los acordes, a veces de un piano, cuando Marta está contenta y satisfecha, y otras, como los acordes almendrados de mi saxofón, una amalgama de notas amargas y azucaradas que destilan grandes dosis de melancolía cuando se siente sola, triste y herida, o no se encuentra bien de salud. Es una mujer extrañamente hermosa.




Sus formas son compactas y redondeadas y me transmiten tersura a la par que un buen plante. Sin embargo, su rostro es anguloso e irregular, facciones fortuitas e indeterminadas que comunican confusión y desconcierto. Y como yo sólo comprendo la belleza interna o del alma, o sea, la que yo he aprendido a percibir con mis otros sentidos, un día le pedí a mi madre que me describiera a Marta, que me dijera cómo era físicamente.
“Es alta, buena figura, aunque ahora y tras los embarazos, le sobran unos kilitos que tampoco es que le desmerezcan demasiado, no creas. Su andar es garboso y resuelto, trasmite seguridad. Y aunque tu amiga no es fea─ me dijo mi madre─ no sé hija, Marta tiene el rostro siempre como crispado… o para que tú te lo imagines, su cara parece enfadada aunque se esté riendo a mandíbula batiente, ¿entiendes Brenda lo que quiero decir?”─Perfectamente, mamá, nadie me lo podría haber contado mejor.
Y fue en ese preciso momento cuando comprendí el significado de las formas imprecisas y desconcertantes que albergaba el rostro de mi mejor amiga (...)

─ Brenda, no debe moverse. Ha tenido usted un accidente. Ahora la vamos a pasar a esta cómoda camilla para llevarla a un hospital. Tiene que intentar estar muy calmada, ¿de acuerdo?─ no era la misma voz del hombre joven de antes. Su tono era firme y seguro y su timbre rayaba entre lo grave y lo tonante. No me transmitía apenas sentimientos, parecía una voz educada en la asepsia para proteger su mundo anímico, ¿sería el médico?
─ Brenda, no se esfuerce, por favor. Intente decirme su edad y si recuerda algún teléfono al que podamos dar aviso.
─ ¿Dónde está Trasgo?... por favor… mi perro…
─ ¿Trasgo?, ¡Ah, su perro!, no debe preocuparse por él. Se lo han llevado al veterinario, se pondrá bien, como usted. Creo que se había dislocado las patas traseras, pero saldrá de ésta. Su perro le ha salvado la vida, Brenda. Si no llega a caer encima de él… es muy probable que después de la brutal embestida de aquel coche, usted hubiera impactado de forma contundente sobre el asfalto con consecuencias mucho más graves o quizás, fatales. Tiene un perro muy avezado con su…─ era la misma voz aséptica que, de repente, se detuvo e hizo un incómodo silencio. Pero ya estoy acostumbrada a que la gente sienta reparos a la hora de hablar de mi incapacidad sin tapujos, a que me traten como alguien inferior o incluso, a veces, como si estuviera también sorda o fuera una niña desvalida. Quizás, el hombre de la voz firme y tonante, quiso decir: “tiene usted un perro muy listo para lo ciega que está usted, señorita…” Y estoy harto habituada a todas estas sensaciones y a saber que es así, aunque no pueda ver el gesto en el rostro de quién lo dice.

Y como yo nunca he visto una cara humana o no guardo recuerdo de aquellas que vi hasta mis veintisiete meses, he tenido que hacer mis propias composiciones y extraer mis propias conclusiones cuando, en general, las personas me describen un rostro y olvidan que jamás he visto uno. Por ejemplo, un buen amigo de la familia, Roque, expresó un día, durante una comida familiar y hablando de una compañera de trabajo, algo así como que su rostro tenía un rictus de seriedad pero que más o menos era guapa.
¿Rictus?, ¿guapa?... Yo no entiendo de belleza o fealdad visual, desconozco lo que es un rictus, pues como ya he dicho, no he visto las caras. Sin embargo, mi mundo está repleto de formas, texturas, contornos, además de sonidos y olores. En lugar de hablar de un rictus en su fisonomía, si yo palpo un rostro humano, percibo una especie de composición de formas en las facciones que o bien me comunica armonía y paz o bien, conflicto y confusión, como la cara de mi buena amiga Marta.

─Cuarenta y cuatro… años. Y aquí─ dije con dificultad mientras me sacaba de debajo del suéter una bonita y elegante placa de oro que colgaba de mi regordete cuello desde que cumplí los tres años─ es…está el teléfono donde pueden llamar, pero por favor─ imploré mientras cogía la primera mano que sentí a mi lado, dentro ya de la ambulancia y de camino al hospital, era la mano grande y cálida del hombre joven del principio─ díganselo con todo el tacto del mundo o mejor aún, procuren ir con vista, mi padre está enfermo del corazón ─le rogué a aquel amable hombre mientras intentaba tragar saliva con sabor a gravilla y a sangre seca. ¡Su mano era tan cálida y reconfortante!

Todas las sensaciones que me transmiten mis sentidos vivos son el pincel con el que yo pongo color o luz a la aparente oscuridad de mi mundo.
Tocar, acariciar, palpar, rozar, frotar, rascar, para que mis manos, mis dedos, me perfilen y afinen el mundo.
Oír, escuchar, percibir y aguzar para que mis oídos me hablen, me enseñen toda la sabiduría que contiene el mundo.
Oler, inhalar, olfatear como los animales, porque mi nariz quiere mostrarme todas las sensaciones y emociones que conforman el aliento de este mundo.
Degustar, catar, deleitarme, paladear todos los sabores del mundo para que mi boca me hable de las sustancias que componen el mundo.
Todas estas cosas son las que encienden mi antorcha en un mundo que vosotros, los videntes, imagináis permanentemente oscuro y yermo.

Después de veintisiete interminables días, Brenda abandonó el hospital con una pierna aún escayolada, varias cicatrices frescas y una cantidad considerable de contusiones y moratones. Su madre conducía la silla de ruedas que dejaría sólo y cuando tuviera la pierna totalmente recuperada. Su perro Trasgo, el niñito de sus ojos, todavía cojeaba, sin embargo, el animalito hacía ímprobos esfuerzos por trotar como de costumbre al lado izquierdo de su adorada Brenda.


Villalba, 29 de septiembre de 2008 (revisado y reescrito el 26 de mayo de 2009)

lunes, 25 de mayo de 2009

PREMIO "INCONFIDENTES 2009"

Queridos amigos, compañeros bloggeros, cibernautas "casuales", lectores y seguidores "Navegantes" de "MAR ADENTRO”:

Por parte de mi amigo Terly, del Blog: Extremeño en Cataluña (Terly), compañero bloggero muy apreciado por mí, me ha sido concedido: el Premio Inconfidentes 2009 , de gran significado en Brasil:

“Hoje comemoramos a morte de Joaquim José da Silva Xavier, o Tiradentes, Patrono Cívico da nacionalidade brasileira… Tiradentes, Alferes do exército português, embrionário exército nacional, foi o líder do movimento revolucionário chamado Inconfidência Mineira, que tinha como objetivo a independência da Capitania das Minas Gerais da metrópole portuguesa, cuja extorsão havia sido intensificada no final daquele século XVIII…” (sigue).
Le estoy inmensamente agradecida. Y siguiendo las reglas de este premio, paso a otorgárselo a… (se oyen redobles de tambor)… the winner is…:
TODOS “MIS NAVEGANTES PREFERIDOS” y seguidores incondicionales, o sea, todos los autores de aquellos blogs que figuran en las lista de “los blogs que yo sigo” (incluido Terly, si lo quiere por triplicado, como sería el caso…jeje), éstos son, por orden alfabético:

Adolfo payés - poemas: Adolfo
BLOG POESÍA Fernando Sabido Sánchez: Fernando
Cosas de la vida: Toñi
SALVADOR PLIEGO - POESÍA
Soniaradom: Sonia Ramírez

Así que ya sabéis, compañeros y amigos bloggeros: “Control C-enter-Control V”, useasé, los que queráis y os haga "ilu" este premio, pues copiáis la imagen y todo el post, y os lo lleváis para vuestro blog. A su vez, los que aceptéis este premio, ya sabéis que se lo debéis conceder a aquellos autores de vuestros blogs "prefes".

Como ya os he dicho al comienzo de este post, es la primera vez que recibo un premio bloggero y a mí me ha gustado, pero se dice, se comenta, se rumorea… por la Blogosfera, que a algunas personas no les hace mucha gracia este asunto de los premios bloggeros.
Pues bien, quiero dejaros muy claro por mi parte que el hecho de no aceptarlo o de no pasar a recogerlo, no significaría para mí el más mínimo menoscabo o desprecio.
Respeto y libertad, son mis máximas.
Sin embargo, también me alegrará verlo en el blog de todo aquel que lo acepte, os mentiría si os dijera lo contrario.

LAS “REGRAS DE CONCESÄO” SON LAS SIGUIENTES:
1ª- A liberdade buscada por Tiradentes e que é defendida pelo blogueiro ou web master que for homenageado deverá ser explanada juntamente com a apresentação da comenda…2ª- O homenageado poderá formular sua particular concessão, desde que estabeleça um link com a premiação original e com a que lhe honrou…3ª- O homenageado poderá conceder o Prêmio Inconfidentes 2009 a até 15 blogs e sites, desde que se enquadrem no item anterior - condições de merecimento…4ª- O banner do Prêmio Inconfidentes 2009 deverá ser inserido em local particular no blog homenageado, em forma de figura ou link.
Mi agradecimiento a mi buen amigo bloggero, TERLY, y mis felicitaciones para TODOS MIS “NAVEGANTES PREFERIDOS”.
CON CARIÑO PARA TODOS VOSOTROS:

MAR SOLANA

miércoles, 20 de mayo de 2009

RELATOS DE LA ANTORCHA: Charlas, lecturas y reflexiones alrededor de la hoguera.






“Los cuentos, son la herramienta más valiosa que tenemos para transmitir los más nobles ideales y arquetipos espirituales, así como los dorados valores con los que podemos contar los seres humanos en cada andadura Terrenal (…)”

Mar Solana



CAPÍTULO PRIMERO:

“La llamita que alumbra la noche: El respeto”

El mago Lumbrel y sus cuatro ninfas: Eolina, Samdra, Ondina Y Daphne, están esperando al duendecillo del bosque, Glïky, sentados en círculo alrededor de una reconfortante hoguera que, desde hace ya tiempos inmemoriales, encienden justo en el momento en que se inicia el crepúsculo, ni un minuto antes, ni un minuto después. Aquel mágico instante en el que el señor Sol se retira a otras latitudes del universo y la señora Luna se acicala para mostrarnos su redonda y blanca carita, bueno, a veces sólo nos enseña un pedacito de ella.

─Hum… pues parece que Glïky se retrasa, no es propio de él, suele ser rigurosa y meticulosamente puntual, hum… ¿le habrá pasado algo?─exclamó Samdra con cierto tono de preocupación en su voz al tiempo que se iba desperezando de su lecho de fuego. Porque Samdra era una ninfa de tal lumínico y caliente elemento. Un ser extraordinario de la naturaleza que conducía sus benéficas influencias elementales mediante el fuego. Gracias a ella, podían leer a sus humanos preferidos y calentarse de la humedad y el relente durante la noche. Gracias a ella, los escritores encendían velas que les iluminaban e inspiraban. Velas que con su luz y calor, colmaban de una silenciosa y acogedora paz sus espíritus errantes e inquietos. Gracias a Samdra, los humanos podían cocinar sus verduras y cereales y nutrir sus cuerpos. La convocaban en sus hogares, en los días más fríos del invierno, a través de su inseparable compañera, la madera seca.
─Bueno, bueno… no nos impacientemos. Ya no puede tardar mucho en aparecer, seguro que estará entretenido con sus bayas predilectas. Además, ayer ya os dije que hoy íbamos a hablar del respeto, con dos lecturas de Bert Hellinger, un interesante humano que ha dedicado sus fuerzas de trabajo a las "Constelaciones familiares". A Glïky pareció interesarle este tema especialmente…─sentenció el mago Lumbrel que era el responsable de nutrir con su sabiduría, reflexiones y lecturas las almitas del duendecillo y de sus cuatro ninfas.


De esta manera, transmitían nuestros amiguitos sus influencias a las personas, trabajaban sin descanso acompañando e inspirando a los seres humanos de forma velada y silenciosa.
Sin embargo, todos ellos formaban parte de un espíritu común, el noble y grandioso espíritu de la más sabia, acogedora y cuidadosa de las madres: la Naturaleza.
─ ¡Ouáu… constelaciones familiares, las familias humanas son un conjunto de estrellitas en el firmamento, cada una brilla con luz propia, qué hermoso!─exclamó con vehemencia sanguínea Eolina, la ninfa que inspiraba a través de los soplos del Aire, del viento y de la brisa, mientras recorría, juguetona e inquieta, una de las ramas del vetusto tronco del haya sobre la que reposaba cómodamente la espalda del Mago.
─ ¿Constelaciones?, ¿Bert, qué?, ¿respeto?, pero ¿de qué estáis hablando, amigos?─dejó escapar Ondina a través de su castañeteo de dientes. Acababa de llegar, estaba aterida. Ondina era la ninfa del agua, de las emociones. Estaba presente en todos los sueños de agua de los poetas, en los ríos, en las cascadas del escritor, en el mar… Ondina podía llegar a inspirar hasta en el agua de los hogares: el agua del baño, el agua que se bebía. Aunque a ella le resultaba más fácil su aspecto doméstico en el agua de los pozos de las casas de campo, allí no se vivía mal, pero ¡tiburón!, tenía su lado funesto. Al fin y al cabo, un pozo era lo contrario a la libertad e inmensidad del mar.
─Querida, estás helada, ¿estás bien?─le dijo cariñosamente Samdra, la ninfa del fuego, desde el otro extremo de la hoguera y en un intento de calentar a nuestra amiga, recién salida del lago del bosque. Y es que no era la primera vez que Ondina, al acercarse a Samdra para calentarse aún con más intensidad y al calor de sus maternales requerimientos, apagaba a nuestra amiga de fuego, que desaparecía hasta que Lumbrel se encargaba de hacerla aparecer de nuevo. Ahora que lo sabían, procuraban no acercarse la una a la otra, aunque eso no era óbice para que ambas se siguieran cuidando como merecen las ninfas, ¡con muchísimo Amor!
En aquel preciso instante, Glïky, el duende, y Daphne, la ninfa del bosque, se estaban acercando a la hoguera desde un rinconcito recién roturado. Glïky caminaba a brinquitos cortos, con sus piernecitas patizambas. Y Daphne, la hermosa ninfa de la tierra, flanqueaba sus pasos con andares estilizados fruto de unas piernas largas como estambres y de un cuerpo grácil como el pedúnculo de una flor. Hacían, en todo caso, una curiosa pareja. Glïky era el guardián, como si dijéramos, del bosque. Siempre ojo avizor hacia cualquier intruso, cuidando todas las bayas, frutos y todos los nuevos cultivos del bosque. Daphne se encargaba de enviar fuerzas terrestres de inspiración para influir benéficamente con sus latidos de Ninfa sobre todas las cosechas de hortalizas y cereales. Ella era la que se encargaba de llamar a Ondina para que refrescase la tierra, tras un día de sofocante calor de verano o un día de extrema sequedad de invierno. Conjuraba, así mismo, a Eolina, para que meciera entre sus benignas brisas al incólume cereal y le impeliera a expulsar sus nuevas semillas a través del polen, por todas las áreas cercanas a su contundente soplo.
─ ¡Vamos, vamos, amigos… acercaos al fuego, que vamos a comenzar con la lectura de esta noche!─ les azuzó Lumbrel visiblemente impaciente y emocionado.─ Esta noche vamos a hablar del… RESPETO─ concluyó Lumbrel con solemnidad y cuando se disponía a comenzar la lectura, Eolina le interrumpió con una de sus habituales preguntas─: Pero ¿qué significa esa palabra para los humanos, mago Lumbrel?
─ El respeto es el amor sin alharacas, Eolina─ comenzó el mago a explicar a su diminuta, acuosa, volátil, cálida y terrena concurrencia.─ el respeto… ─continuó con un rictus de ceremonia─ es aquella cosa que no necesita ser explicada si está presente entre las personas. El respeto lleva implícito la simpatía y la tolerancia hacia el otro, aunque éste no se parezca en nada a mí o haga cosas que no estén acordes a mi forma de ser. Es tener en cuenta, mirar y atender sus opiniones aunque vayan en contra de las mías. El respeto, queridos pupilos míos, es una forma sutil y hermosa de Amor entre los seres humanos─ concluyó Lumbrel con sincera afectación y comenzó a leer los “Pensamientos en el camino” de su sabio amigo humano, Bert Hellinger:



“(…) El que actúa con respeto piensa dos veces en lo que, bajo determinadas circunstancias, es bueno para el otro y acorde con su dignidad. Por eso, el respeto es sentido por el otro como estima. El respeto allana, pues, el camino para una relación de mayor cercanía y confianza.
Respeto quiere decir: me fijo en lo que está en el entorno del otro, en lo que pueda causarle miedo o resultarle ajeno. Voy a su encuentro con algo que le es familiar y que le ayuda a mostrarse como es, porque nota que le estimo. El respeto une, es tolerante.
En el respeto retiro algo propio de mí: una idea propia de lo que es correcto, una idea de mi propia importancia, un insistir en el camino y las metas propias. Porque si quiero imponerlo, lo propio resulta estrecho.
El respeto, en cambio, es abierto, ancho, condescendiente, sabe renunciar y es, en definitiva, una manifestación de Amor y afecto.
Respetar significa, en primer lugar, reconocer. Respetar a alguien quiere decir que reconozco que está ahí, que es como es y que es justo que sea como es. Eso implica que me respeto a mí mismo de igual modo: respeto que estoy ahí, que soy como soy y que es justo el hecho de ser como soy.
Si me respeto a mí mismo y le respeto al otro en este sentido, renuncio a formarme una imagen de cómo deberíamos ser, tanto yo como el otro. Sin esa imagen previa no existe juicio sobre lo que sería mejor. Ninguna imagen preconcebida se interpone entre mí mismo y la realidad, tal como ésta se manifiesta.
De esta manera, se facilita un segundo elemento, que también forma parte del respeto: amo lo real, en tanto es precisamente real. Esto significa sobre todo: me amo a mí mismo tal como soy; amo al otro tal como es; y me alegro de las diferencias que existen entre los dos.
Ese respeto guarda las distancias. No penetra en el otro y tampoco permite que el otro penetre en mí, que me imponga algo o que disponga de mí según su propia imagen. Por eso podemos respetarnos sin pretender nada el uno del otro.
Si nos necesitamos y pretendemos algo el uno del otro, aún tenemos que reparar en un cuarto aspecto: ¿nos fomentamos mutuamente o bloqueamos el desenvolvimiento de ambos? Si tenemos que reconocer que lo obstaculizamos, entonces el respeto no nos hará converger sino divergir. Por lo que debemos respetar que cada uno pueda y tenga que seguir su propio camino. De este modo, el amor y la alegría mutua más que menguar se profundizan. ¿Por qué? Porque el Amor y la Alegría son entonces como el respeto: serenos".
(*)

Y permanecieron todos allí, en silencio, pensando sobre las palabras que el mago acababa de leer y de verter en sus corazones. Escuchando el cri-cri de sus amigos los grillos y el ulular de Nox, su amigo el búho. Mirando el crepitar de las llamas en la hoguera. Y es que esa noche, Samdra estaba sencillamente, ¡radiante!

Villalba, 20 de mayo de 2009.

(*) El texto que aparece en color verde es del libro: “Pensamientos en el camino” de Bert Hellinger.













domingo, 17 de mayo de 2009

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Queridos amigos, compañeros bloggeros, cibernautas "casuales", lectores y seguidores "Navegantes" de "MAR ADENTRO" :
Los que me conocéis, ya habréis visto que lo mío es la prosa, o sea, que soy "la chica del rollo". Sin embargo, de vez en cuando, sobre todo cuando me siento más triste, sola o melancólica, me visita mi vena poética (me viene de familia...) y ordeno las palabras como en versos y los versos se alinean para hacer una especie de poema... Que me perdonen mis vates profesionales, pero es que cuando llega, es como un torrente y no la puedo parar... Este poema se lo dedico a Juan, mi amado esposo. Hace ya veintidós años que caminamos juntos, y todos los que nos queden para...
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Muéstrame una rendija
de tu jardín cerrado,
luz a través de mi llanto…
sonrisas que anuncian verano.

Déjame ver las espigas
de ese jardín dorado,
amable brisa sofoca
un grito desgarrado.

Comparte mi oscuridad
con tu pensar nacarado
despliega un hilo de tu luz
sobre tapiz de sueños amados

Ábreme sólo una puerta
de ese jardín vedado…
llegó la hora de cosechar
mi corazón plantado.

Villalba, 16 de mayo de 2009

miércoles, 13 de mayo de 2009

LA PLUMA DE ORO



Pero… ¿¡¡Qué demonios era aquello!!?” ─exclamó Joe aterrado y petrificado en un lugar de Central Park de cuyo nombre no deseaba acordarse…


Aquella calurosa mañana de primeros de septiembre, en el distrito de Manhattan, algunas nubes preñadas de agua surcaban el cielo. Iban y venían pidiendo permiso al sol para invitar a beber a la tierra seca y ajada por el incesante calentamiento del estío. Joe había extraviado su pluma de oro recién estrenada, un bonito regalo que le hizo su amigo Harry por su trigésimo séptimo cumpleaños. Se encontraba en un apartado lugar de Central Park, buscando con tesón su precioso tesoro dorado. Aquel sitio se había convertido en su última esperanza para encontrarlo. Pero ahora, le asaltaban de nuevo sus habituales y pertinaces dudas. El día anterior, se había dedicado con ahínco a buscar su pluma nueva haciendo pequeñas y desesperadas batidas por todos los rincones del autobús que conducía desde hacía diecisiete años. Aprovechó los momentos de descanso, entre ruta y ruta. Más los resultados fueron infructuosos. No obstante, Joe no estaba totalmente convencido de haberla perdido allí. Albergaba un brumoso recuerdo sobre si volvió con su pluma a casa, tras el picnic que ofreció a sus amigos para celebrar su cumpleaños, o sobre si quizás, se hubiera extraviado allí, en aquel agradable y apartado rincón de Central Park donde lo celebraron y donde Joe, orgulloso de su brillo y empaque, estuvo jugueteando con ella, entre risas y bromas, para presumir de pluma nueva con todos sus amigos.


Joe era un tipo alto y de complexión atlética. Tenía la tez y el cabello tan morenos que quizás le concedieran un aspecto más latino que americano. A cada lado de una prominente e irregular nariz, se abrían paso unos ojos vivarachos, pequeños y del color de la miel. Unos labios finos y casi permanentemente fruncidos dotaban su semblante de una extraña catadura, como en un rictus de permanente despiste, y unas piernas larguiruchas y algo patizambas le otorgaban un porte desgarbado.


Rápidamente decidió ponerse manos a la obra, y con un mohín de desdén en sus labios y un manotazo en el aire, desechó todas sus reflexiones que sólo le estaban trayendo angustia y más confusión. Comenzó a buscar por el último sitio donde recordaba haber guardado el estuche de la pluma, miró por allí y por allá y nada, ni rastro. Una oportuna huelga de basuras junto con la soledad y el aislamiento de aquel lugar jugaban a su favor y Joe, visiblemente impaciente, miró en las repletas papeleras de la zona. Nada. Volvió sobre sus pasos y se acercó a la enorme secuoya donde estuvieron reposando la comida. Recorrió el milenario árbol palmo a palmo y cuando ya creía tener todas sus esperanzas perdidas, un pedacito de suelo apareció iluminado, radiante y dorado ante sus ojos. Se acercó aún más, pletórico de entusiasmo, se agachó y allí estaba la más buscada, la más deseada, entre hojas caídas, algunos papeles, arena y… pero… “¿Qué mierda es esto?, ¡maldita sea!...pero si es una… ¡Oh, dios, no puede ser, no puede ser…!”─decía Joe totalmente aturdido, como presa de un mal sueño.


A aquellas horas del crepúsculo de finales del verano, todo Central Park se hallaba impregnado de una mezcla de aroma a rosas, menta y hierba fresca, pero en aquellos instantes, Joe sólo podía percibir como una sutil corriente de aire saturaba sus enormes fosas nasales con un hedor pútrido y nauseabundo. Sintió deseos de vomitar. De repente, vio con estupor cómo se acercaban cuatro policías, tres hombres y una hermosa mujer. Les acompañaba otra mujer, algo más joven y ataviada con unos minúsculos shorts y una ceñida camiseta de algodón blanca. En su mano derecha portaba una elegante correa para sujetar a su inquieto perro, un Cocker color canela de aspecto impecable.

“Pero… ¿quién diantres?, ¡si hace unos segundos estaba completamente sólo!” Joe comenzó a temblar y rápidamente y casi sin pensarlo, decidió ocultarse al abrigo de unos densos y tupidos matorrales, con sutileza apartó algunas brozas en el afán de fabricarse una mirilla improvisada.

─ ¡Eh, tú, la del perro, o cómo diablos se llame usted! Tendrá que ir a declarar a la Central─ dijo el comisario Bloodhound mientras explotaba un globito de una masa pastosa y verde que daba vueltas en su boca como calcetín en lavadora. Era increíble, pero a Joe le pareció, desde aquella distancia, como si aquel policía tuviera cara de perro. Y más o menos, así era, aunque en lugar de gruñir o ladrar, hablaba.

─ Pero señor, ha sido su perro el que…

─ agente García, cierre su bonita boca y reserve su saliva para la compra del super─dijo el comisario al tiempo que espetaba una sonora carcajada que coronó con otro globito explotado en las mismas narices de la guapa y eficaz agente de policía, Reyes García. Una simpática mejicana que siempre patrullaba por Central Park, al atardecer. A Joe le resultaba increíblemente familiar aquella mujer morena, de curvas marcadas a pesar de lo masculino de su indumentaria y penetrantes ojos negros.

─ ¡Vamos, nena, mueve tu precioso culito y llévate a la del perro a declarar, yaaa, joder! ¡Smith, pida refuerzos a la Central y que peinen la zona, ahora! ¡Rodríguez, despierta de tu puto alucine y coge la maldita pala para retirar toda la puta basura… a ver qué coño tenemos ahí!─ les aulló el comisario para imponer sus… groseras maneras de proceder y sus desabridos modales labrados a conciencia durante los nueve años que pasó en los Marines. La agente García y los demás, ya estaban acostumbrados a su tosquedad y a su lenguaje de taberna. Puta y maldito, en sus diferentes formas y entradas, eran las palabras más pronunciadas por aquel aguerrido comisario.


Al agente Rodríguez, un tipo gordito, calvo y sudoroso, se le unió el agente Smith, un policía de complexión robusta, tímido y de carácter más sosegado. Venía con refuerzos, con unas grandes bolsas de plástico negras y varias palas más. Sin intercambiar palabra, ambos agentes cavaron con obstinación y presteza durante algunos minutos. Joe observaba la escena sin dejar de temblar, cada vez sentía más pavor, tanto, que apenas se atrevía a respirar o a tragar saliva. El comisario Bloodhound, se movía con paso firme por la zona. Iba de aquí para allá, escrutándolo todo a su paso, husmeando cualquier rastro extraño y auscultando todos los sonidos y ruidos desconocidos de aquel lugar. De repente, se paró justo enfrente del matorral donde se escondía Joe, que comenzó a temblar como un teléfono móvil en modo” vibración”. Ahora sólo veía las piernas del comisario enfundadas en un elegante pantalón de lino gris.

─ ¡Smith, Rodríguez, vamos, mover vuestros malditos traseros! ¡Qué no tenemos todo el
día─ gritó a sus hombres notoriamente impaciente y malhumorado. Los agentes ya casi habían terminado su faena y el comisario, para tranquilidad de Joe, se acercó de nuevo a sus hombres que habían dejado al descubierto el cadáver de un hombre joven, cubierto de sangre seca, barro y con la ropa desgarrada.

─ ¿Qué tenemos aquí? ¿Quién será este desgraciado? ¡Smith, vamos, llame a los demás hombres, qué venga el forense! ¡Y ya sabéis, comemierdas, ni una maldita palabra al FBI!, ¡mantened vuestras putas bocas cerradas!

Joe, sin parar de temblar, intentó enfocar aún más, si cabe, su vista sobre el hombre muerto. De repente, y mientras los agentes volteaban el cadáver, vio algo que le llenó de espanto y horror, hasta tal punto que llegó a pensar que estaba siendo víctima de una perversa pesadilla… ¡aquel hombre muerto, dios, pero si era él! Se estaba viendo a él mismo… ¿muerto? ¡Su propio cadáver!… Entonces… ¿qué era él?, ¿qué diablos estaba sucediendo allí? Joe empezó a sentir un gran malestar y se desmayó. Percibió como si la furia de un torbellino le arrastrara por una especie de túnel oscuro con un bello arcoíris al final.


“Definitivamente ─pensó─ debo estar muerto… ¡Y ni siquiera como fantasma he sabido aprovechar mi tiempo! Arrebujado en el mismo escenario de mi final, ¿qué me pasaría?, y muerto, nunca mejor dicho, de miedo. ¡Ni siquiera he podido despedirme…!”

De repente, Joe pudo recordar con una claridad pasmosa todo lo que había pasado. Cuando finalizó el turno con su autobús, había vuelto a aquel lugar del gran parque a buscar su pluma. Después de una búsqueda algo farragosa, Joe la había encontrado, por fin. Mientras lo celebraba, había aparecido por allí, como por arte de magia, un yonqui de unos veinte años, con la cara inflamada y con unas enormes ojeras entre moradas y amarillas, que apenas sí dejaban ver tras ellas unos diminutos ojos negros de mirada sibilina. Enseguida se percató de cómo brillaba la pluma recién encontrada en la mano de Joe, y sin mediar palabra, le intentó arredrar encañonándole con una pistola de calibre pequeño en el corazón. Joe trato de tranquilizarle y le dijo que le daría toda la pasta que llevaba encima, pero la pluma… ¡no podía volver a perderla! Le dijo que no valía gran cosa, que era un regalo de un buen amigo, que esto... y lo de más allá. Razones que sólo consiguieron poner al chaval aún más nervioso y fuera de sí de lo que ya estaba. Por la fuerza y tras imprecar a Joe, trató de arrebatársela de la mano y éste se resistió. En cuestión de segundos, se desató un forcejeo entre ambos. Se oyeron dos disparos y Joe cayó fulminado al suelo. Un hilillo de sangre comenzó a escaparse por una de sus comisuras y su camisa beige empezó a volverse roja. El yonqui se asustó y salió corriendo, se había olvidado ya de la pluma. Al cabo de unas cuantas horas, volvió con algunos colegas para comprobar que lo que había pasado allí no había sido fruto de alguna de sus alucinaciones. Con dos de sus colegas y una pala, mal enterraron a Joe. Un brazo quedó fuera, daba la impresión de estar dislocado del resto del cuerpo. La pluma quedó muy cerca, entre hojarascas, papeles y tierra de aquella tumba mal improvisada y cruel. Se olvidaron de su pequeño tesoro, menos Joe, que ahora la estaba contemplando en su etérea mano. Le parecía que brillaba más que nunca, tanto que casi deslumbraba como sol de agosto. Sabía, por las películas y alguna novela, que los fantasmas eran seres incorpóreos incapaces de sujetar nada, porque todo lo traspasaban. Sin embargo, su pluma se sujetaba firme en su mano. De forma providencial, encontró un papel a su lado. Estaba algo sucio, arrugado y con una cara escrita, parecía una lista de la compra. Joe notó con alegría como también podía coger el papel, lo alisó y por la cara en blanco, comenzó a escribir con su querida pluma, que brillaba como el sol, una carta de despedida para su bella esposa, la policía mejicana Reyes García, que en ese preciso instante estaba siendo atendida en el LongLife Hospital por shock nervioso.


Villalba, 3 de abril de 2009

miércoles, 6 de mayo de 2009

EL DESTINO DEL HORROR


Por la Esperanza, porque constituya un acicate en lugar de un sueño dormido…
Por la Certeza de que la oscuridad más absoluta será el germen de la Luz más resplandeciente y eterna…

Mar Solana


“¡Dios mío, no, déjeme, pero…! ¿Qué me va a hacer?, ¿quién es usted, qué va a…por qué…? ¡No, no, no, no me mate, por favor…!”.

Voces y gritos que traspasan los límites de la angustia. Los oigo todos los días, casi en todo momento, desde que él me capturó y me encerró en esta especie de zulo húmedo y nauseabundo. Lo peor es que ya no soy capaz de distinguir si las voces están ahí fuera realmente, si están en mi mente o constituyen una fatal mezcla de ambas cosas.

Me llamo John Mindlit y trabajo para un cuerpo especial de policía: la UECP o Unidad Especializada en dar Caza al Psicópata, el cuerpo de policía más numeroso y que más medios, tanto humanos como materiales, despliega en su inagotable y constante labor. Pero no soy un poli, soy mucho más peligroso para las bestias que ellos. No hace más de dos siglos, a las personas como yo nos arrinconaban como animales defectuosos en asépticos y monocordes lugares y anegaban nuestra sangre con toda clase de venenos químicos en un fútil intento de ahogar nuestro “don”. Ahora somos para los polis mucho más valiosos que su pipa o su placa y nos necesitan más que el café o que su maldito donut de la mañana.

En este inmundo sitio estoy perdiendo la noción del tiempo. La pálida luz de una escuálida bombilla que, tímida, se descuelga de un pequeño boquete taladrado sin ningún esmero en la pared, cercana a la puerta, constituye mi única guía. Durante unas horas se apaga y me quedo en la más absoluta de las tinieblas. El día y la noche se funden bajo una misma garra, entremezclan sus horas al son que marcan algunos sonidos que tan sólo me ayudan con la consciencia del antes y del después. Si se oye el silbido lejano de algún tren cohete y el retumbar de una excavadora: debe de ser por la mañana. Silencio sepulcral y el “clin, clin” de una gota que se escapa del herrumbroso grifo de esta especie de lavabo: debe de ser ya por la noche… y a los pocos minutos, todo se vuelve oscuridad.

Ya no sabría determinar el tiempo que llevo aquí encerrado por deseo de esta bestia que me manipula a merced de sus cruentas veleidades. Me hace depender de él para las pocas y esenciales necesidades que ahora tengo, como vampiro de sangre ajena.

En siglos pasados al ser humano le gustaba soñar con un futuro más amable, preñado de amor y bondad. En el siglo veintitrés, el mal se ha extendido como fuego por un campo de malezas y los psicópatas no sólo no han desaparecido, sino que se han multiplicado como los panes y los peces. Como una raza aparte, se han hecho básicamente más fuertes, pero no más listos, y traen en jaque a los polis, esos para los que yo trabajo, sin ofrecerles tregua o descanso.

Toda esta especie de estancia subterránea está impregnada de un olor acre y metálico, como una mezcla de hierro oxidado y azufre. Parece como si lo hubieran esparcido a brochazos y luego lo hubieran fijado con el barniz del horror. Se añaden al conjunto algunas fétidas pinceladas de detritus de todo tipo, tanto humanos como restos de comida putrefacta.

La aspereza, la humedad fría y detenida de este lugar, se puede palpar y sentir en cada paso, en cada esquina de este zulo inmundo que, por mis pasos, no le calculo más de diez metros cuadrados. Un penetrante olor a sangre seca en la que todavía se pueden adivinar, esparcidos por el aire, los ecos de un último grito que asistió al destino del horror, me impide hospedar en mi estómago alguna sensación de hambre. La irregularidad de todo este zulo me mantiene en un estado de constante alerta.

No he visto aún su rostro. Me trajo hasta aquí narcotizado, en una especie de coche o camioneta que olía terriblemente a orina, sudor y combustible requemado. Sin estar dormido del todo, sentí como me arrastró maniatado y con mis ojos completamente vendados hasta esta mugrienta y malhadada estancia en la que apenas sí sobrevivo.

Silencio y el repiqueteo de esta eterna y prófuga gota de agua. La tenue luz de la macilenta bombilla me deja otro día más desamparado, pero es mi única compañera el resto de las horas. Escucho con nitidez los mismos pasos de todas las noches, cadenciosos, pero rasgando cualquier hálito de vida. Sus pensamientos se esparcen como proyectiles desaforados: “Maldito telépata hijo de puta…carne de vientre endemoniado, maldito seas tú y toda tu estirpe…todavía me sirves vivo, todavía…”. Entreabre la puerta carcomida dejando escapar el mismo chirrido de siempre. Sin embargo, hoy puedo ver algo de luz ahí fuera. Su contorno asimétrico se dibuja en el umbral, dejándome entrever un rostro encapuchado y una figura negra cual abismo. Con gesto brusco y a la vez cansado deposita en el suelo mi ración diaria: una especie de papilla en una escudilla metálica que apesta.

─Tranquilo, síntico(*) del demonio ─exclama con la voz quebrada, al tiempo que se va acercando hasta el rincón donde me hallo arrebujado─, si me has oído con tu sesera, ya sabrás que no voy a liquidarte, de momento. Ahora vas a trabajar para mí. Me ayudarás a dar caza a todo ser humano doliente. Sé que a ellos les “oyes” mejor, les reconoces entre los demás. Quiero terminar yo mismo con su sufrimiento, tengo que acabar con la herrumbre de este mundo, es mi destino… ─y prorrumpió en bruscas y estridentes carcajadas que hacían convulsionar su caja torácica como un acordeón sin dueño, y lanzaban su eco al aire como balas sin control─. Cuando ya no quede ni un solo corderito…, entonces te tocará a ti ─dijo remedando el gesto de rebanar el gaznate con el canto de una mano enfundada en el más negro de los guantes. El negro destino del horror.

“Es el principio del fin”, escuchó John viajando a través de ese aire infestado de inmundicias. Sí, pero el principio del fin de las bestias. El ser humano ennoblecía su espíritu con el sufrimiento y su alma se instruía en el coraje para construir grandes fortalezas que protegieran de todo mal sus inciertos destinos, plagados de desatino y quebrantos. Era el comienzo de la era de los sínticos, ellos eran como una gran fíbula dorada, capaz de abrochar todas las piezas sueltas de tan infausto mundo.

(*) Síntico: término equivalente a empático…

Villalba, 22 de abril de 2009 (Revisado el 12 de febrero de 2010)

AD AETERNUM...

PENSAR... MAR ADENTRO.

PENSAR... MAR ADENTRO.
«La mente intuitiva es un don sagrado del que la mente racional es su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra el sirviente y ha olvidado su don» © Albert Einstein. Imagen: Faro de Suances (Cantabria) © Mar Solana.

CUADERNO DE BITÁCORA: "DIARIO DE NAVEGACIÓN" ...


Hace medio siglo ya me gustaba llevar lectura al campo ☺️

Soy la niña que asoma por la esquinita de la ventana, la primera por la izquierda... 😃 GRACIAS, MÓNICA...

NAVIDAD BLOGUERA 2020-2021

NAVIDAD BLOGUERA 2020-2021
¡Gracias, Mónica! Por tu trabajo y generosidad cada año :)

NAVIDAD BLOGUERA 2019-2020

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¡Gracias, Mónica! Eres una artista :)

Navidad Bloguera 2018-19-Tarjeta Personalizada

Navidad Bloguera 2018-19-Tarjeta Personalizada
¡Gracias Mónica! 🤗

ME GUSTARÍA SER DUEÑA DE UN INGENTE TESORO...

ME GUSTARÍA SER DUEÑA DE UN INGENTE TESORO...
... EL TIEMPO DESGRANADO Y SIN PRESTEZAS PARA ESCRIBIR, ESCRIBIR, SÓLO ESCRIBIR...

«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».

«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».
¿Y leer? Me apasiona devorar libros. Es como visitar el hogar espiritual de mis escritores favoritos y paladear un delicioso vino de su mejor cosecha de Letras... Un buen libro es como una liana, te ayuda a desplazarte por la inmensa selva de tu imaginación... Leer también me facilita la tupida tarea de ir desbrozando esa maleza que se enreda entre la escasez de ideas y la falta de inspiración... ¡Nunca dejes de leer!

SABIA MAFALDA...

¿Te apetece entrar en mi Cuaderno de Bitácora?

¿Te apetece entrar en mi Cuaderno de Bitácora?

GIRASOL...

GIRASOL...
Mandala pintado por © Mar Solana.
MANDALA DEL SOL...

«Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca has hecho.»

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...
... es la luz que te conduce a sacar de tí lo mejor, a crecer en la mirada de quien verdaderamente te ama. El verdadero amor te quiere libre y como ser expansivo. Nunca admite murallas para el alma que respira... Es descubrir tu segunda piel, la que te eleva a la capacidad de ser decididamente afectivo, humedeciendo con licor de alegría los desiertos emocionales ... CARLOS VILLARRUBIA.

VIVIMOS SIEMPRE JUNTOS...

Llenamos el caldero
de risas y salero,
con trajes de caricias

rellenamos el ropero.

Hicimos el aliño

de sueños y de niños,
pintamos en el cielo
la bandera del cariño.

Las cosas se complican,
si el afecto se limita
a los momentos de pasión...

Subimos la montaña

de riñas y batallas,
vencimos al orgullo
sopesando las palabras.

Pasamos por los puentes

de celos y de historias,
prohibimos a la mente
confundirse con memorias.

Nadamos por las olas
de la inercia y la rutina,
con la ayuda del amor.

Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano que el viaje es infinito,
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo,
y llegará el momento
que las almas
se confundan en un mismo corazón...
(Letra y música: Nacho Cano)

ESTA SEMANA, TE RECOMIENDO... COGE UNA DE MIS CARACOLAS Y PPPSSSHHH... ESCUCHA...

Blade Runner ¡Forever!