Queridos amigos, lectores, seguidores, bloggeros y navegantes “casuales” por MAR ADENTRO:
En abril de 2007, se publicó una curiosa noticia en todos los periódicos del mundo. A mí me llegó el otro día, vía mail y gracias a mi hermana, porque he de confesaros, que no siempre me entero de todo lo que sucede allende los mares :-). Por lo visto, fue una notica enormemente mediática y muy comentada, sobre todo en círculos afines. He cogido de aquí y de allá, cual collage, todo lo que he encontrado referente a esta noticia y lo he resumido en un pequeño relato que os dedico a continuación a todos vosotros, amigos lectores.Espero que lo disfrutéis, y aunque seguramente, muchos de vosotros ya conoceréis la historia, no quería dejar de compartirla…
UN VIOLINISTA EN EL METRO
Hace dos años, un hombre de mediana edad, alto y corpulento, moreno y de pelo liso, con la nariz levemente respingona, se sentó en una estación de metro de la ciudad de Washington a una hora punta, un viernes de una fría mañana del mes de enero, y comenzó a tocar el violín, un Stradivarius de 1713.
Durante cuarenta y tres minutos, el hombre de la nariz respingona y gesto sereno, tocó el violín vestido con vaqueros, una camiseta y una gorra de béisbol. Interpretó seis obras de Bach. Durante ese tiempo, se calcula que pasaron por esta estación algo más de mil personas, probablemente de camino a sus trabajos.Transcurrieron tres minutos hasta que alguien se detuvo ante el músico. Un hombre joven, de unos treinta años, alteró por un segundo su paso y advirtió que había una persona tocando música. Se detuvo frente al violinista durante unos minutos para escucharle. Por su gesto se podía adivinar como su ánimo se iba anegando de una inmensa paz.
Un minuto más tarde, el violinista recibió su primera donación: una mujer arrojó un dólar a la funda de su violin y continuó su marcha. Algunos minutos más tarde, alguien se apoyó contra la pared a escuchar, pero enseguida miró su reloj y retomó su camino.
Quien más atención prestó fue un niño de 3 años. Su madre tiraba del brazo, apurada, pero el niño se plantó ante el músico. Cuando su madre logró arrancarle del lugar, el niño volvió a girar su cabeza para mirar al artista. Esto se repitió con otros niños. Todos los padres,sin excepción, les forzaban a seguir la marcha.
En los aproximadamente tres cuartos de hora que el músico tocó, sólo siete personas se detuvieron y otras veinte dieron dinero, sin interrumpir su camino. El violinista recaudó treinta dos dólares.
Cuando terminó de tocar y la estación volvió a sus habituales ruidos y normal bullicio, nadie pareció advertirlo. No hubo aplausos, ni reconocimientos.Nadie lo sabía, pero ese violinista era Joshua Bell, uno de losmejores músicos del mundo, tocando las obras más complejas del egregio músico J.S. Bach. Dos días antes de su actuación en el metro, Bell colmó un teatro en Boston, con localidades que promediaban los cien euros.
"Era una sensación extraña, la gente me estaba... ignorando", declaró el afamado violinista. El virtuoso asegura que habitualmente le molesta que la gente tosa en sus recitales, o que suene un teléfono móvil. Sin embargo, en la estación de metro se sentía "extrañamente agradecido" cuando alguien le echaba en la funda de su violín unos centavos. Bell recuerda con pesar los momentos más difíciles: “cuando acababa una pieza, nadie aplaudía”.
Queridos amigos, esta es una historia real. La actuación de Joshua Bell de incógnito en el metro americano fue organizada por el diario The Washington Post como parte de un experimento social sobre la percepción, el gusto y las prioridades de las personas.La consigna era: en un ambiente banal y a una hora inconveniente, ¿percibimos la belleza? ¿Nos detenemos a apreciarla? ¿Reconocemos el talento en un contexto inesperado?
Expertos citados por el diario aseguran que el contexto importa, y que una estación de metro en hora punta no permite que la gente aprecie la belleza.
Pero amigos, si no tenemos un instante para detenernos, en cualquier parte, como hacían los niños que por allí pasaban, a escuchar a un excelso virtuoso del violín interpretar piezas clave de la música clásica… yo me pregunto: ¿qué otras cosas nos estaremos perdiendo?, ¿realmente somos tan mentales qué sólo podemos apreciar algo tan espiritual como es la música clásica en un ambiente “preparado” para tal efecto, como un teatro o un auditorio?, ¿por qué un niño sí es capaz de percibirlo?
En todo caso, creo que es un curioso experimento que invita a la reflexión, ¿vosotros qué opináis?
Un cariñoso saludo y gracias por vuestra atención,
Mar Solana