¿Qué tal va vuestra primavera? ¿Os queda ya más ajustadita o aún seguís hilvanando sus costuras? :)
Todos los años, por estas fechas, me sumergo en las limpiezas anuales de la casa. Limpiar, ordenar, renovar, recolocar; es agotador, pero me ayuda a encontrarle la talla a esta primavera algo "locuela" ;)
Haciendo lo mismo en mis bodegas de letras, he divisado este relato fantástico de la época que recuperé mi "leitmotiv" para volver a escribir...Lo he desempolvado, lavado un poquito la cara...y ¡voilá! aquí os lo dejo, para vosotros. Espero que lo disfrutéis en este bonito sábado primaveral.
Finales de verano. Jorge caminaba decaído. Contaba los adoquines y miraba de soslayo las vías del tren. Pinos y encinas que olían a retama quemada; nubes que pedían permiso al sol para descargar algo de agua sobre la tierra seca del verano. Aunque el calor ya no era tan sofocante como en plena fiebre estival.
Jorge, sumido en sus pensamientos, levantó la vista y vio como una persona un poco extraña se acercaba. Caminaba confiado y con claros indicios de inseguridad. Había algo muy raro en aquel ser… Jorge observó que no se parecía a nadie en particular y, sin embargo, tenía los rasgos de casi toda la gente que él conocía y recordaba; como si un mismo semblante albergara muchos otros, todos ellos indefinidos, sin perfilar. Una fisonomía inacabada y un porte disperso e irregular que despertaron en Jorge inquietantes sensaciones. Un repentino escalofrío le impulsó a bajar de nuevo la mirada y se hizo el despistado. Comenzó a silbar “You`re beautiful”… Se cruzaría con ese alguien que se parecía a uno solo y a todos a la vez, como con tantos en el día, y seguiría su camino, sin más….
De repente y para su sorpresa, la criatura se detuvo delante de él. Jorge advirtió unos ojos normales a simple vista; sin embargo, su mirada estaba allí y en muchas otras partes a la vez. Proyectaba muchas imágenes insólitas y de originales colores en forma de destellos intermitentes. Su pupila guardaba algunos ocelos como los de una araña.
─Hola, soy un ser obnubiloso, y tú eres… ¿quién eres tú?, ¿estás aquí? ¡Cuánto sol! ¡Cuánto sol! ─se dirigió a Jorge con impaciencia y de forma algo inconexa… Abrumado, no tanto por el atropello de tanta pregunta, sino porque le hablara a él, Jorge se bloqueó y soltó una risita nerviosa y entrecortada…
─Yo… yo soy… pues… ¡Yo soy Yo!…─le dijo al fin a la criatura que lo observaba con atención sin mirarle─. ¡Y claro que estoy aquí!... Supongo que como tú, ¿no?
─ ¿Cómo quién?, ¿Cómo quién? ─preguntó insistente como si fuera su propio eco─. Soy un ser obnubiloso… ─repitió─ y estoy aquí y en muchas partes a la vez. Esto es esto y también lo demás. Queremos decir cosas pero nunca decimos nada. Parecemos amigos y, en realidad, no lo somos. Nuestro discurso es rico y grandilocuente, y también pobre y vacío. Hacemos muchas cosas a la vez y nunca hacemos nada. Nuestros pensamientos son unos tentáculos que se esparcen aquí y allá, y nunca concretan, ni enseñan nada. Albergamos siglos y siglos de sabiduría que, de repente, puede quedar derretida como mantequilla al fuego o esparcida en pequeños granitos como el azucarillo en agua. No sabemos lo que significa un compromiso o amar a alguien. Sin embargo, queremos a todo el mundo y no amamos a nadie. En nuestro planeta, Obnubilia, llevamos tiempo esperando vuestra visita y detestamos a los intrusos; no nos gustan las molestias…
─ Pero… ¿¡En qué quedamos, amigo!? ¿Queréis nuestra visita o no? Y además… ¿cómo demonios vamos a ir a vuestro planeta…? ¡Ignoramos dónde está! ─le espetó Jorge, confuso. Aquel ser comenzaba a irritarle…
─En Obnubilia ya han empezado las conversaciones…Cada mañana para seguir aquí, entre vosotros, nos damos un baño de flores secas y dispersión.
Jorge se percató de que la criatura le escuchaba, aunque parecía no entenderle o como si hablara en otra lengua ─curiosamente le ocurría a diario con muchas personas…─. La situación se tornaba absurda. ¡Así no había manera de comunicarse! “¿¡Baños de flores secas y dispersión!?”.
─Lo siento amigo, pero ahora el obnubilado soy yo, ha sido un placer con…─. Su extraño amigo no le dejó terminar:
─Somos seres obnubilosos, obnubiladianos… de Obnubilia. Somos de aquí y de todas partes. Un día llegamos… no hemos terminado de venir… ─la criatura se acercó más a Jorge, sus pequeños ocelos se movían muy deprisa. Proyectaban imágenes de grandes naves perdiéndose en el espacio a toda velocidad y de manos y apéndices dándose apretones. Jorge retrocedió asustado. Su sonrisa se volvió una mueca de desconcierto y recelo…
─Si un obnubiladiano te toca el antebrazo izquierdo, serás ya uno de ellos…─le dijo, al mismo tiempo que alargaba hacia él sus dedos como tentáculos… También eran como botones de semillas; varios dedos y muchos a la vez… ¡qué chocante y turbador! Jorge no sabía qué hacer. Pese a lo inaudito de la situación, sacó fuerzas de flaqueza, se acercó a él y le tendió su mano con firmeza y bizarría:
─Te ofrezco todo mi brazo en señal de amistad, no para convertirme en uno de los tuyos. Reconozco algo de mí en ti y reflejas partes de muchas personas… sobre todo, aquellas cosas que menos me agradan. Podemos ser amigos, conocernos mejor, pero no puedes obligarme a ser como eres tú. El amor y la amistad no conocen presiones, sólo nuestra libertad para elegir aquello que deseamos.
La criatura esbozó una sutil y breve sonrisa, era una mueca de enfado e, incluso, un gesto que contenía la mayor indiferencia. Sus ojos dejaron de proyectar imágenes y todos sus ocelos se movieron en la misma dirección, querían encontrar los de Jorge, su nuevo amigo humano, y despedirse… Después de un breve lapso sin conseguirlo, sus ojos volvieron a mirar en todas direcciones… Y aquel insólito individuo se marchó con pasos decididos e inestables; inciertos y despreocupados.
Jorge se quedó allí. Mientras observaba cómo la criatura se alejaba, reflexionó sobre aquel extraño e inquietante episodio. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió muy orgulloso de su condición terrenal y feliz porque seguía siendo un Yo; a veces algo obnubiloso, pero certero y constante.
Villalba, 21 de septiembre de 2008.