MANEJA ESTE TIMÓN DE LETRAS...

Bienvenido a esta Bitácora, Navegante...

Este es el Diario de a Bordo de Mar Solana (Mar Cano Montil), psicóloga, escritora y cuentista... Aquí encontrarás mi «Cuaderno de Impresiones, Cuentos, Relatos, Poemas, Reflexiones y otras Historias», una especie de lenitivo para mitigar las heridas que nos inflige este mundo punzante y rasposo... Escribí mi primer cuento con once años, lo inventé en un pequeño aseo donde me gustaba jugar. Con quince decidí que quería aprender el arte de «Domar Caballos Salvajes» (léase Emociones que necesitan volver a coger sus riendas). Por eso llevo un cuarto de siglo, con sus amaneceres y sus lunas, ejerciendo la Psicología... Mis raíces son "abu-leñas" y nací en la capital, pero a mi alma le dio por asentarse a orillas del Guadarrama... Hace algo más de una década regresé a mi pequeño Taller de Letras. Y ahora soy «Psicolotora» especializada en Literalogía o «Escritóloga» en Psicoratura. Me chifla inventar palabras, tender historias de Letras en las cuerdas del olvido y airear mis impresiones al barlovento del papel... Curiosa insaciable del aspecto más espiritual de la existencia, soy como el Caracol, peregrina de un camino infinito de crecimiento y aprendizaje...

Antic©py

Bucear Mar Adentro 🐚 🐠 🐋 🐬 🐳 🐠 🐚

ELIGE CÓMO LEERME...

LA MAGIA Y EL AMOR DE LAS LETRAS...


CON LA MAGIA DE LAS LETRAS Y EL AMOR DE SUS ENCUENTROS...

«La Novela es una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios». ©Milán Kundera.


«En esta comarca no existen reyes, aficionados o vasallos de las letras; sólo la magia de los artesanos de la palabra que intentan comunicar». ©Mar Solana.


«La verdadera novela es el arte que nace de la risa de Dios».

©Milán Kundera.

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domingo, 15 de agosto de 2010

La Memoria de Tatú. Por Mar Solana.

«A los animales, a los que hemos hecho nuestros esclavos, no nos gusta considerarlos nuestros iguales». Charles Darwin. 

«El respeto del hombre hacia los animales es inseparable del respeto de los hombres entre ellos mismos». Anónimo. 


«Cuando dejamos de lado el ego, tenemos acceso a la totalidad de la memoria». Merlín.

"Tatú, el elefante", ilustración realizada especialmente para el cuento por Gema García Ingelmo©


Queridos Navegantes de Mares de Letras: 

Tatú, aquel legendario elefante, protagonista de uno de los primeros cuentos que escribí y  que os presenté cuando inicié mi singladura por estas aguas virtuales, está de nuevo con nosotros. Nació al Universo de las letras hace tres años y gracias a los primorosos pinceles de la ilustradora, Gema García Ingelmo, ha vuelto a cobrar vida en el mundo del color. Sobre Gema poco os contaré, no tenéis más que ver la ilustración, ¡habla por sí sola! Esta artista madrileña lleva desde los dieciocho años dedicándose al mundo de la animación e ilustración. Ha participado en importantes proyectos de animación para TV y cine.


Espero que os guste esta 'fotografía' tan especial de mi Tatú ;)

© Mar Solana.

lunes, 5 de julio de 2010

UN CUENTO PARA REFRESCAR LOS RIGORES DEL CALOR...

MIS QUERIDOS NAVEGANTES DE MARES DE LETRAS:


Este es el primer cuento que escribí cuando retomé mis amadas letras. Me inspiré en una difícil situación de "mobbing" laboral en la que, por desgracia, se vio envuelta una amiga y compañera...

Fue una de las primeras cosas que pubiqué cuando abrí "Mar adentro". Le he lavado la carita y lo he peinado para vosotros. ¡Que lo disfrutéis!

Os deseo unas felices vacaciones con muchos chapuzones, helados de chocolate, siestas kilométricas y cervezas heladas en terrazas nocturnas... ;0)



               LA SOBERBIA DEL REY

“Seamos lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo…” Anónimo.

Había una vez… hace mucho, mucho tiempo, un rey tan poderoso como inestable.

En la corte se decía que nunca estaba contento, no era feliz con nada y muy a menudo necesitaba cambiar a las personas y las cosas de lugar. Si estaba ocupado en estos menesteres del orden, sentía que su vida era plena y movida; de lo contrario… ¡Era terrible si el rey se aburría!

El mago y sabio de la corte, su Primer Ayuda de Cámara, intuía que su majestad era un alma muy infeliz y atormentada en aquel profundo lugar del corazón al que sólo un mago es capaz de arribar. Además, el rey se encontraba ahora en un momento crítico de su existencia, pues las circunstancias en su extraño y lejano reino se habían puesto difíciles; culpaba al país y a la corte de todos sus males. Y en lugar de espiar sus propios errores, se dedicaba a estirar el índice acusatorio para castigar a los demás. Eso era lo único que, incluso desoyendo los consejos del mago, aliviaba su tremendo dolor.

Un día, cuando el perfume de los narcisos anunciaba la inminente primavera, confeccionando invisibles y fragantes cortinas por todas las soleadas estancias de palacio, llamó a su Primer Ayuda de Cámara (PAC), y le dijo con firmeza:

─ He decidido organizar al personal de la corte otra vez, me gustaría quitar de en medio a varios cortesanos que ya no me sirven...

─ ¿Porque son viejos, majestad?

─ ¡Oh no, mi querido y fiel PAC!─ dijo el rey mientras se mesaba su barba burlona…, ─ son personas molestas que no saben hacer su trabajo. Sobran porque son rebeldes e insurrectos. No he pegado ojo en toda la noche… Sólo su presencia me ofende...


─ ¿Y dónde quiere su majestad ubicarles de nuevo?, ¿o está pensando en otro castigo más grave? ─ inquirió el mago no sin cierta aprensión.


─De momento no echaré a nadie de esta corte. ¡Ya sabes lo bien que se habla de mí en otros reinos! Se dice que soy bondadoso y protector como el mejor de los padres; el que nunca tuvieron estos desgraciados. No, no voy a prescindir de los servicios de ninguno, aunque sean de lo más mediocre... Sin embargo… ─En el rostro del rey se perfiló una astuta sonrisa, el PAC pensó que era otra de sus veleidades y que, en el fondo, no había nada que temer.

─ … puedo arreglar las cosas de tal forma que sean esos infelices los que se vayan de aquí… Por su honra, orgullo y dignidad, espero que así sea.


─Pero majestad, mi señor… ─se apresuró a contestar el PAC─esa es una diplomacia malvada, vengativa e infantil. No es digna de un rey como usted...


─ ¡Calla insolente!─ le espetó el rey interrumpiendo su discurso─ ¡Y baila para mí!, ¡vamos, muévete!

Y es que el PAC también hacía las veces de bufón de la corte, así era la cicatería del rey para ahorrarse unas monedas en los salarios de sus más directos sirvientes.


Cuenta la gente de aquel extraño y lejano reino, que el soberano hizo grandes cambios en la corte. Se ensañó más con unos que con otros, tal era su rabia cuando las cosas no se hacían como ordenaba o disponía. Algunos cortesanos acogieron con humildad estos vaivenes y siguieron a pies juntillas las nuevas leyes de su majestad. Otros, con los que fue más implacable e intransigente, se revelaron y abandonaron la corte; eso era, en definitiva, lo que el avieso rey había planeado. Todo estaba saliendo a pedir de boca.

Sin embargo, llegó a sus oídos, que el más bello y honesto cortesano de su séquito, un apuesto caballero barbilampiño, con unos ojos grandes como soles y negros como el azabache, había desafiado de forma sutil sus siniestros planes. Tras relegarle al rincón más apartado, húmedo y lóbrego de la corte, aún no había abandonado su puesto, como pretendía su majestad… Para aplicarle tan injusto y magno castigo, el rey se guió por la extraña aversión que le provocaba el eficaz trabajo de este cortesano en sus dependencias.


Tras varias noches en vela, el cortesano, consumido por la rabia y el dolor que se gestaban en lo más hondo de su fidelidad y constante entrega al rey; por fin aceptó su nueva situación. Ahora se le veía en aquel pequeño y sucio espacio donde sólo respiraba polvo y, de vez en cuando, se tropezaba con alguna rata… En la esquina más polvorienta y oscura que el cínico rey escogió de forma sibilina para obligarle a dejar la corte. Para su desgracia, el cortesano no había renunciado a su sitio y además, sus gestos, palabras o actitudes jamás revelaron motivo de disgusto alguno y… allí seguía. Cuando alguien pasaba cerca de la inmunda zona, murmuraban y se tapaban la boca para disimular las risas.


─ ¡Le he degradado a la más humillante de las condiciones dentro de esta corte y ahí sigue, con una sonrisa tan radiante como este sol que hoy me alumbra! ¿Es qué acaso se está mofando de mí?─ exclamaba el rey, con una mezcla de sorpresa y enojo.

Para calmar su contrariedad, se presentó ante el cortesano y le interrogó sin escrúpulos:


─Veo que sigues aquí, ¿es qué acaso te gusta tu nuevo y apestoso sitio, miserable?─ le espetó sin más miramientos─. ¿No te he mortificado ya lo suficiente como para que te largues de aquí?


─Mi señor, majestad─ comenzó a decir el cortesano mientras adoptaba una pose reverencial─, el padre que nunca tuve, según su real criterio, me enseñó mucho, casi sin proponérselo, sobre el aprendizaje y el sufrimiento. La vida no se concibe sin las enseñanzas que hemos venido a aprender y éstas, no pueden ser provechosas sin el sufrimiento que conlleva aprender sus lecciones...


─ Sí, sí... ¿y... bien?─ dijo el rey con un mohín autoritario y visiblemente impaciente.


─Sigo aquí, majestad, porque la humillación al más débil es una de las lecciones más difíciles e importantes de esta Escuela... Y porque son los dignos propósitos con los que me he comprometido en esta vida que es, al fin y al cabo, lo que importa... Es para mí un placer continuar aquí, trabajando para vos─ exclamó el cortesano al tiempo que hacía otra reverencia.


─ ¡¡Qué le corten la cabeza y arrojen al foso de los cocodrilos sus manos y sus pies!!─ gritó el rey con tanta furia que hasta el sol corrió a ocultarse tras las nubes.

Cuenta la gente de aquel lejano y extraño reino que el bello cortesano, antes de ser ajusticiado, tenía una sonrisa tan pacífica y humilde como el sonido de los grillos en una noche de verano. Dicen que cuando el verdugo blandió el hacha que segundos después haría rodar su cabeza, alguien le oyó musitar:


─Majestad… Gracias por permitidme estar a su merced el tiempo necesario para aprender la más triste de todas las lecciones: vos representáis todo aquello que el ser humano continuará trabajando con sentido común, amor y voluntad por los siglos de los siglos...

Se escuchó un sonido sibilante de metal hendiendo el aire… Un golpe certero y… el rey se levantó despavorido de su trono, la cabeza del cortesano había rodado hasta sus pies y sus ojos aún conservaban aquella mirada bruna, penetrante y misteriosa que tanto detestó el soberano.

Narran, los ojos inmortales y el más eterno de los instintos, que hace poco tiempo vieron, de nuevo, al soberbio rey. Ahora es un humilde ciudadano que trabaja con tesón en un sitio húmedo, oscuro y solitario para sacar adelante a sus diez hijos. El más pequeño tiene unos ojos grandes como soles y negros como el azabache.




Villalba, 2 julio de 2010.

viernes, 23 de abril de 2010

EN EL PAÍS DE “ENSUEÑO IDEAL” ...

MIS QUERIDOS AMIGOS Y NAVEGANTES:

Esta primavera me queda una talla grande, pero con vuestro cariño, en especial el de aquellas personas que a diario me hacen saber que están ahí, en persona o por correo, me estoy nutriendo para que se deslice otra vez como un guante y me quede bien ajustadita ;=). Escribir siempre ha sido mi tabla de salvación. Os pido disculpas por no visitaros como merecéis, cuando tenga la batería "On" de nuevo, prometo hacerlo.

Os dejo con este cuento que he escrito como terapia. Me inspiré en una mujer, Alba, que esta semana me enseñó una importante lección.

¡Qué lo disfrutéis!

Buen finde para todos.


Un buen día, Soberbia e Ingratitud, cansadas de dar vueltas siempre por el mismo sitio, llegaron a un curioso lugar en donde el sol refulgía con fuerza y no asfixiaba. El cielo, de un azul interminable, se precipitaba sobre las casas como una bóveda protectora. Allí, lo diferente no llamaba la atención, se integraba con naturalidad en el irregular conjunto de los ciudadanos que lo habitaban. Algunos tenían alas, otros grandes hocicos en lugar de nariz y la mayoría exhibía un cuerpo tan peculiar como el de los monstruos que pueblan nuestros sueños.

Soberbia e lngratitud no tardaron en percibir una tranquilidad imperante que no se parecía en absoluto a la que antecede a una tormenta, aquella invitaba a quedarse, a saborear cada bocado de aire, sintiendo la tibieza del sol en la piel. Soberbia continuaba enfadada, a la defensiva ante cualquier gesto que no fuera la ira o la arrogancia. Su compañera, Ingratitud, era incapaz de percibir todo lo bueno y hermoso de aquel sitio recién descubierto en su peregrino recorrido. Un caballero de mediana edad se acercó hacia ellas. Su porte robusto zarandeaba al caminar un bastón de baquelita y una capa negra ondeaba al son de sus pasos, lánguidos y sibilinos. Se detuvo ante ellas, su mirada se proyectaba a través de unos ojos oscuros como el azabache:

─Hola, me llamo Miedo─ les espetó sin más preámbulos.

Como es natural, Soberbia se sintió enojada, mientras Ingratitud le observaba con desdén. Ambas comenzaron a inquietarse.

─Me marcho de este país, no he podido convencer a nadie. No son vulnerables a la dependencia, al apego o a la esclavitud. Aquí se gobiernan a sí mismos y no necesitan leyes para convivir en paz. Cada uno sabe lo que está bien y lo que debe hacer en cada situación. Y como son todos a cual más distinto, nadie necesita de mis servicios; lo extraño y diferente no sólo es aceptado, ¡es aplaudido con amor! No se hacen daño entre ellos y cualquiera, por el hecho de estar delante de otro, es acogido con entrega y respeto. Por eso todos mueren de viejos, de forma natural…La familia Crimen, Enfermedad y Dolor acabó en la más absoluta de las soledades, rechazados y apartados se dispersaron, pues nunca encontraron su hueco. Aquí todo el mundo tiene un sitio para guarecerse y nadie está solo si no quiere estarlo.

─Pero… ¡habrá guerras, por supuesto!─exclamó altanera Soberbia.

─Y hambre…pues cuanto mejor alimento da la tierra, más maltratada y menos respetada es, si yo estoy cerca─ coreó Ingratitud satisfecha.

Hambre murió siendo apenas un bebé; al tam tam de una solemne ceremonia le dieron sepultura bajo los mantones de Fertilidad, que le sigue vigilando con celo para que no se le ocurra resucitar─ les explicó, contundente, Miedo.

─ Y así, sobre la tumba de Hambre, cada uno aprende a cultivar sus propios alimentos. La tierra es profundamente venerada con mágicos y ancestrales ritos y las cosechas son siempre abundantes para todos. Y en cuanto a Guerra…Atraído por su llamada llegué hasta aquí, esperando encontrar a mis queridos hermanos, Angustia, Odio y Muerte, ¡mis compañeros de batallas!…Los tres perecieron estrangulados bajo las garras de cientos de besos y miles de cálidos abrazos. Ya no existen grupos o enfrentamientos, pues la división atraería de nuevo a todos los amigos y familiares de Desolación que volverían a ajar la tierra y a asesinar a Fertilidad. Sólo existe la Gran Hermandad.

─Siempre habrá algunos que sufran…─añadió Soberbia haciendo gala de una dignidad casi teatral.

─Nadie es feliz si existe una sola persona sufriendo, su alta sensibilidad lo percibe y acuden a socorrerle. La ayuda fluye como una caudalosa y límpida corriente de río. La soledad sólo existe si es deseada y siempre hay unos que enseñan a otros a manejar el timón de la vida; el aprendizaje y las lecciones se van encadenando…Aquí sólo lloran en las despedidas, cuando alguien cruza el umbral de la muerte.

─Seguro que no todos dan lo que pueden o no agradecen lo que deberían.─ apostilló Ingratitud con desafección y frialdad.

─Todos comparten su vida por igual y dan a quién y -lo que- consideran oportuno en cada momento, sin esperar nada a cambio. Dan porque nace de sus corazones. Egoísmo y Manipulación no se sintieron cómodos aquí y huyeron muy pronto, se marcharon heridos y demacrados por los espontáneos y generosos gestos de Amor.

─ ¿Y cómo se llama este lugar?─interrogó Soberbia a Miedo.

─ Es el país de Ensueño Ideal─ contestó con cierta flema. En este país, las profesiones más importantes son las de campesino y cuentacuentos. Siempre trabajan en grupos y no existen los entretenimientos en solitario como la televisión o los ordenadores. Han vuelto a la ancestral costumbre de reunirse para conversar, contar y escuchar cuentos, fábulas y leyendas. En invierno, alrededor de una generosa hoguera, mientras asan castañas y boniatos. En verano, auspiciados por la sombra de los árboles, mientras comen fruta fresca, bayas y piñones…Por cierto, ¿quiénes sois vosotras?,
¿qué buscáis aquí?─quiso saber Miedo.


─ Ella es Soberbia y yo soy Ingratitud. Estábamos cansadas de la rigidez de nuestras vidas y decidimos emprender camino para buscar a nuestros padres. Soberbia a su madre, Tolerancia, y yo a mi padre, Perdón.

─ La sabia pareja formada por Perdón y Tolerancia vive satisfecha y en paz en aquel apartado castillo de la colina del Draco. La gente de este lugar ya no les necesita, pero les agrada saber que aún siguen cerca…nunca se sabe─concluyó Miedo en tono misterioso intentando hacer gala de su condición. Con una oscura y sinuosa sonrisa se volvió hacia las nuevas visitantes, iba a preguntarles si querían hacer parte del camino con él…Pero Soberbia e Ingratitud ya se habían alejado de su lado y comenzado a escalar la empinada y tortuosa colina que llevaba al castillo de Perdón y Tolerancia.










Villalba, 23 de abril de 2010.

miércoles, 21 de octubre de 2009

EL EXTRAÑO TRAJE DE COMUNIÓN...


La infancia es el territorio de la magia. Es aquel lugar donde aún podemos ver suspendidos en el aire infinitos globos que nunca explotan. Una comarca inexplorada con destellos de oro y mirra, repleta de sueños de papel y lápices de colores... La niñez es un bosque encantado con árboles que dan manzanas de caramelo, un arcoíris donde viven nuestros amigos invisibles y nubes de algodón de azúcar… El sol es un enorme balón amarillo, las estrellas chispeantes esperanzas colmadas de nata y chocolate, y la ilusión es una bengala siempre encendida…


 Me desperté con el piar de muchos pájaros. Un sonido muy agradable que me relajaba. Su insistente trino sonaba parecido a los altavoces de la plaza del pueblo en fiestas. Ya faltaba muy poco para que las monjas nos dieran las vacaciones. Me ilusionaba mucho ver como se iban acercando aquellos interminables días de sol, de chapuzones en el río y de largas horas jugando en la calle entre risas y un montón de helados.

Pero además, estaba así de contenta porque aquella mañana con cientos de vencejos revoloteando en el cielo, tomaba mi Primera Comunión. Tenía nueve años y la extraña sospecha de que podría ocurrir cualquier cosa. Todo amanecía en silencio y aún no entraba mucha luz por entre las rendijas de la persiana. Me senté en mi cama, me recosté sobre la almohada y me quedé muy quietita, temblando de emoción por una mezcla de miedo, alegría y nerviosismo.

Observé mi ropa y me pareció que una de mis pulcras sandalias de comunión se había desplazado un poco hacia delante. Abrí mis ojos como platos soperos y fijé mi vista en aquella pillina que me desafiaba. Y cuál no sería mi sorpresa cuando, de pronto, las dos comenzaron a trotar ante mi atónita mirada, ¡mis sandalias bailaban con animación los pasos que marcaban unos pies invisibles! Espantada, me escondí debajo de las sábanas durante unos instantes, convencida de que cuando me destapara, todo seguiría en su sitio como cuando desperté. En un intento de calmar mi miedo y excitación, comencé a pensar en los regalos que iba a recibir ese día, en la muñeca Nancy de mis sueños que me prometió la tía Merche. Sin embargo, me incomodaba ver tantas caras pendientes de mí en la capilla del colegio o quedarme en blanco cuando me tocara recitar mis preces ante el altar. Mis padres decían que era una niña muy rarita y especial. Y yo, en la soledad de mis juegos, siempre estaba inventando historias mágicas e imaginando como cobraban vida delante de mis ojos cepillos de barrer, abrigos y el fuerte completo de indios y vaqueros. Con eso me sentía diferente y poderosa ante los que me llamaban bicho raro y no creían en la magia. ¿Magia? Me acordé de mis sandalias saltarinas y despacito fui apartando con cuidado la sábana de mi cara… Volví a mirar y allí estaba él, en la semioscuridad de mi cuarto, colgado del perchero de la puerta, entre sombras burlonas y perezosas que jugaban a moverse al ritmo de la luz, mi traje de Primera Comunión.  


Era un sencillo vestido de monjita con un cordón blanco anudado a la cintura que casi llegaba hasta el suelo. Desde el cuello caía un rosario sobre los hombros, se parecía al hábito de alguien muy bajito. Debajo de él, apoyadas en su caja, estaban las relucientes sandalias blancas que un momento antes había visto danzar ante mis desorbitados ojos. Embobada, como dentro de un sueño, recorría de arriba abajo, de abajo a arriba, una y otra vez y vuelta a empezar, aquel insólito conjunto de comunión… Cuando, de repente, comenzaron a agitarse otra vez. Esta vez, el espectáculo que vi frente a mis narices me dejó completamente boquiabierta y fascinada; junto con las sandalias, mi vestido también estaba bailando, vivaracho y animado, al son que dictaba el ritmo de un cuerpo invisible. 


En medio de tan frenética danza y cuando intenté articular un apenas audible «Mamá», la puerta de mi habitación se abrió y el semblante sonriente de mi madre exclamó: ─Hija, ¿ya estás otra vez con tus cosas?

Yo continuaba en mi cama, inmóvil, con la boca y los ojos abiertos como espuertas y con mi dedo índice señalando hacia el perchero, lugar que ahora ocupaba mi madre y donde tan sólo unos minutos antes mi vestido de comunión había interpretado un divertido número a lo Fred Astaire.

─ ¿Qué?, ¿tu traje? ¡Pues claro, aquí está! Venga, deja de hacer el tonto y levanta ya de una vez. Tienes que vestirte, que no se haga tarde… Pero, nena… ¿estás bien? Con un trémulo hilo de voz, alcancé a contestar un entrecortado «Sí» alargando, aún vacilante, la í.

Aquel día de mi Primera Comunión, ya en la capilla del colegio, cuando caminaba hacia el altar junto a mi compañera y con un cirio rojo que abultaba más que yo, miré de reojo a las demás chicas y a todos los familiares allí congregados, todavía nerviosa e inquieta, pero muy divertida notando en secreto como el poder de ese increíble vestido me hacía sentir mucho menos rarita y solitaria, y convencida de que yo era la única niña que en aquellos momentos disfrutaba de un traje mágico.

Villalba, 17 de Diciembre de 2008.



miércoles, 12 de agosto de 2009

UNA CENICIENTA EN EL SIGLO VEINTIUNO.

A todas aquellas niñas y mujeres víctimas de malos tratos o de abusos sexuales.
A todas aquellas personas, ángeles y custodios de nuevos comienzos preñados de infinitas posibilidades, cuando todo parece perdido (…)

Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital General. Cinta lleva una semana en coma por la última paliza que le propinó su marido. La molió, literalmente, a palos. Su cuerpo, grácil y perfectamente contorneado hace apenas unos pocos días, yace ahora sobre una cama blanca entre tubos y gomas, inerte como una muñeca de trapo tirada en cualquier rincón. Su rostro, un armonioso perfil antes límpido y bello como el de una princesa de cuento, se ve ahora hinchado, amoratado y roto. Sin más afeites que restos de sangre seca, tras una mascarilla transparente que la mantiene viva a través de un invisible y estrecho hilo.

La vida es un milagro puesto a prueba constantemente y sometido a los avatares de un influjo incierto, vulnerable. Es como caminar sobre el filo de un cuchillo sin cortarse o como tratar de mantener el equilibrio en una cuerda floja.

Una mujer de cabellos blancos, recogidos al desdén en un moño, pega su rostro al cristal que separa la UCI del pasillo de la sexta planta. Un rostro enjuto y poblado de arrugas y sinsabores, con unos ojos que miran sin mirar e incapaces ya de albergar más dolor. Por sus descarnadas mejillas se agrupan millares de lágrimas que, como afluentes de un río, van resbalando hasta morir despeñadas por una puntiaguda y fláccida barbilla. Sobre el cristal aparecen y se borran, una y otra vez, los irregulares circulitos blancos que va dibujando el vaho de su respiración. Su llanto es una sosegada lluvia de otoño que observa, impotente y culpable, cómo su nieta se aferra a la vida a través de un minúsculo hilillo de aire, quizás el mismo que exhala su dolor para acabar estrellándose contra el vidrio.

La infancia de Cinta fue muy feliz y apacible. Vivía con sus padres, sus dos hermanas mayores y con su querida abuela Sol, hasta que su padre murió en un aparatoso accidente de automóvil cuando regresaba a casa del trabajo. Tenía siete años y su vida comenzó a resquebrajarse como la madera vetusta, filtrándose por sus grietas toda clase de despropósitos. Cinta, impaciente, siempre esperaba que su padre regresara del trabajo y jugara con ella. Lo que más le gustaba era que le leyera apasionantes relatos cargados de aventuras, de barcos y piratas, de hadas y duendes mágicos que aparecían y desaparecían a capricho.

Cuando su madre le dio la noticia ─tu padre ya no volverá, querida… ni hoy, ni nunca más.─, Cinta creyó que también ella se moriría y enmudeció. Dejo de hablar y su madre y sus dos hermanas se iban desesperando con ella más y más; hasta que el ambiente se hizo irrespirable. Pero en aquel tiempo, la abuela Sol les anunció algo importante durante la comida. Había comprado una casita, no lejos de allí, verde como la albahaca y apacible como la sombra de un roble en un día de calor; se llevaría a Cinta a vivir con ella. Su madre y sus dos hermanas se quedaron primero atónitas, para después comenzar a reír y a burlarse de ellas profiriendo toda una sarta de inconveniencias que no cesaron hasta que nieta y abuela se instalaron en su nuevo hogar. La niña seguía sin decir palabra, pero Sol tenía muchísima paciencia con ella; sabía que tarde o temprano volvería a hablar. Sólo era cuestión de tiempo…

La época que Cinta pasó en la casita verde con su abuela fue muy extraña e inquietante. Su madre se había vuelto a casar con el hombre que fue su amante muchos años antes de que su padre muriera. Era un tipo de ojos saltones y sanguinos, con esa opacidad característica que dispensa el abuso del alcohol, de mirada turbia e incómoda, andares torpes y gestos densos. El primer domingo de una primavera algo tardía, su madre, él y sus dos hermanas fueron a visitarlas. Durante la comida, sentados alrededor de la mesa redonda de roble, de repente y sin mediar palabra, Cinta salió corriendo de allí como una liebre asustada, su plato en el suelo hecho añicos y todos con el desconcierto dibujado en sus rostros. Nadie advirtió que su padrastro se descalzaba de un pie y, con disimulo, debajo de mesa y mantel, le intentó subir el vestido con las intenciones que ya conocemos en los bastardos de su estirpe. Y así anduvo acosando a la niña, durante cinco penosos y largos años, en los que además Cinta seguía sin decir palabra.

Pero un domingo, un poco antes de que llegaran su madre, su padrastro y sus hermanas, Cinta se abalanzó sobre los brazos de su abuela y con el mayor de los desconsuelos se lo contó todo. Sol lloraba con ella, no sabía si de rabia por todo lo que intentó con su niñita aquel villano o de alegría, porque su nieta querida, por fin, habló tras siete años de gestos y ademanes. La acunó entre sus brazos, cubrió su frente y mejillas de tibios besos y acto seguido trancó la puerta para siempre a aquel infausto ogro.

Desde aquel momento, la vida de Cinta fue menos extraña e inquietante y un poco más previsible. Sin embargo, todo lo acaecido durante aquellos infames domingos dejó una huella indeleble en su alma, en forma de tristes nubarrones que siempre amenazaban tormenta.

Un buen día, su abuela conoció al nieto de su amiga Taylor. Un apuesto joven que con apenas treinta años ya era todo un empresario de éxito. Ramiro, que así se llamaba, estaba invitado esa noche a una fiesta. Sol pensó en Cinta, siempre metida en casa, aburrida y medrosa. Sin dar tregua le preguntó si invitaría a su nieta. Ramiro aceptó encantado.

Alea iacta est.

Antes de ir a la fiesta, Sol le dio su regalo de cumpleaños: un radiante broche de oro para el pelo, con su nombre grabado en medio de veintiuna perlitas blancas. A la abuela le emocionaba que, la noche de la fiesta, Cinta recogiera su larga y suave melena del color del trigo con el reluciente pasador.

Y ese atractivo joven que la acompañó a la fiesta, se encaprichó, impetuoso, de Cinta. Después se vieron en otras ocasiones, y al cabo de muy poco tiempo se casó con ella. El chico más guapo e inteligente, un falso príncipe azul que había golpeado a la princesa hasta enviarla al hospital como una muñeca rota.

En Cuidados Intensivos, un hombre de pelo castaño y mirada serena, enmarcada en dos grandes ojos del color de la miel, cepillaba con mimo el cabello de Cinta. Un pelo ahora, mientras se debatía entre la vida y la muerte, maltrecho, sucio y alborotado, en el que aún se veían restos de sangre seca. Sol observaba con asombro que del bolsillo de su bata verde extrajo una especie de objeto brillante y ovalado. Con sumo cuidado intentó recoger algunos mechones del pelo de Cinta con él… “¡Dios mío, pero si es el pasador que le regalé a mi niña!”. Cuando acabó de peinarla y de ponerle el broche en el pelo, el hombre sonrió satisfecho y besó a Cinta en una frente perlada por el sudor frío.

“No era su médico, ¿Quién era aquel hombre que estaba besando la frente de Cinta?…”, se preguntó Sol bastante inquieta y angustiada… “Ese hombre es Lucas, el nuevo enfermero de la sexta. Como ven es muy atento y afectuoso con sus pacientes. Eso es de vital importancia aquí, en la UCI”, le contestó el doctor Peña como si hubiera adivinado sus pensamientos.

Aquella noche, años atrás, que marcaría el destino de Cinta para siempre, Lucas, el enfermero de la sexta planta del Hospital General y dueño de la casa donde se celebró la fiesta, vio como Cinta y Ramiro salían de su casa cogidos de la mano y riendo a carcajadas…”La quise desde el primer momento que la vi”, le confesó a Sol cuando salió para hablar con ella…”Encontré el precioso pasador con su nombre grabado. Fueron muchas chicas esa noche a mi fiesta de fin de carrera… Pasé cinco largos años de mi vida buscando la bella melena a la que pertenecería esta joya, sin ningún resultado… ¡Pero, hoy, cuando han traído a su nieta a la UCI, he comprendido en seguida que mi búsqueda había terminado cuando he descubierto su nombre en el informe: Cinta... mi desgarrada princesa!”.

De repente, y mientras ambos dirigían sus miradas de lágrimas furtivas hacia donde Cinta yacía malograda, vieron con gran asombro como la princesa abría sus enormes ojos y, tímidamente, les sonreía.

Aliquid novi.

Villalba, agosto de 2009.




(*) Relato finalista del Certamen convocado en Diciembre de 2009 por Ediciones Fergutson

lunes, 30 de marzo de 2009

ATRACCIÓN FATAL

A Soccer († 24 de marzo de 2009)

“La muerte, rasga el abrigo de lo más cotidiano y se cuela por todos los intersticios de lo prosaico mientras… la vida continúa con sus monotonías y avatares (…)”

Lila temblaba, se agitaba, iba de allá para acá sin control, sumida en la más increíble de las euforias. Había decidido acercarse a ella esta misma noche. Quería verla muy de cerca, besarla. Su cuerpo, blando, largo y regordete, se agitaba en círculos, subiendo y bajando… bajando y volviendo a subir. Lila estaba exultante, pletórica. Sólo con imaginar los destellos y el fulgor de su amada, su ánimo se incendiaba aún más, si cabe, en esta calurosa noche de junio. Empero, algunas compañeras de Lila le habían hablado de los peligros que entrañaba tan osada decisión, más su deseo era tan fuerte, tan instintivo y primario, que había ignorado por completo aquellas sabias advertencias.

Nuestra frágil e impulsiva amiga, había vivido un tiempo muy cerca del suelo, con la certeza absoluta de que su ser ya había comprendido lo que significaba arrastrarse. Hacía muy poco tiempo, Lila acababa de pasar por una temporada de renovación, sumida en la más absoluta de las oscuridades y sin posibilidad de respirar la más mínima brizna de aire fresco, en unas dependencias muy cálidas, húmedas y acogedoras cual útero, pero cerradas a cal y canto. Su recién estrenada libertad se le antojaba caprichosa e insaciable como un torbellino que arrampla con todo lo que se pone a su paso. Era como una Cenicienta en la noche, con vestido nuevo, magnífico y primoroso, pero sin carroza y sin horarios. El hada madrina era la misma avidez con la que iba a contemplar muy de cerca y en la negrura de la noche a su titilante princesa blanca.

Con la certeza de que esta vez nadie se lo iba a impedir, Lila se encaminó, ilusionada y con el mayor de los alborozos, hacia su hermoso deseo. Muy cerca ya de su amada, Lila comenzó a escuchar unas voces estridentes como una bicicleta sin engrasar y que impregnaban con su alboroto y bronco tono el silencio de la noche. Pero esta vez no se asustó, ni siquiera se entretuvo en investigar su procedencia. Esta vez, Lila continuó su marcha porque reconoció esas voces como las mismas de la otra noche.

Había empezado ya a divisar el brillo intenso de la más bella de la noche, estaba cada vez más cerca. Su cuerpo largo y regordete comenzó a temblar de emoción otra vez, al tiempo que le asaltaban las dudas sobre si sería capaz de acometer su aventura nocturna ahora que ya estaba allí. Una nube negra, como una especie de maraña insidiosa, obstaculizaba ahora su marcha impidiéndole incluso la visión, ahora tan próxima, de su amada. Lila decidió solucionar aquel ligero inconveniente dando un pequeño rodeo. En el tránsito, observó como una compañera se alejaba ahora de su rutilante princesa y la envidió. Eso encendió aún más su deseo y de repente, Lila se encontró ya al lado de su amada que titilaba, como ella. Alcanzó a comprender su perfección, su glorioso brillo, su resplandor sublime… Lila sintió un dolor intenso a lo largo de su frágil cuerpito, como una horrible picazón y de repente… otra vez la oscuridad.
Las mismas voces disonantes que Lila escuchó en su trayecto, ahora sonaban con más estruendo─: ¡eh, tú, desinchufa este focarro, nostán comiendo los mosquitos!, ¡me cago entó lo que se menea, va pestuza a bicho chamuscao!, ¡As de bastos!


Villalba, 27 de marzo de 2009

AD AETERNUM...

PENSAR... MAR ADENTRO.

PENSAR... MAR ADENTRO.
«La mente intuitiva es un don sagrado del que la mente racional es su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra el sirviente y ha olvidado su don» © Albert Einstein. Imagen: Faro de Suances (Cantabria) © Mar Solana.

CUADERNO DE BITÁCORA: "DIARIO DE NAVEGACIÓN" ...


Hace medio siglo ya me gustaba llevar lectura al campo ☺️

Soy la niña que asoma por la esquinita de la ventana, la primera por la izquierda... 😃 GRACIAS, MÓNICA...

NAVIDAD BLOGUERA 2020-2021

NAVIDAD BLOGUERA 2020-2021
¡Gracias, Mónica! Por tu trabajo y generosidad cada año :)

NAVIDAD BLOGUERA 2019-2020

NAVIDAD BLOGUERA 2019-2020
¡Gracias, Mónica! Eres una artista :)

Navidad Bloguera 2018-19-Tarjeta Personalizada

Navidad Bloguera 2018-19-Tarjeta Personalizada
¡Gracias Mónica! 🤗

ME GUSTARÍA SER DUEÑA DE UN INGENTE TESORO...

ME GUSTARÍA SER DUEÑA DE UN INGENTE TESORO...
... EL TIEMPO DESGRANADO Y SIN PRESTEZAS PARA ESCRIBIR, ESCRIBIR, SÓLO ESCRIBIR...

«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».

«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».
¿Y leer? Me apasiona devorar libros. Es como visitar el hogar espiritual de mis escritores favoritos y paladear un delicioso vino de su mejor cosecha de Letras... Un buen libro es como una liana, te ayuda a desplazarte por la inmensa selva de tu imaginación... Leer también me facilita la tupida tarea de ir desbrozando esa maleza que se enreda entre la escasez de ideas y la falta de inspiración... ¡Nunca dejes de leer!

SABIA MAFALDA...

¿Te apetece entrar en mi Cuaderno de Bitácora?

¿Te apetece entrar en mi Cuaderno de Bitácora?

GIRASOL...

GIRASOL...
Mandala pintado por © Mar Solana.
MANDALA DEL SOL...

«Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca has hecho.»

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!
"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...
... es la luz que te conduce a sacar de tí lo mejor, a crecer en la mirada de quien verdaderamente te ama. El verdadero amor te quiere libre y como ser expansivo. Nunca admite murallas para el alma que respira... Es descubrir tu segunda piel, la que te eleva a la capacidad de ser decididamente afectivo, humedeciendo con licor de alegría los desiertos emocionales ... CARLOS VILLARRUBIA.

VIVIMOS SIEMPRE JUNTOS...

Llenamos el caldero
de risas y salero,
con trajes de caricias

rellenamos el ropero.

Hicimos el aliño

de sueños y de niños,
pintamos en el cielo
la bandera del cariño.

Las cosas se complican,
si el afecto se limita
a los momentos de pasión...

Subimos la montaña

de riñas y batallas,
vencimos al orgullo
sopesando las palabras.

Pasamos por los puentes

de celos y de historias,
prohibimos a la mente
confundirse con memorias.

Nadamos por las olas
de la inercia y la rutina,
con la ayuda del amor.

Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano que el viaje es infinito,
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo,
y llegará el momento
que las almas
se confundan en un mismo corazón...
(Letra y música: Nacho Cano)

ESTA SEMANA, TE RECOMIENDO... COGE UNA DE MIS CARACOLAS Y PPPSSSHHH... ESCUCHA...

Blade Runner ¡Forever!