«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
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Autor de la pintura:
© Karl Bang (Shanghai) |
«... con
ese gesto de los seres puros, tranquilo e inocente, de los animales que, a
diferencia del ser humano, son incapaces de la crueldad o del pecado, y que por
eso nunca fueron expulsados del Paraíso, ni reos del infierno. Como si para
ellos no fuera suficiente pena la de convivir con nosotros...» © Rukaegos.
Nos llaman «animalistas». A
las personas que nos gustan los animales (como si fueran un pirulí) o a las que
defendemos sus derechos. ¿Cómo?, ¿qué no sabías que los Peludos también tienen derechos?
Es obvio que no estoy hablando de votar o de todas esas absurdeces que solo sabemos
gestionar los seres ¿humanos?
«¡Qué te calles ya, idiota de los cojones… te
importan más los animales que la gente!»
Mon Dieu. Y lo digo en francés, no vaya a ser que el castellano me traiga un
taco, reniego o maldición adosado en el trasero del divino sustantivo. No, no
es hora de hablar mal, ni de cojones, putas, ni nada que se le parezca. Porque
las personas, al menos las que ostentamos el derecho de serlo, no somos más
libres insultando, escupiendo espumarajos o arrojando veneno por la boca. Es el
uso de la palabra y de la civilización que la acompaña (quiero creer) lo que
nos hace independientes.
Me
pregunto ahora cómo podríamos llamar al fulano que dejó tal lindeza con sus manitas
y su tecladito en un foro abierto sobre el pobre toro de la Vega, y que ha
levantado ampollas en algunas almas muy parecidas a las que nos ha dejado el inútil
y protocolario sacrificio de Excalibur, el perro de la enfermera infectada por el
virus del ébola. ¿Humanistas? La mayoría de los diccionarios que he consultado
definen al «humanista» como una persona instruida en letras humanas; una doctrina
o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos. No,
no creo que podamos llamarlos
así.
¿«Humanistas»
versus «Animalistas»? Hay que ver cómo
nos gustan las definiciones, la dualidad y los encasillamientos mentales.
Pensar, que no elucubrar o chacharear, con nuestro espíritu o sensibilidad… ¡es
agotador!, ¿verdad que sí?
No
señores, lo siento. No es humanista un individuo-a que defiende a capa punzante
y espada emponzoñada el egocentrismo y la petulancia. No podemos llamar
humanista a alguien que sitúa a las personas por encima de cualquier crueldad.
Y no hablamos de pisar plantas y parterres como niños caprichosos o enrabietados,
estamos hablando de SERES VIVOS, con cuerpo, alma y sistema nervioso. Criaturas
que tienen miedo y sienten dolor, como nosotros, bípedos presuntuosos y
autosuficientes.
No me
importa que me llamen o me tachen de «animalista». Pero no es una palabra
correcta, de hecho es un vocablo con connotaciones tremendamente políticas en
estos tiempos que vivimos. Según la RAE
animalistas son creadores que tienen
como motivo principal la representación de animales. Pero resulta que ahora
también es «animalista» aquel que defiende sus derechos, es decir, un leguleyo de
causas pobres o perdidas; al menos en este país, donde la mayoría escoge la
cola de un potaje gratis que una de firmas en contra de la crueldad con los
animales. El potaje, además de dejar la saca en su sitio, produce divertidas
ventosidades; la otra fila es una gestión huera para las almas digestivas. Qué
pena. A manducar que son dos días… pan y circo para el pueblo, que si uno está
entretenido con los placeres de la carne, parece que el alma aprieta menos.
No somos
«animalistas» las personas con sensibilidad hacia las atrocidades que siguen pergeñando
algunos cafres y cromañones de este país. No entiendo qué clase de prejuicios manejan
sus cabezas para lanzar el improperio descalificador de que nos importan más
los animales que las personas. Eso es una injuria porque sencillamente no es
verdad, de ninguna manera, no en mi caso.
«Que preocupación mas grande y las pobres
personas que se mueren miserablemente por las calles sin tener una muerte
digna… ahí nadie grita».
Pero señora…
¿humanista o «anti-animalista»?, no mezclemos churras con merinas, las dos
tienen lana y dan leche pero no son comparables. ¿Usted qué sabe sobre lo que
yo siento ante una persona que se muere en la calle?, ¿acaso ha presenciado
algo parecido?
No somos
«animalistas», somos personas sensibles ante el sufrimiento del prójimo, humano
o animal. Y los que se significan a favor de los animales como una excusa para
atacar a su prójimo (humano), malo: el tema no deja de expeler cierto tufillo
político (y lo escribo mientras chasqueo la lengua con decisión).
Y no se
vayan a creer, que este asunto tiene sus bemoles desde hace ya tiempo. Fernando
Savater, escritor, filósofo y una persona que se dedica a reflexionar sobre la
ética, escribió en un diario digital y a tenor del debate animalista-humanista:
«El hombre ha criado -que
casi equivale a decir 'creado'- las especies que nos alimentan, nos visten, nos
prestan su fuerza o participan en nuestros ritos. No es maltrato adecuarlos a
la función para la que su condición les dispone. En el caso del toro de lidia,
el trato adecuado es lidiar a ese escaso cinco por ciento de la especie que
justifica con su combate bravo en la plaza -que nada tiene que ver con la
tortura- la perpetuación del resto de la raza».
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lustración de Jim La Marche para el libro de cuentos: "El oso que amaba los libros" |
Ahí es
nada. Sin embargo… ¡ay! ¡pero!... existe una extraña (todavía) raza de personas
en extremo sensibles o que padecen esa rara enfermedad llamada «empatía», que
no «simpatía» o «sensibilidad» (por favor, no confundan churras con merinas
porque no es lo mismo). Rarae aves que
se meten en la piel y en las botas de sus prójimos llegando a sentir el mismo
dolor o sufrimiento que los bichos vivientes con los que conectan, sintonizan o
«empatizan», que no es igual que «simpatizar», insisto (aunque nunca será
suficiente).
Y si
alguien se desploma en plena calle, probablemente porque no tiene ni un chavo
para desayunar, no porque esté borracho-a, presa de un virus insidioso o se esté
muriendo, un «empático» se marea con el desfallecido involuntario y luego le
invita a café con cruasán.
Y si
alguien pide ayuda para que no maten impunemente al animal que le ha dado lo
mejor de su vida…, firman, bailan, lloran, gritan o hacen lo que sea menester
para intentar frenar la aberrante decisión de un mamarracho al servicio de un
gobierno cínico y manipulador. Un gobierno que ahora calla con las manos a
remojo en una palangana llena de excrecencias y mentiras.
Señores
del gobierno, por «causalidad»: ¿tienen ustedes alguna persona así, «empática»
digo, entre sus filas de mequetrefes? Por favor, ¡sáquenlo del armario ya!, que
cambio mi voto aunque para ello tenga que traicionar la lucidez de Saramago… ¡Qué
distinto sería el mundo... o al menos una parte de él! No creo que alguien
de esta guisa aguantara entre tanto bastidor de incompetencias y podios de
mentiras. Por el contrario sí tienen una ministra con un apellido tan funesto
como sus decisiones.
Cuando
se ponen en marcha los mecanismos del averno y las instancias del demonio, que
consisten básicamente en mantener en la más absoluta de las inopias al
ciudadano, la desinformación y en la densidad de un silencio parecido al aire
de una caverna, ni mil redes sociales o un millón de firmas tienen ya nada que
hacer.
«Perdónalos,
Excalibur, porque... ¿no sabían lo que hacían?».
© Mar Solana
2 comentarios:
hola amiga
lei cond etención tu escrito y me uno a esa mirada tuya...
es cierto tanta barbarie del ser humano hacia su especie misma como a las demás...que espanta y a veces uno se da cuenta que eso es irreversible...a muchos no le da ni asco llegar y segar vidas y aunque eso arrastre a miles a las calles a gritar el dolor y la infamia y los que deben se operativos se quedan de brazos cruzados o hacen la pantalla de...
que más se podría esperar de seres humanos que se sienten superiores a todo y dominadores de todo mientras caminan por este suelo ...
siquiera en su muerte se darán cuenta de su miseria??...porque nada se llevan, y solo dejan a su paso agonía y dolor ...
te dejo una abrazo
Hola, Chilena Guapa :)
Mar adentro te hace olitas de alegría al verte remar por estas aguas ;)) Pues sí, querida amiga, los seres humanos somos petulantes hasta decir basta, y como muy bien dices tú, resulta que todos caminamos por esta madre Tierra... Lo que ha pasado aquí, Meulen, es una vergüenza de tamaño sideral. Se han cargado a un pobre animal impunemente aludiendo a falta de instalaciones (animalarios para tal fin) para haberlo tenido en cuarentena. Fíjate, su pobre amita en el hospital, debatiéndose entre la vida y la muerte por contagio de ébola (todavía no está fuera de peligro), y le asesinan a su Excalibur, su Peludo... Parece una especie de castigo por ser culpable del contagio,la han estigmatizado sin ninguna compasión, ¡cómo si no tuviera ya bastante con la batalla inmunológica que está librando! Ay, Meulencita, el mundo se nos viene encima poco a poco...
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