MANEJA ESTE TIMÓN DE LETRAS...

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Este es el Diario de a Bordo de Mar Solana (Mar Cano Montil), psicóloga, escritora y cuentista... Aquí encontrarás mi «Cuaderno de Impresiones, Cuentos, Relatos, Poemas, Reflexiones y otras Historias», una especie de lenitivo para mitigar las heridas que nos inflige este mundo punzante y rasposo... Escribí mi primer cuento con once años, lo inventé en un pequeño aseo donde me gustaba jugar. Con quince decidí que quería aprender el arte de «Domar Caballos Salvajes» (léase Emociones que necesitan volver a coger sus riendas). Por eso llevo un cuarto de siglo, con sus amaneceres y sus lunas, ejerciendo la Psicología... Mis raíces son "abu-leñas" y nací en la capital, pero a mi alma le dio por asentarse a orillas del Guadarrama... Hace algo más de una década regresé a mi pequeño Taller de Letras. Y ahora soy «Psicolotora» especializada en Literalogía o «Escritóloga» en Psicoratura. Me chifla inventar palabras, tender historias de Letras en las cuerdas del olvido y airear mis impresiones al barlovento del papel... Curiosa insaciable del aspecto más espiritual de la existencia, soy como el Caracol, peregrina de un camino infinito de crecimiento y aprendizaje...

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«La Novela es una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios». ©Milán Kundera.


«En esta comarca no existen reyes, aficionados o vasallos de las letras; sólo la magia de los artesanos de la palabra que intentan comunicar». ©Mar Solana.


«La verdadera novela es el arte que nace de la risa de Dios».

©Milán Kundera.

sábado, 24 de octubre de 2015

Hacer de Tripas Corazón o un Corazón en las Tripas

«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».




                         
«La vida es un milagro sometido a los avatares de un influjo incierto, vulnerable. Es como caminar sobre el filo de un cuchillo sin cortarse o tratar de mantener el equilibrio en una cuerda floja.»

«Si el Viento no sopla a tu favor... cimbrea con él y se flexible como el Bambú, pero no permitas que la Tormenta se cuele en tu Alma.»


Con el paso del tiempo, justo en el cénit donde la juventud empieza a exhibir su puntito añejo, uno aprende a asimilar —integrar— que la vida, la mayoría de las veces una dama elegante y generosa —los más pesimistas dicen que es una puta disfrazada—, siempre nos está poniendo a prueba ofreciéndonos su pulso constante y un ininterrumpido tantear de opciones.

Hace unas semanas esta dama distinguida me trajo en su cesta una situación verdaderamente difícil y comprometida. Llegó hasta mi puerta de forma inexorable, como el  curso de un río desbocado. Un escenario en el que además resultaba imprescindible lucir el peinado con tu mejor «cara de póker». Los lectores sabrán que lo más importante de este emblemático juego de cartas radica en el arte del buen «disimulo», es decir, en tu habilidad para mantener en la inopia a los otros jugadores sobre la buena o mala suerte escrita en tus naipes. Un jugador de póker veterano se presenta ante los demás con una faz neutra o inexpresiva, a lo Clint Eastwood en «El bueno, el feo y el malo», ocultando sus emociones en la cartuchera, pero con la mano acariciando el gatillo por si acaso.

A veces, cuando no queremos que el río siga tal o cual curso, ponemos un dique y listo. Sin embargo, en esta ocasión que hoy quiero compartir con vosotros, la compuerta amenazaba con desbordar su caudal y no hubiera hecho más que dificultar el natural devenir de los acontecimientos. Nobleza en la sangre obliga. Y como una no está habituada a «jugar» al póker, en ese intentar dar el do de pecho con la necesaria actuación que ni siquiera admitía ensayos, entendí por primera vez, a lo largo y ancho de mi ser y de mi existencia, el verdadero significado de la expresión que tantas y tantas veces había dicho mi padre y que yo misma había usado: «Hacer de tripas corazón».

Recuerdo la primera vez que la escuché. Quizás ya la había oído antes, pero fue en aquel preciso instante cuando capturó mi atención infantil. Yo debía tener unos siete años y mi imaginación ya era como un parque temático. Mis padres tenían que asistir a algún lugar que les resultaba muy desagradable y mi padre no hacía más que repetir a mi madre que se tranquilizara, que era necesario que hicieran de tripas corazón porque no quedaba otra. En ese momento mi fantasía comenzó a dibujar en las barrigas de mis padres sendos corazones que, incluso, comenzaron a latir. El caso es que aquel curioso dicho se me quedó grabado de una manera especial. Con el suceder de los años llegué a entender que aquello se decía cuando tu corazón no quería acometer algún asunto desagradable y encima, las tripas, además de participar en el ajo, tampoco te lo ponían fácil. Por ejemplo, cuando te enfrentabas a un examen académico, casi siempre había que hacer de tripas corazón. O cuando mi madre cocinaba los filetes al estilo la «suela de mi zapato» también era necesario visualizar ese corazón latiendo en la barriga para poder acometer la gesta de la deglución carnívora…

Sin embargo, volviendo al complejo evento del que os hablaba, aquel en el que era condición sine qua non mostrar tu mejor cara de póker, mis tripas cobraron vida propia e iniciaron su protesta desde que saqué los pies de la cama. Y era tal su pataleo, que para sujetar esa rabieta que minaba mis mejores intenciones decidí pedir ayuda a mi corazón. Le dije que me echara un cable, que el río no podía (no debía) desbordarse en aquella ocasión de inevitable cumplimiento.

—Bethany Hamilton… ¿Te acuerdas? —me dijo mi corazón.

—No sé… ahora no caigo… ¿quién es?

—La surfista hawaiana que sobrevivió al feroz ataque de un tiburón en el que perdió su brazo izquierdo a los trece años. Se la conoce en el mundo especialmente por superar con éxito esa grave lesión hasta el punto de regresar a la práctica del surf y ganar diversas competiciones. Además, hace poco ha tenido un bebé…

—Sí, ahora me acuerdo..., «Soul Surfer». «Alma de surfista», una película sobre su vida que emitieron en televisión este verano, una de esas tórridas noches y que me puse a seguir por pura inercia, aunque reconozco que no tardó en engancharme… Pero… ¿qué tiene que ver ahora Bethany conmigo? —inquirí a mi corazón con extrañeza.

—¿Recuerdas qué momento de la película capturó tu atención?

—Hum…, déjame hacer memoria…

Entonces lo recordé. Bethany Hamilton acudía a una especie de seminarios de formación. En uno de aquellos encuentros, Sarah, su Facilitadora, propuso a sus jóvenes pupilos acabar la jornada con un juego. Encendió un cañón de diapositivas y comenzó a mostrarles algunas fotos. La primera que asomó por la pantalla parecía un volcán en erupción… La Facilitadora hizo zum para ir alejando poco a poco la fotografía y de pronto, ante la sorpresa de los chavales y supongo que de todos los que estábamos viendo la peli, ese volcán se convirtió en ¡el ojo de una mosca! En la segunda imagen, uno de los compañeros de Bethany afirmó ver un cerebro pudriéndose… Pero cuando Sarah alejó lo suficiente la imagen, una deliciosa nuez inundó el encuadre con su mágica presencia.

«¿Veis lo difícil que es “ver”  las cosas cuando os acercáis tanto? Lo mismo ocurre en la vida. Si estáis lidiando con algo que parece difícil o que no tiene mucho sentido, probad a cambiar de perspectiva»

De repente una «corazonada» cobró forma y entendí sin más palabras lo que mi corazón pretendía para ayudarme, para hacer un pacto de silencio con mis tripas que siempre le habían llevado la delantera siendo más rebeldes que él. Lo más importante era tranquilizarlas, hablarles con mucho cariño sin abandonar el coraje («coraje» viene de «cor», corazón en latín) que aquella delicada situación nos demandaba.

Lo primero fue acercar mi dedo índice, ese que según algunas tradiciones orientalistas representa el miedo, a mis labios. Lo besé mientras imaginaba que mi amor era algo vivo que fluía por él, una especie de tinta de colores con la que acabé dibujando un corazón en mi barriga, el mismo que visualicé en la de mis padres la primera vez que escuché aquello de las tripas. Después de trazar ese corazón imaginario, intenté alejarme todo lo que pude de mi lodo emocional, el barro en el que llevaba días retorciéndome de pena e impotencia. Y comencé a mirar con perspectiva todo aquel dolor, rabia y ansiedad que debía disimular con mi flamante «cara de póker». Sí, de eso se trataba: alejarse, tomar la suficiente distancia para poder ver la magia de una nuez en lugar de un cerebro pudriéndose. «Hacer un corazón en las tripas» acababa de quitar el trono a las tripas-corazón, primero el corazón y luego las tripas. Él me ayudó a apaciguarlas y a llevar el sentimiento bien alto y depurado durante aquella jornada que parecía inabordable. Se merecía el trono. Nobleza en la sangre obliga.

© Mar Solana. 

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JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!

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"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...

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... es la luz que te conduce a sacar de tí lo mejor, a crecer en la mirada de quien verdaderamente te ama. El verdadero amor te quiere libre y como ser expansivo. Nunca admite murallas para el alma que respira... Es descubrir tu segunda piel, la que te eleva a la capacidad de ser decididamente afectivo, humedeciendo con licor de alegría los desiertos emocionales ... CARLOS VILLARRUBIA.

VIVIMOS SIEMPRE JUNTOS...

Llenamos el caldero
de risas y salero,
con trajes de caricias

rellenamos el ropero.

Hicimos el aliño

de sueños y de niños,
pintamos en el cielo
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Las cosas se complican,
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Subimos la montaña

de riñas y batallas,
vencimos al orgullo
sopesando las palabras.

Pasamos por los puentes

de celos y de historias,
prohibimos a la mente
confundirse con memorias.

Nadamos por las olas
de la inercia y la rutina,
con la ayuda del amor.

Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano que el viaje es infinito,
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo,
y llegará el momento
que las almas
se confundan en un mismo corazón...
(Letra y música: Nacho Cano)

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