«Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias».
"Cuando quieres realmente algo, todo el Universo conspira para
ayudarte a conseguirlo". Paulo Coelho.
"Hay en el mundo un lenguaje que todos comprenden: es el lenguaje del
entusiasmo, de las cosas hechas con amor y con voluntad, en busca de aquello
que se desea o en lo que se cree". Paulo Coelho.
Curiosa climatología. Este año hemos estrenado septiembre con los grados
bailando en el mercurio, bajadas de temperaturas y tormentas en gran parte de la
península. El domingo, en la sierra madrileña, una especie de viento huracanado
y algunos rayos la liaron parda, ¡qué manera de llover!
El año pasado, si recordáis, parte de junio, julio
y agosto respiraron amables, al menos en la capital y alrededores, y la excelsa
canícula ofreció una tregua que muchos aprovechamos para continuar con hábitos
saludables, como leer antes de dormir. ¡Oh, la lectura!, una de mis pasiones:
devorar letras a la luz de mi lamparita. Sin embargo, septiembre fue un mes denso,
tórrido y casi tan cargante como el sonsonete y los cánticos de la lotería de Navidad.
Este verano, según los meteorólogos, el calor se
ha reconcentrado durante cincuenta largos y caniculares días con sus correspondientes
noches más propias de zonas intertropicales que del Hemisferio Norte. Ha sido
como una súper mega canícula que ha vomitado más de la cuenta su aliento de brasa
y que nos ha dejado temperaturas inmisericordes e insoportables la mayor parte
del tiempo, sobre todo en las dos Castillas y Andalucía, la región española más
castigada. Creo que ya ha dejado de ser una broma eso de freír un huevo en la
acera de la calle.
Y cuando el calor aprieta, por las noches no nos
vamos a la cama, ¡nos tiramos a ella igual que «fardos» exhaustos después de un
fuego! Noches tropicales de ventiladores
de techo moviendo los brazos en aspavientos cansinos, de vueltas y más vueltas
y de ojos en modo búho. Y leer… ¡ay, la lectura!, mejor lo hablamos con la
fresca de la madrugada, vencedora tras el denso plomo de una noche viscosa e
interminable. O bajo el run run del
aire acondicionado, dispuestos a pasar la plúmbea y urbana tarde con las
persianas bajadas a cal y canto, un granizado de limón y un buen libro.
Sin embargo, este septiembre ha comenzado con un
mercurio más civilizado. Casi estamos rozando eso de volver a la lamparita
encendida un buen rato para saborear como es debido nuestras lecturas pre
Morfeo. Algunos, incluso, planean sus vacaciones o unos días de descanso: pese
a que los ardores playeros ya se van evaporando, el mar no se nos ha escapado,
sigue ahí, con todo el salitre y su bondad envueltos para regalo en este mes
tan especial, de siembras y promesas.
Siempre me gustó septiembre, desde niña. No me importaba despedir las
largas tardes de verano, los helados y los chapuzones en el río… Septiembre
olía a lápices, cuadernos por estrenar y a libros con un buen puñado de secretos.
Quizás por eso celebré mi boda (un nuevo comienzo) durante el equinoccio de otoño,
cuando día y noche igualan sus horas y en el mejor momento de recoger aquellos
sueños que sembramos con mimo e ilusión.
Septiembre sabe a uvas, a oportunidades y a proyectos por estrenar. Es tiempo
de recoger cosechas, de recolectar los frutos de aquellos deseos que plantamos en
la fertilidad de nuestra confianza. Tras la euforia del verano, la naturaleza toma
otro impulso y poco a poco va plegando los bríos estivales. El campo declina
su verdor en pro de una vestimenta más adecuada: camisolas ocres, fajines
burdeos y pañuelos pajizos. Y si hay suerte y el agua de la lluvia le ayuda a
matizar más los colores, podrá extender una alfombra firme y segura hacia el
natural reposo del invierno.
Para la cultura celta, septiembre era el mes de la «esperanza» y de la «renovación»
de la vida. Se regía por el cultivo de la vid, protagonista de todas sus fiestas
y rituales sagrados —en la antigüedad se coronaba a los dioses y a los héroes
con hojas de parra—. Los celtas conocieron su existencia a través de los
romanos e incorporaron la destilación de sus frutos a sus mágicos ceremoniales:
creían que ingerir vino abría las puertas al mundo de los duendes y las hadas; también
al de las entidades malignas si no se hacía en su justa medida. En este mes se
preparaban para recolectar lo sembrado, mientras Beltane, Dios de la
Vida, les hacía su guiño de mosto desde un Olimpo de
parras.
Septiembre aglutina algunos datos curiosos:
—La Segunda Guerra Mundial (1939-1945) empezó y terminó en septiembre.
—En el Hemisferio Sur, desde el punto de vista de las estaciones,
septiembre es el comienzo de su primavera (así como marzo es el del otoño).
—Según el calendario de las «Doce
Noches Santas», la novena noche, del
1 al 2 de enero (año nuevo), se corresponde con el signo zodiacal de virgo y
con el mes de septiembre. Quizás por ello, muchas personas tienen la sensación
de un primer «año nuevo» cuando comienza septiembre… ¿Y si nos tomáramos las
doce uvas el 31 de agosto y nos felicitáramos el año el primer día de
septiembre?
—Cada año, septiembre empieza el mismo día de la semana que diciembre. Este
año ha tocado en martes, día que se
corresponde con el planeta Marte. No olvidemos que Marte representa la lucha, la
conquista y la acción. Posee signo «masculino», su elemento es el fuego y su
metal, el hierro. En la mitología griega está representado por Ares, un guerrero de gran temple y coraje,
impulsado por la victoria y la conquista. Marte, dicen los astrólogos, rige el
modo de afirmar la presencia, satisfacer los deseos personales y realizar
nuestras metas. La influencia de este planeta da al individuo el deseo de
actuar en la vida, en una dirección específica.
Sin embargo y pese a todo, septiembre necesita de un fruto muy especial,
sembrado con la suficiente antelación para poder recoger nuestras cosechas, a saber: la
paciencia. Somos conscientes de que no
todas las siembras dan su fruto, ni todas las semillas son aptas para ser
enterradas y... esperar. La paciencia debe estar madura, con hojas verdes y
relucientes y su interior jugoso, repleto de vida. La paciencia madura no se
queda en el pasado, se pone en acción (como Marte) y se deja llevar por lo que
traerá la próxima cosecha, de forma irreversible y natural.
Dime, Navegante, ¿podría haber comenzado septiembre en un día más apropiado
y a merced de unas temperaturas tan oportunas?
Para arrullar la nostalgia de este mes, no se me ocurre mejor canción
que Don’t dream it’s over de la banda de rock Crowded House.
«Oye, ahora, no sueñes que se ha acabado.
Hay una batalla por delante,
varias se han perdido,
pero nunca verás el final de la carretera,
mientras viajes conmigo.»
Podrás escucharla un poco más arriba, en las recomendaciones musicales de
la semana… Disfrutad de los nuevos comienzos, aunque el «veranillo de San Miguel» nos envíe otra vez más calor...
© Mar Solana
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¡POR FAVOR, NAVEGANTE DE "MAR ADENTRO",
NO TE VAYAS SIN DEJAR TU TINTA
EN ESTE HUMILDE TIMÓN,
AL ALBUR DEL BARLOVENTO!