Hola, Navegantes:
¿Qué tal habéis comenzado el año?
Yo, de momento, no me puedo quejar, pero ando en modo "CaraTuga" o "TorCol", que es una especie de híbrido entre la tortuga y el caracol, je, je, je...
Un compañero (Grande, muy G-r-a-n-d-e), se convirtió en Gaspar allá por fin de año y me ha hecho un precioso regalo. La primera reseña de mi «Cuentacuentos». Desde aquí, emocionada, le doy las gracias desde lo más profundo de mi corazón.
Aunque el libro ya ha comenzado su vertiginodo descenso por el piélago virtual, no hay que perder la esperanza porque nunca se sabe... Al menos eso quiero (y deseo) pensar... Como le decía ahora a otra Compi Grande (de las Grandes de Verdad), no me gusta dar la vara. Convertirme en una vocinglera "ciber-social" con el archimanido predicamento de "¡Extra, extra, por aquí está mi librito otra vez!" Y soy consciente, por favor, que nadie se moleste o se de por aludido-a, de que en la época que transitamos quizás no quede otra, algo profundamente respetable; pero no es mi estilo. Pelear contra molinos de viento, aunque sean virtuales, se lo dejo a mi querido don Quijote.
Con el paso de los días, hemos descubierto como la literatura infantil en Amazon es un "ser" aún muy tierno y desconocido para muchos. La consecuencia más directa no se hace esperar: está mucho más devaluada que la adulta. Casi te "piden" que regales tu trabajo. Y eso no es justo. Pero qué cabría esperar si ya nadie se rasca el monedero casi por nada. No compramos música, nos la descargamos... y así con la mayoría de los asuntos que huelen a cultura... ¿Por qué iba a ser distinto con los libros? Y si es para nuestros hijos... ¡Mon Dieu, qué me vas a contar! A más de un euro, aunque contenga el esforzado trabajo de tres personas, preciosas ilustraciones que lo acompañan y algunas sorpresas añadidas..., ya te estás pasando, querido autor-a. Con un poco más me tomo unas cañas, con su tapa y todo, ¡faltaría más!
Os dejo con la reseña, Navegantes. Es lo mejor de todo este tinglado, os lo aseguro. Os aconsejo que cliquéis encima de las ilustraciones para verlas como se merecen.
Que este año sea más próspero y afín para todos.
Todo padre sabe, o debería saber, que el mejor regalo que puede hacerle a
su hijo es una infancia feliz. Al observar los ojos de un niño cuando le leemos
un cuento, nadie discute que durante esos minutos en los que fantasía y
corazón laten al mismo compás no precisa de otra cosa para llenar su vida. Es
feliz.
LEER MÁS...
Se dice que la primera regla para vivir es amar la vida. El niño que ha
escuchado, primero, y leído, después, historias contadas en medio de un
silencio devoto, alejado de cualquier ruido de fondo o algarabía mediáticos,
amará su vida antes incluso de ser consciente de lo que se trae entre manos.
Cuando nos mira y escucha acurrucado bajo el embozo de la cama —inmóvil, ojos
brillantes, receptivos, curiosos, respiración contenida—, está disfrutando, sí,
pero también completa el relato con su imaginación, lo dibuja en su cabeza. Y
se le estará abriendo el apetito: nos pedirá otra ración para la noche
siguiente. Seguirá así hasta que, con los años, la lectura se convierta para él
en un hábito cotidiano, placentero y recoleto.
Lo primero que me llamó la atención de este libro fue el título, pues no
hay mejor símil del silencio que la sensación que nos invade cerca de un buen
fuego, donde la atmósfera cálida nos empuja a escuchar una historia y dejarnos
llevar. Conozco la trayectoria literaria de Mar y su reconocido oficio para
desplegar cuentos infantiles pulcros, piezas narrativas nítidas y bien
trabadas, desnudas de artificios. Gotas de magia, destellos de ilusión con las
que Mar nos protege ante la vida junto al desinhibido goce de sus tramas.
Historias grandes para lectores pequeños, no me cabe duda que con atributos
casi hipnotizadores para éstos.
Otra virtud del libro es incorporar en cada cuento un mensaje implícito —el
valor asociado, como lo llama la autora— fácil de reconocer para un adulto, si
bien a los más pequeños les calará en el alma casi sin advertirlo, igual que un
chirimiri primaveral.
En el primer cuento, «Kity, la mariquita», se nos presenta a los
protagonistas que van a aparecer como elementos conductores del libro: el mago
Lumbrel, el mejor cuentacuentos del Bosque Azul, y sus amigos, el duendecillo
Glïky y las cuatro ninfas: Eolina, Daphne, Samdra y Ondina. A través de ellos
se nos subraya en esta primera entrega la importancia de guardar en el corazón
recuerdos y emociones pasados, aquello que permanece aunque los demás cambien.
«La Memoria de Tatú» nos habla de los miedos, pero también del respeto a
los animales, con una perspectiva valientemente ecologista para tratarse de un
cuento infantil. Es en el tercero, «Río y Pandora», donde de la mano
—más bien de las patas— de estos dos lagomorfos asistimos a una curiosa
transformación —me cuido mucho de desvelarla— que provoca una hermandad
perpetua, mantenida hasta nuestros días.
Durante las aventuras del globo
Violeta y su amiga doña Nube, que piensan, sienten y hablan en el cuento «El
Globo y la Nube», Mar nos desgrana una primorosa metáfora sobre la
pervivencia y permanencia en la Naturaleza, vencedora al paso de los siglos. En
definitiva, nos regala una alegoría de la inmortalidad.
Por último, en la
historia «Flora y Trompita» reaparecen los protagonistas iniciales y
conocemos a Flora, la flor más bella del bosque, y a Trompita, el abejorro
remolón. El mensaje se centra en la generosidad y la colaboración desinteresada
entre amigos para llegar a sobrevivir.
Las anotaciones pedagógicas que cierran el libro constituyen un complemento
ensayístico claro y directo, unos párrafos que nunca estará de más que conozcan
padres y pedagogos si utilizan este texto como lectura para sus hijos o
alumnos.
Albert Einstein afirmaba que la mente es como un paracaídas: si no se abre
no sirve. Tal vez una manera eficaz de abrirla es seguir los sueños que
conducen a la sabiduría de quienes nos precedieron.
Cabe recordar que los niños
sueñan cuando imaginan e imaginan cuando sueñan, y quien desde la infancia
fomenta la imaginación saca con facilidad de la nada un mundo propio. Uno en el
que predominen, entre otras cualidades dolorosamente escasas en la sociedad
actual, el conocimiento, la amistad franca, el buen juicio, la lucidez, el
talento discreto y la prudencia. El fuego de la lectura, prendido en la hoguera
que nos cita Mar en este magnífico libro, puede y debe integrarse en dicha
tarea.
© Rafael Borrás Aviñó. Farmacéutico y escritor. Colaborador de Canal-Literatura (y EnOOOrme Compañero) ¡Gracias!
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¡POR FAVOR, NAVEGANTE DE "MAR ADENTRO",
NO TE VAYAS SIN DEJAR TU TINTA
EN ESTE HUMILDE TIMÓN,
AL ALBUR DEL BARLOVENTO!