ELEGIR EL DÍA...

Pintura de Armando Gaviglia

«¡Cabrón, miserable, egoísta! ¡Tenía que ser justo hoy… no podías elegir otro momento para morirte, maldito hijo de Satanás!» Coreaba en letanía mi madre cuando mi padre se fue para el otro barrio. Nerviosa y frustrada, estrujaba las cuentas de aquel manoseado rosario, lo único que le presentaba ante los demás como una mujer decente. Y yo, siguiendo mi natural pensamiento infantil, fresco, ingenuo y lineal, di por hecho (o entendí) que podíamos escoger, igual que los colores o el sabor de un helado, una fecha para morir. Y entonces me dispuse a cumplir mi sueño, aquella nube anaranjada que, cuando somos niños, salta de entusiasmo a la más mínima sospecha de que abandonará el cofre de los imposibles. Lo que mi madre ignoraría siempre es que las palabras, altivas y poderosas, podían también clavarnos su dardo envenenado y decidir nuestra hora, como había hecho aquel infarto con mi padre… Confiado y sin miedo, a sabiendas de que ya pacté mí día -aún muy lejano- para dejar este mundo de vivos, me lanzo en vuelo de superhéroe desde un décimo piso. Tengo siete años.

 Mar Solana ©. 

Le agradezco a mi amigo, José Bejarano, sus inestimables sugerencias... ;)