"Mi cuaderno de impresiones, cuentos, relatos, poemas, reflexiones y otras historias".
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Caminos de Oreña (Cantabria) Imagen tomada por © Mar Solana. |
La otra tarde, antes de
largarse para el otro lado del mundo, el sol me guiñó un rayo mientras
pellizcaba a la luna su blanco y redondo trasero. Sonreí, les saludé y me puse
a enredar en mis recuerdos. Intenté capturar aquel momento en el que escribí
mis fantasías por primera vez… Tenía once años y me gustaba jugar y hablar
sola. En el aseo, ese rinconcito donde mi madre guardaba todos los aperos de la
limpieza y que, todavía ignoro los motivos, a mí me resultaba tan
acogedor para mis juegos. Cogía la fregona y el cepillo de barrer y los daba la
vuelta. Los palos hacían las veces de cuerpo; el cepillo era el rey y la
fregona la reina, juntos gobernaban… ¡el país de la limpieza! La escalera de
faena, su castillo y… ¡claro!, las casas de aquel reino eran tambores de
detergente… Creo que así nació mi primer cuento: «Tom y Tomasa en el país de la
Limpieza». Sentí la imperiosa necesidad de dejar constancia de aquel juego que
me había inventado, auspiciada por la semi penumbra de un habitáculo de apenas
cuatro metros cuadrados. Me sentía la niña más feliz del mundo porque siempre
había muchas historias para rescatar; el caudal era inagotable… Y allí, entre
cubos, trapos, rollos de papel y demás enseres domésticos, comenzó mi
relación con las palabras.
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Al principio escribía
más que leía y solo algo más tarde, esa relación se igualó. Creo que mi madre
fue la principal responsable de poner en marcha los engranajes de mi
imaginación, nunca dejó de inventarse extraños, curiosos y caóticos cuentos
para mi. Sirenas que vivían en el fondo de un río, entre dos enormes rocas que
casi podía tocar; animales que cuidaban y leían cuentos a ancianos; flores que
se hacían heridas jugando al corro de las patatas… y un sinfín de maravillas
que me conducían a seguir tirando del hilo de las palabras.
Durante mi adolescencia,
un devenir rebelde y turbulento, leí mucho más que escribí. Ya no inventaba
historias. Todas mis palabras eran los caballitos de una noria, giraban en
torno a mí y se depositaban, como testigos cómplices y silenciosos, en un
generoso diario.
A escribir se aprende
leyendo...
Al principio nos
sumergimos en casi todo lo que cae en nuestras manos. ¡Hasta los trípticos de
los «testigos de María» me leía yo!, desde la primera palabra, hasta la
última: amén. Por aquella época de tantas lecturas, cuando cumplí
los quince, mis amigas del colegio me regalaron un libro que me marcó para
siempre: «La loca. Una joven en el infierno psiquiátrico» de Alvin Piatock.
Quedé tan impactada que deseé ser psiquiatra para intentar aliviar el tormento
humano y que nadie tuviera que pasar por un averno semejante. Pronto cambié de
idea. Decidí estudiar otra carrera afín, Psicología, cuando me enteré de que
los psiquiatras manoseaban cadáveres y veían mucha sangre durante los seis
largos años de estudios de medicina.
Con el paso del tiempo y
mientras maduramos la piel, escogemos aquella literatura que sintoniza con
nuestras venas, esa que se ensambla en el corazón como mapas de palabras
indelebles. Siempre he pensado que los libros nos escogen a nosotros y no al
revés. Desde luego, ahora sé que «La loca» me eligió sin titubear, como hizo el
genial y eterno Dostoievski. Recuerdo como llegó hasta mí «Crimen y castigo»,
en mi recién estrenada juventud. Con el poso algo más relajado, le pregunté a
mi padre —gran lector— y me miró con sendas interrogaciones en sus ojos: «tú
verás, nena, es un libro vasto y denso». Si mi padre pronunciaba esos dos
adjetivos juntos, vasto y denso, había que devorar sus letras igual que las
galletas de chocolate que mi madre escondía para las visitas. Y me perdí en
esas tupidas brumas del mal que tan magistralmente nos comunicó Dostoievski. En
ese vasto universo de letras que me enfrentaba por tercera vez, desde la ya
legendaria plaza de ajusticiamientos del pueblo enfurecido de «Fuenteovejuna» o
los lóbregos pasillos del psiquiátrico de «La loca», con el lado más sombrío y
oscuro del ser humano. Quizás era lo que necesitaba aprender en aquellos
momentos o, al menos, con lo que tomar un primer contacto para equilibrar las
sombras y la luz. Algo ineludible que, sin duda, me ayudaría a desarrollar mi
trabajo más adelante.
Y fue en aquel tiempo
cuando retomé de nuevo mis amadas letras. Sentí la necesidad de dejar
constancia por escrito de todo lo que bullía en mi interior. ¡Qué lejos y
pueriles quedaron mis primeros diarios! Durante unos cuantos años escribí y leí
muchísimo, casi a partes iguales. Perfilé algunos poemas y tracé mis primeras
reflexiones o ensayos. Cualquier cosa me servía para inspirarme. El mundo
entero era una musa ciclópea e insaciable… Un atardecer marino me sugería unos
versos apasionados. Un insecto moribundo una disertación sobre la vida, la
muerte y lo insignificante. Los comicios eran una divagación sobre el poder y
la ambición humanas. Y de las meditaciones sobre el dinero salió un excurso
insufrible. Naturaleza, política, condición humana, mis primeros amores;
todavía conservo esos folios amarillentos que recogieron mi vehemente
inspiración y sirvieron de alacena a mis creaciones más primarias.
Mis amadas palabras se
tomaron otro descanso, dilatado e invisible, cuando aún no sabía hilvanar sus
trazos para escribir una historia en condiciones, mínimamente soportable o
legible. Entonces volví con mis Clásicos, seguí en la ardua tarea de empaparme
del oficio de los mejores… Me casé y guardé mis palabras a buen recaudo,
en un lugar secreto. De vez en cuando, las visitaba, las observaba, las deseaba
con la complicidad y el silencio del amante que sabe esperar, pero ellas
dormían…
Hasta que despertaron otra
vez, hace seis años. Se unieron a mí bajo una condición inexorable: que las
tratara como si fueran barro virgen por moldear y creara un taller especial
para ellas, echara a escobazos a doña vanidad y me quedara con la ilusión como
principal maestra. Así comencé a caminar por el bosque frondoso de la
literatura. Conocí a algunos maestros, alfareros de letras, que me marcaron
unas pautas y empecé a escribir mis primeras historias, farragosas,
rocambolescas, cursis e insoportables. Sin embargo, tanto despropósito
literario se compensaba con mi entusiasmo y tesón, esos compañeros que,
anestesiados por los quehaceres de mi nueva vida, reposaron durante mucho
tiempo en algún lugar de mi memoria de letras. Ahora volvían a darme la mano.
Mis primeras invenciones
no sabían narrar, taxativo pero cierto. Eran un conjunto de palabras bien
sonantes, un seductor maridaje entre adjetivos y sustantivos, más que
sugerentes misterios encerrados en la pecera del alfabeto. Y pese a desconocer
la melodía, seguí escribiendo mis propios pentagramas sin dejar de aprender ni
un segundo. Me enfrenté a mis primeros fracasos y errores y, por supuesto,
sufrí los primeros bloqueos de una estima arañada por ramas más longevas.
Porque el alma de un escritor, como buena tierra fértil, también necesita de
descansos o barbechos para después recoger mejores cosechas…
Incluso, en este devenir
de letras, me animé a crear mi propio espacio literario, mi querido
blog «Mar Adentro», que me ha ayudado a sacudirme la vergüenza y a
desempolvar la soledad de mis textos. Escribir es un camino arduo y el oficio
de escritor es tremendamente solitario e introspectivo. Sí, escribir es un
oficio, me gusta sentirlo así en un mundo que ya profesionaliza hasta los
paquetes de pipas. Es un trabajo como los de antaño, donde más que el currículo
y los logros, lo importante es aprender a tallar, pulir y moldear desde el
principio.
A escribir se aprende
escribiendo... todos los días, de forma profusa y cometiendo muchos
errores.
Nadie aprende de las
cosechas de éxitos. Lo hacemos en solitario, sintiéndonos mediocres, rechazados
y pasándolo mal. Uno se encuentra a diario sometido a las preguntas del
«espejito mágico» de la estima, a las insufribles glotonerías de un ego (casi
siempre) insatisfecho de lectores que nos inflen la vanidad como a globos de
parques temáticos.
Un día, no hace mucho,
descubrí la importancia de escribir solo por el placer de hacerlo y porque
necesito comunicar ( a veces, “vomitar”) todo lo que bulle por mi alma. Y creo
que este pequeña actitud ha influido de forma notoria en la calidad del mundo
de mis palabras, una calidad sin principio ni final. El camino de las letras es
un peregrinaje infinito, sin metas, y con muchas paradas. Sin embargo, somos ya
unos cuantos en este mundo de palitos y redondeces que crece de forma
interminable.
En un momento donde las
decepciones ya han abombado mi morral y la desilusión campa por sus fueros,
para mí carece por completo de sentido eso de escribir como carrera de fondo o
para arrearle el mejor bocado al pastel. No me apetece quedarme sin aliento;
los dientes, con el paso de los años, son otro cantar.
© Mar Solana.
16 comentarios:
Es así. La relación con nuestras pasiones no surgen en forma caprichosa o arbitraria. siempre hay un comienzo. Una inquietud que surge como semilla a la que hay que regar, para que crezca lozana y más tarde de frutos.
En tu caso, la generosa imaginación con la que naciste fue la tierra fértil desde donde las palabras se fueron haciendo fuertes. Y la lectura de los años posteriores fueron abonando tus inquietudes al punto de hacerte sentir más tarde tu verdadera vocación: la escritura.
¡Qué bueno es poder contar que se ama lo que se hace!. No sólo regocija a quien lo siente, sino que sirve de incentivo para quien, quizás, se ve alicaído en sus sueños por falta de apoyo o constancia.
Un abrazo!
Entiendo ese peregrinar por esta senda: una inquietud que se transforma en necesidad, que se vuelve frustación para terminar siendo un modo de vida sin el que no podrías disfrutar de la existencia.
Un gran abrazo "mi capitana".
ibso
Se aprende leyendo y escribiendo, equivocándose, probando, tachando, dudando, y dejando correr los que adentro de ese mar bullicioso llevamos. Desde el mágico cuarto de limpieza, pasando por los diarios pueriles, por las lecturas paso a paso, nos soltamos, así es amiga mía. Y al navegar mares adentros y afueras en el blog nos encontramos para comunicarnos esencia de la escritura. Tu empeño recoge sus frutos flores y palabras que nos regalas en el cuenco de tu cálida mano escritora. Felicitaciones y hasta siempre dulce Mar, fecundo en espumas que despiden ideas.
Besitoooo.
Cierto es, Mar: se aprende a escribir escribiendo, dejando reposar, puliendo, imaginando mundos, fantasías, realidades. Se aprende a escribir leyendo; leyendo a los buenos autores, a los clásicos y también, por qué no, a los autores más recientes.
Nunca se termina de aprender.
Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.
Así es, leyendo y escribiendo. Dejando volar la imaginación.
Y escribir, pero también leyéndote a ti y escudriñando en tu proceso literario.
Leer y escribir: las dos caras de la misma moneda y que todo el mundo debería, cada uno en su medida, ejercitar.
Un beso
Leyendo, escribiendo y dejando volar la imaginación en los más inversímiles lugares, como, por ej, un cuarto de limpieza; puede comenzar la gran aventura de traspasar al folio todas nuestras sensaciones, querida Mar.
Delicioso el relato de tus comienzos como escritora y, fructífera la semilla dejada entre tambores de detergentes, amiga.
Un abrazo. María
¡Holaaa, mis intrépidos Navegantes!
Muchísimas gracias por dedicar un ratito de vuestro preciado tiempo, ese que todos tenemos tan pegado a los talones y que tan pocas treguas nos da, para sumergiros en mis letras.
Escribí este texto 'biográfico' hace tiempo y puedo aseguraros que disfruté especialmente con ello y con el paladeo de ciertos recuerdos. Ahora estoy feliz de poder compartirlo Mar Adentro con todos mis súper Grumetes de lujo.
Ya sabéis que os quiero ;)
Un cálido abrazo para cada uno de vosotros: Moni, ibso, Náta, Mos, Jóse y María.
maravilloso tu texto
gracias por compartirlo
El mundo de la escritura y su posterior lectura, tiene sus peculiaridades en la vida de cada persona. Es una cosa muy personal y, cada cual, las adecua a su forma de pensar y de ver la vida.
Tienes una forma muy bella de narrar las cosas.
Un abrazo.
Cuanto tenemos en común querida Marecita, ese mundo tan amplio de fantasía, unos padres que nos insuflaron el amor por la lectura y las historías que nadie se imaginaría poder contar,. Me siento muy feliz que vomites todo aquello que llevas dentro, perdón por la palabra pero a mi me pasa lo mismo, necesito soltarlo todo, como las amarras de un barco, esa necesidad imperiosa de ser libre dentro de un cuadrado pero por lo menos mirar hacía arriba y ver que hay un gran cielo que nos cubre de estrellas. Mi fantasía llega a límites insospechados.. va creciendo con el paso de los años.
Los niños en el cole me miran con una cara de interrogante porque me da pena que les roben la fantasía cuando a veces les suelto que hay que comer lechuga para ser tan fuertes como Hulk... o que los platos del cole son platillos volantes y ellos son mis niños verdes jaja. Todo me inspira querida Marecita, tus palabras me han llegado como una brisa marina que me llena de paz y sosiego que me devuelve de vuelta a casa a esas 4 paredes que contaban historias del más allá y me hacían sentirme distinta. Besitos de luz para ti mi querida amiga de letras y sentires profundos.
Hola, RECOMENZAR:
¡Qué nombre más bonito :)! Gracias a ti por leerme. Yo estoy feliz de compartirlo con vosotros.
Un beso.
Hola, balamgo:
La foto de tu nick me recuerda a uno de mis cantantes fetiche: Van Morrison, ¿no será él? ;))
Muchas gracias por tu visita y por tus palabras. Compartir todo esto aquí, Mar Adentro, es muy importante para mí. Somos muchas cosas, variados "yoes" que 'representan' sus papeles en el teatro de la existencia o que, simplemente, cumplen con su destino. Lo importante al final es que todos confluyan en la misma esencia. La bifurcación sin encuentro produce almas 'esquizofrénicas'.
Un beso grande, compañero.
Mi querida Chuarquina, una de las almas más lindas con las que me he topado en esta mágica bloggosfera :))
Estoy emocionada. Me has emocionado profundamente.
¿Sabes, asturianuca?
Me hace tremendamente feliz ver como todos vamos evolucionando en este trabajoso, y a la vez estimulante, camino de letras. Tú has pegado un gran salto y ¡me siento muy orgullosa de ti! Estás luchando por tus sueños que, poco a poco se van materializando gracias a tu amor, constancia y tesón. Eres admirable, te lo digo con el corazón en la mano.
GRACIAS POR SER Y EXISTIR, preciosa alma. Les doy también las gracias a nuestros Tíos, Grandes Ellos, Ángeles Guardianes, que acercaron nuestros caminos virtuales. Muy pronto nos encontraremos sin pantallas de por medio :D Ya verás...
Besos, pero muuuuuchossss.
Mi querida e inolvidable Mar...allí en el "país de la limpieza" fuíste encontrando el jardín del alma y aprendiste a limpiarlo de hierbas e ir plantando tus letras-rosas,que elevaban tu pensamiento a las estrellas...
No dejes nunca de escribir,tus conocimientos,tu creatividad e imaginación son un universo de lienzos,donde se abren caminos de luz y cielo...Ahí te encuentro siempre y ahí... contigo me quedo...
Mi gratitud y mi abrazo inmenso por tu amistad,tu maestría y tu magia.
Feliz domingo,compañera y amiga.
M.Jesús
Gracias, amiga.
Es un honor para mi y un verdadero halago para Mar Adentro leer y atesorar en su bitácora de a bordo las palabras-margaritas-pensamientos de una poeta de tu talla.
Me siento orgullosa de seguir leyéndote fuera de los límites del tiempo ;))
Un fuerte abrazo.
Bueno estimada Mar
aprendiendo a conocerte un poquito más a través de tus palabras
que a su vez enseñan un camino que nunca ha sido del todo fácil...pero muy responsable de tu parte en avanzar en esto del uso d e la palabra...
sin dudas tu reflexión también acompaña un tanto a la mía en este rato y uno hace un balance rápido de lo que igual ha sido todo este proceso...
y me parece muy bien que al fin sigas caminando por tus sendas que fuiste apoderándote durante todo este tiempo...
y de esa manera nos haces entrega de tus interesante y profundas creaciones
saludos
espero estés muy bien!
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¡POR FAVOR, NAVEGANTE DE "MAR ADENTRO",
NO TE VAYAS SIN DEJAR TU TINTA
EN ESTE HUMILDE TIMÓN,
AL ALBUR DEL BARLOVENTO!