MANEJA ESTE TIMÓN DE LETRAS...

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Este es el Diario de a Bordo de Mar Solana (Mar Cano Montil), psicóloga, escritora y cuentista... Aquí encontrarás mi «Cuaderno de Impresiones, Cuentos, Relatos, Poemas, Reflexiones y otras Historias», una especie de lenitivo para mitigar las heridas que nos inflige este mundo punzante y rasposo... Escribí mi primer cuento con once años, lo inventé en un pequeño aseo donde me gustaba jugar. Con quince decidí que quería aprender el arte de «Domar Caballos Salvajes» (léase Emociones que necesitan volver a coger sus riendas). Por eso llevo un cuarto de siglo, con sus amaneceres y sus lunas, ejerciendo la Psicología... Mis raíces son "abu-leñas" y nací en la capital, pero a mi alma le dio por asentarse a orillas del Guadarrama... Hace algo más de una década regresé a mi pequeño Taller de Letras. Y ahora soy «Psicolotora» especializada en Literalogía o «Escritóloga» en Psicoratura. Me chifla inventar palabras, tender historias de Letras en las cuerdas del olvido y airear mis impresiones al barlovento del papel... Curiosa insaciable del aspecto más espiritual de la existencia, soy como el Caracol, peregrina de un camino infinito de crecimiento y aprendizaje...

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«La Novela es una meditación sobre la existencia vista a través de personajes imaginarios». ©Milán Kundera.


«En esta comarca no existen reyes, aficionados o vasallos de las letras; sólo la magia de los artesanos de la palabra que intentan comunicar». ©Mar Solana.


«La verdadera novela es el arte que nace de la risa de Dios».

©Milán Kundera.

martes, 29 de mayo de 2012

Fortepiano

Pintura: "Fortepiano" de Serhiy Savchenko.
El día que la muerte llovió del cielo, Mariana acariciaba algunos acordes de su fortepiano, lo único que hasta ahora permanecía en pie, fuerte y suave, como un compañero fiel. Aquella mañana, muy temprano, avisaron del ataque de los pájaros de acero, de las aves de hierro forjadas en el infierno, pero Mariana no quiso huir al refugio cuando las sirenas comenzaron a ulular con urgencia y desaliento. No, no lo iba a abandonar. Si él caía, ella también. El cielo se convirtió en un manto de plomo y la tierra empezó a temblar. Mariana lo cubrió con la vieja y raída manta, se hizo un sitio debajo del teclado y se acurrucó. No, no lo dejaría allí, al albur de un futuro que se derrumbaba. Había cuidado de ella como un hermano; recordó aquella tarde, no muy lejana… Dos soldados surgieron de la nada con los bajos instintos desatados, igual que  animales en celo. Mariana, aterrorizada, se sentó al fortepiano y sus teclas comenzaron a repiquetear Mon grand amour est près de. Mientras ella llevaba el alma a cada unos de sus trémulos dedos, los soldados se alejaron de allí hipnotizados; uno de ellos lloraba sin consuelo y el otro se volvía a mirar al instrumento como si estuviera endemoniado.
 


La tierra seguía temblando y, en la oscuridad de su pequeño refugio, Mariana pensó que sus brazos eran los de su gran amor, la rodeaban para protegerla y por eso se prendió a sí misma aún con más fuerza. ¿Y si todo era un mal sueño? Sí, quizás era eso, una inoportuna y densa pesadilla. Su hermano Julio levantaría la manta y la encontraría allí, aterida, con la frente perlada por el terror de tanta destrucción. La miraría con sus ojos de azabache y pondría su mano entre las suyas, grandes y cálidas; «Vamos, pequeña, no tengas miedo, el desayuno espera… Los malos sueños son como la mantequilla, Mariana, se derriten con los primeros rayos del sol…». Pero hacía mucho tiempo que el sol no descollaba por tan pardusco horizonte. Abrió los ojos, todo seguía oscuro y el temblor era cada vez más fuerte y cercano…

Si aquello era una atroz visión, bajaría a desayunar y sentados a la mesa de haya estarían todos, esperándola. Su madre y su hermana Rosa no habían desaparecido en la cola del almacén donde aún se conseguía algo de comida. No, nadie las había secuestrado, violado y torturado porque estaban allí, sentadas a una mesa colmada de bollitos calientes, mantequilla y café. Le sonreían, impacientes por el hambre y nimbadas por la claridad del más espléndido día de sol que Mariana recordaba. La mirada segura y azabache de su hermano Julio la invitaba a sentarse a la mesa, mientras retiraba su silla con la suavidad de un soplo de aire. «Princesa, he aquí su trono». Y todos prorrumpían en estridentes carcajadas mientras su padre le decía que era más cursi que una niña. «Tú no tienes alma de soldado, hijo…», profería sin dejar de reír. Sí, su padre y su hermano Julio también seguían allí, no se los habían llevado a empellones, con las armas en ristre, para alistarlos a las filas de la muerte con carácter urgente y obligatorio. Todo seguía igual, se despertaría y nada había cambiado.

Mariana sintió el impacto de algo grande muy cerca del fortepiano, se abrazó con tal fuerza que hundió las uñas en su espalda, incluso a través del grueso jersey de lana. No temía a la muerte, sólo le horrorizaba que todo acabara de golpe, sin más, sin haber conocido al gran amor de su vida; Mariana sabía que existía, Mon grand amour est près de, la fuerza de sus abrazos, la suavidad de sus besos… Tras un instante de oscuro y denso silencio que a Mariana le pareció una eternidad, abrió los ojos; una mano pequeña con unos dedos luengos como ramas sostenía un extremo de la raída manta. No era la maraña de rizos castaños de su hermano Julio; un pelo del color del trigo en agosto, alborotado y sucio, y unos enormes ojos verdes la escrutaban con curiosidad. «¿Quién era el caballero que la rescataba esta vez de sus malos sueños?»...

─¿Estás bien?─le interrogó una voz melodiosa y viva, sonaba igual que su fortepiano. Una sonrisa de arcoíris le tendía la otra mano, delicada y de finos dedos de pianista. Mariana se agarró a ella como lo hacía con la de su hermano. Esos dedos gráciles le inyectaban ahora un agradable escalofrío que terminó en un rubor incontenible...

─Sí, creo que sí… ¿Y usted? ¿Quién es usted?─Mariana comprobó con alegría que su vetusto refugio de música, testigo incólume de varias generaciones, seguía en pie. Parecía estar todo en su sitio; sin embargo, percibió algo plúmbeo en el ambiente de la estancia. Todo estaba teñido de un gris azulado, metálico, y de una terrible sensación fría. Sólo su instrumento, su extraño salvador y ella parecían coronados por una luz intensa, por un halo que resaltaba sus colores de forma especial, distinto a todo…

─Perdone mis modales, mademoiselle; soy Eduardo Dreamen. Lucho en las  primeras filas de intendencia a las órdenes del general Vistela. Estaba en mi trinchera… Una fuerte explosión, la imagen de una hermosa criatura o de un ángel, lo siguiente que recuerdo es a usted, un sol brillante y este extraño lugar, frío y gris, parecido a una cueva. Cómo se unen todas estas cosas es lo que no consigo recordar. ¿Y usted?... disculpe mi indiscreción, ¿vivía aquí?

─Me llamo Mariana Fleaubert y… ya no sé lo que es real, ni siquiera si éste es mi 
hogar─las últimas sílabas se quebraron como ramas secas y Mariana rompió en sollozos. Él se acercó y sin mediar palabra la abrazó fuerte y suave, eran los acordes de un espacio sin tiempo. Tenía la sensación de que por fin había encontrado al ángel de sus últimos recuerdos…

A lo lejos, muy distantes, llegaban sonidos de muy abajo o desde una frontera etérea, fantasmagórica, infranqueable, quizás inexistente; se escuchaban los ecos de explosiones inmisericordes, el silbido de las inevitables balas cruzando la sinrazón de las líneas de la muerte y el ulular de las sirenas, siempre alertando de ese peligro que aguardaba agazapado en cualquier esquina. El aire arrastraba un olor rancio de humedad y sangre seca… Y aunque todas esas sensaciones quedaban muy atrás, la densidad del aquel frío lugar las seguía plasmando en los sentimientos como ecos de una melodía muy conocida. Mariana notó una mano grande y tibia en su hombro, se separó del cálido abrazo de su salvador y se volvió. Su hermano Julio la cogía con dulzura por el talle: «Ven, hermanita, te estábamos esperando. Vaya, parece que tendremos un invitado a la mesa…». Sin soltar la delicada mano del hombre que la había encontrado, vio a su madre, a su hermana Rosa y a su padre sentados alrededor de la fragante mesa de haya; colmada de bollitos calientes, mantequilla y café. Le sonreían, impacientes por su llegada y rodeados por una luz aún más resplandeciente que cualquier recuerdo. La mirada segura y azabache de Julio la invitaba a sentarse al fortepiano: «Princesa, deléitanos con L'enfer, les morts vivantsahora que ya sabes esos amargos acordes, los de allá abajo». Todos aplaudieron con entusiasmo y su padre se levantó, abrazó a su hijo mayor y entre susurros juguetones le dijo: «Tienes alma de músico, hijo, para toda la eternidad… Sólo el amor es capaz de ayudarnos a nacer a esta vida, la de verdad; tu hermana lo ha logrado gracias a este gentil caballero que la encontró…».

Sin necesidad de rozar apenas las luminosas teclas de su fortepiano, Mariana comenzó a moverse por ellas con una soltura inaudita; desconocía esa pieza, sin embargo era como si la hubiera guardado siempre dentro de su memoria:

«La muerte de los vivos, el despertar de los muertos… Tocan fúnebres acordes que ignoran estar viviendo en el que creen su único mundo… Ellos… en realidad… son los muertos».

Mar Solana©.

14 comentarios:

María Bote dijo...

Excelente texto, querida Mar. Me encanta leerte, amiga.

Felicidades y besos. María

Mar Cano Montil dijo...

Gracias, María; un placer encontrarte mar adentro. Cariños.

joseAntonio Bejarano dijo...

Un relato de ambiente sobrecogedor, fantasmal, opresivo.
El final, envuelto en los tristes acordes del pianoforte, dan un toque ligeramente gótico.
Es mi pobre opinión.

Besos

Mar Cano Montil dijo...

Hola, Jóse:

Tu opinión no es pobre en absoluto, has expresado los sentimientos que te ha sugerido la lectura de este relato. Para mí, tu paso por aquí y leerme, ¡es ya una opinión de lujo!! :)

Un fuerte abrazo, AMIGO.

Natàlia Tàrraco dijo...

Mar marinita, tu sensibilidad es intensísima, siempre he creido que la música amansa a las fieras, lástima que no suenen más sinfonías para aplacar las lluvias de plomo. Hemos de creer que podrían.
Besitos muy cariñosos, y jejeje, no soy galleguiña, lo soy de segundo corazón, nací en Barcelona pero siempre me renazco en muchos lugares, los que puedo, Galicia por supuesto.
Más besitos o bicos en galego.

Mar Cano Montil dijo...

Hola, Natália:

Gracias por esa "inteligente" lectura de mi fortepiano... Sí, la música amansa y abre todos los sentidos, es algo muy importante para todos los seres vivos; fíjate que hasta Spielberg habló de ello en "Encuentros en la tercera fase", la posibilidad de conectar con seres extraterrestres a través de la música... :)

Ya se que no eres galleguiña, tampoco yo soy cántabra, sin embargo, somos hijas adoptivas de aquellos maravillosos lugares, ¿verdad?

Petonets ;))

Luisa dijo...

Hola, Mar.

Es un relato muy bueno. Me ha encantado. La frase final es fantástica y muy rotunda y creo que engloba a la perfección la esencia del relato. Toda la narración está envuelta de un halo que llama a ser leído. Tiene un ritmo magnífico y un trasfondo que invita a reflexionar. Como tiene que ser.;)

Muchos besos, guapísima y dale unos achuchones a tus grumetillos de mi parte.

Mar Cano Montil dijo...

Hola, Luisilla;)

Me alegra mucho que lo hayas leído, guapa :) Tus palabras son melodía para -en este caso- mis ojos, jejeje, y porque vienen de un pedazo de escritora como la copa de un pino. Graciasssss...

Muchos besotes, preciosa.

Mar Cano Montil dijo...

Ay, Luisa, olvidé darte muchos achuchones para tus peluditos ;))

Mos dijo...

Huy, Mar; sorprendente relato nos dejas.
Algo de gótico sí tiene. Se mueve entre la realidad y los sueños, entre la vida y la muerte pero, sobre todo, despide amor. Un amor diferente y una compañera inseparable: la música; esa música del pianoforte que reconforta y dulcifica todas las penas y carencias.
La vida después de la vida también se nutre de amor.
Interesante relato, sí.

Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

Mar Cano Montil dijo...

Hola, Mos:

Jejeje, me tenéis que explicar el epíteto "gótico" ;) supongo que os referís a que es algo oscuro y heavy a la vez, ¿no? Verás. Me apetece contarte la intrahistoria de este relatillo... Lo escribí para presentarlo a un certamen, animada por una compi, como puedes ver, no obtuvo ningún reconocimiento, pero mi intención era (humildemente, claro) "imitar" el estilo etéreo y fantástico de García Márquez.... puuuf, nada más lejos, ¿verdad? ¡ingenua e ilusa de mi! Sin embargo, si algo bueno tiene compartir nuestros textos en nuestros espacios es que ¡¡aprendo mogollón con vuestros comentarios!! Quién sabe, lo mismo instauro un nuevo estilo literario: el gótico, jejeje; si es que no existe ya :O

Gracias por traerme un cachito de tu cálida orilla, Mos. Un besazo enorme.

Mar Cano Montil dijo...

Pues sí, en efecto, soy más boba que un melón ;) el género gótico ya existe en literatura... ¡Qué haría yo sin papá Google!

AQUÍ TENÉIS MÁS INFORMACIÓN...

Nunca te acostarás sin saber algo más... :))

Isabel Martínez Barquero dijo...

Felicidades por tu blog, Mar. Llevo un rato de una muy agradable lectura en él. Es un placer descubrirte, sentir tus letras próximas, tu sensibilidad siempre emergente, como en este último relato, bello y triste al tiempo, muy hermoso.
Gracias por tu confianza y recibe un efusivo abrazo de mi parte. Creo que he encontrado en ti a un diamante.

Mar Cano Montil dijo...

Hola, Isabel:

Es un verdadero placer recibirte mar adentro, me alegra que hayas disfrutado buceando en mis letras; escribo con y desde el corazón para llegar a otros corazones, bellos, como el tuyo ;) Ultimamente suelo visitar mis blogs amigos de puntillas, sin hacer ruido, con pisadas de bailarina (decía mi padre...) y en uno de ellos te encontré diciendo a alguien sabias palabras desde lo más profundo de tu corazón, me vi totalmente reflejada en ellas, como en las cristalinas aguas de un arroyo... Yo también mantengo mi blog para comunicar y básicamente es una actividad desde lo más hondo de mi individualidad, casi en solitario... Internet se ha convertido en una especie de ciénaga donde es muy importante fondear la arenilla para filtrar las solitarias y escasas pepitas de oro ;) Siempre hay personas que brillan a través de la opaca estela de la mediocridad y eso es un verdadero consuelo.

Te envío un cálido abrazo.

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... EL TIEMPO DESGRANADO Y SIN PRESTEZAS PARA ESCRIBIR, ESCRIBIR, SÓLO ESCRIBIR...

«Escribir es un autobús que te conduce a la calle Catarsis, con muchas paradas, pero directo».

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¿Y leer? Me apasiona devorar libros. Es como visitar el hogar espiritual de mis escritores favoritos y paladear un delicioso vino de su mejor cosecha de Letras... Un buen libro es como una liana, te ayuda a desplazarte por la inmensa selva de tu imaginación... Leer también me facilita la tupida tarea de ir desbrozando esa maleza que se enreda entre la escasez de ideas y la falta de inspiración... ¡Nunca dejes de leer!

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«Para alcanzar algo que nunca has tenido, tendrás que hacer algo que nunca has hecho.»

JOSÉ SARAMAGO: 16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010... ¡HASTA SIEMPRE MAGO DE LAS LETRAS!

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"La derrota tiene algo positivo, nunca es definitiva. En cambio la victoria tiene algo negativo, jamás es definitiva. Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran." Creo que en la sociedad actual nos falta filosofía. Filosofía como espacio, lugar, método de reflexión, que puede no tener un objetivo concreto, como la ciencia, que avanza para satisfacer objetivos. Nos falta reflexión, pensar, necesitamos el trabajo de pensar, y me parece que, sin ideas, no vamos a ninguna parte...

EL BESO QUE TE ADIVINA ...

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... es la luz que te conduce a sacar de tí lo mejor, a crecer en la mirada de quien verdaderamente te ama. El verdadero amor te quiere libre y como ser expansivo. Nunca admite murallas para el alma que respira... Es descubrir tu segunda piel, la que te eleva a la capacidad de ser decididamente afectivo, humedeciendo con licor de alegría los desiertos emocionales ... CARLOS VILLARRUBIA.

VIVIMOS SIEMPRE JUNTOS...

Llenamos el caldero
de risas y salero,
con trajes de caricias

rellenamos el ropero.

Hicimos el aliño

de sueños y de niños,
pintamos en el cielo
la bandera del cariño.

Las cosas se complican,
si el afecto se limita
a los momentos de pasión...

Subimos la montaña

de riñas y batallas,
vencimos al orgullo
sopesando las palabras.

Pasamos por los puentes

de celos y de historias,
prohibimos a la mente
confundirse con memorias.

Nadamos por las olas
de la inercia y la rutina,
con la ayuda del amor.

Vivimos siempre juntos, y moriremos juntos,
allá donde vayamos seguirán nuestros asuntos.
No te sueltes la mano que el viaje es infinito,
y yo cuido que el viento no despeine tu flequillo,
y llegará el momento
que las almas
se confundan en un mismo corazón...
(Letra y música: Nacho Cano)

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