SÁBADOS LITERARIOS DE MERCEDES: "LA SEGUNDA OPORTUNIDAD" ...

LA TIENDA DE BENITA.

Benita se quedó estupefacta por un ataque de pánico repentino. Cuando se disponía a echar el cierre, un indigente entró y le lanzó una mirada desafiante. Unos ojos sibilinos se perdían entre un gorro de lana negro y una bufanda deshilachada que también ocultaba la nariz y la boca. “¡Por favor, le daré todo lo que tengo en la caja, pero no me haga daño, hombre de Dios!…”. Le suplicó Benita en un intento de evitar el exceso de violencia de un atraco a una modesta tienda de ultramarinos de una pequeña localidad. “Pero mujer, si soy yo el que venía con la idea de suplicar, llevo casi dos días sin probar bocado, me conformo con unas galletas y algo de leche…”. Le dijo el pobre hombre a una asustada tendera mientras se despojaba de su denso y mugriento gorro y se desenroscaba la media docena de vueltas de su harapienta bufanda verde. A medida que esto ocurría, el gesto de Benita iba mudando del más intenso de los miedos a la más formidable de las sorpresas, sus mejillas fueron cobrando de nuevo su rubor natural y en su rostro comenzó a perfilarse una tenue sonrisa. “¡Oh, Dios mío...! ¡¿Mauricio… eres tú…?!¿Pero qué haces,… qué narices te ha pasado? ¡Tantos años sin saber de ti!”. El mendigo, que ya lucía una testa libre de tabardos, miraba incrédulo a aquella mujer. Quería conocerla pero… los recuerdos se resistían por el aturdimiento de su forzoso ayuno. “¡Por el amor de Dios, Mauricio! ¿Es qué no me conoces? ¡Soy la Benita!”, le increpó la tendera enfatizando impaciente la “a” final. El menesteroso abrió la boca como si quisiera decir algo y acto seguido cayó desplomado al suelo como fardo mal apostado. Cuando Benita consiguió reanimarle con paños de agua fría y algunos mimos, cerró la tienda y le invitó a su casa, donde preparó una opípara cena. Mauricio se aseó y parecía otro. Mientras engullía un generoso trozo de salchichón, escrutaba a su antigua y bien amada novia. ¡Ay, Benita! Y pensar que no la había reconocido. Aquella mujer de curvas apresuradas, redonda perfección y mirada fulminante de gata en celo. Sí, estaba más vieja, pero conservaba una dilatada fragancia de su belleza de antaño. Ambos estaban viudos, solos en la vida; aunque Benita comía todos los días y Mauricio no. Perdió lo que más amaba, su mujer, y todos los ahorros de una vida de empresario sagaz. Una lamentable e inoportuna operación de cirugía estética llevó a su cónyuge a la morada eterna y a él a la más miserable de las ruinas. En su camino brotó, cual seta deletérea, un impío leguleyo que le fue arrebatando su holgada renta merced a su afamado instinto con los errores médicos… Benita le pidió que se quedara con ella, no era mucho lo que podía ofrecerle, un pequeño autoservicio de provincias no daba grandes beneficios; sin embargo comería caliente todos los días a cambio de echarle una mano con los pedidos y las cajas. Mauricio lloraba mientras le besaba con tibieza sus regordetas y pecosas manos.
Y gracias al trabajo esforzado de ambos y a las perspicaces ideas financieras de Mauricio, la humilde tienda de ultramarinos de la pequeña localidad se convirtió en la gran y eficaz cadena de supermercados “BM”. Con la mayor parte de las ganancias recaudadas, Benita y Mauricio, que todas las noches celebraban su reencuentro con una degustación de besos sin tregua, construyeron una de las mayores hospederías del país. Ocupaba un pueblo entero abandonado, con sus calles, sus plazas y demás recovecos, y dieron albergue gratuito a todos los necesitados.
Aquella noche, la última de su indigencia, un ángel se cruzó en el camino de Mauricio y le ofreció esa segunda oportunidad con la que tanto había soñado.




Villalba, 27 de enero de 2010.




(*) Esta es mi contribución a "Los Sábados Literarios". Hoy conduce con pericia literaria y gracia Cordobesa, nuestra compi, María José Moreno. En su blog: "LUGAR DE ENCUENTRO" tendrás la oportunidad de leer muchas más "Segundas oportunidades" ;=)...